🔍 Spoiler — Manuel desafía a Leocadia: el palacio se divide y los secretos explotan en ‘La Promesa’
En el episodio 618 de La Promesa, los conflictos alcanzan su punto de ebullición. Manuel, harto de los abusos de poder de Leocadia, la confronta directamente en el gran salón, recordándole que no tiene ninguna autoridad legítima sobre la casa. Con una serenidad cortante, la despoja públicamente del control que había ejercido a espaldas de la familia. La escena, presenciada por criados y familiares, sella un antes y un después en el equilibrio de poder del palacio.
Pero Manuel no es el único en plantar cara: Curro arriesga su posición al socorrer a Ángela, quien, enferma y exiliada en el jardín por su propia madre, se niega a rendirse. Martina, desobedeciendo las órdenes maternas, acude al lado de su prima en un acto de lealtad que podría costarle caro. En paralelo, el padre Samuel, víctima del chantaje emocional de Leocadia, es obligado a seguir fingiendo su rol de sacerdote pese a estar excomulgado, mientras Lisandro empieza a atar cabos sobre las verdaderas razones por las que fue convocado al palacio.
Curro, tras su tenso cruce con Leocadia, descubre una intrusión sospechosa en el hangar de Manuel. Usando el incidente como coartada, se ofrece para vigilar el lugar durante la noche, aunque su verdadera intención es muy distinta: espera encontrarse con Esmeralda, la dependienta que le entregó una joya con compartimento oculto y restos de cianuro. Esa noche, en una tensa y clandestina cita en el hangar, Curro la acorrala y exige respuestas. Ella, aterrada, admite que está atrapada en una red peligrosa pero teme hablar por miedo a represalias mortales.
Mientras tanto, Rómulo, el mayordomo leal de toda la vida, decide abandonar La Promesa junto a Emilia para comenzar una nueva vida lejos del servicio. Pide ayuda a Catalina para comunicar su decisión a don Alonso, consciente de lo duro que será romper ese vínculo casi paternal.
Y justo cuando Leocadia intenta recomponerse de su humillación ante Manuel, una última sorpresa la deja sin aliento: Lisandro, su aliado estratégico, también la encara. Revela que ha descubierto sus manipulaciones y exige conocer sus verdaderas intenciones. La mujer, por primera vez, se queda sin palabras ante un adversario que ya no le teme.
La Promesa se tambalea bajo el peso de las conspiraciones, los desafíos y las verdades no dichas. El control de Leocadia, otrora indiscutible, comienza a resquebrajarse. ¿Será el principio del fin para la autoproclamada señora del palacio?