Cristóbal desenmascara al Duque, Ángela libre: una red cae, una familia renace y el amor se impone
En un inesperado giro, el enigmático Cristóbal Ballesteros revela su verdadera identidad como inspector encubierto y pone fin a la oscura red criminal encabezada por el Duque de Carril. Lo acusa de contrabando, secuestro y asesinato. La justicia, por fin, alcanza al corrupto aristócrata. Esmeralda es rescatada de un “sanatorio” en realidad usado para silenciar a quienes sabían demasiado, y será testigo clave en el juicio.
Mientras la red del Duque se desmorona, Ángela logra romper con el contrato matrimonial que la ataba al sobrino del Marqués de Andújar, impuesto por una deuda desesperada que su padre dejó antes de morir. Gracias a Alonso, Germán de la Serna y la presión moral que ejercen sobre el Marqués, la cláusula queda anulada. Ángela recupera su libertad y, sobre todo, su poder de decisión.
En La Promesa, las tensiones acumuladas explotan: la rivalidad entre Catalina y Martina alcanza un punto crítico por la compra de un semental frisón. Aunque inicialmente genera una fractura entre ambas, la caída del Duque y la pérdida de un contrato clave fuerzan una reconciliación inesperada. Germán, de forma anónima, compra el caballo para estabilizar la economía de la finca, un gesto que sella una alianza nueva entre las primas.
Ricardo, marginado al principio por la llegada de Cristóbal, descubre que todo fue una estrategia para protegerlo y usarlo como pieza clave en la investigación. Su labor como mayordomo interino le permite filtrar información valiosa. Al final, Ballesteros le cede oficialmente el puesto de mayordomo jefe con el respaldo del Marqués, mientras se despide del palacio y su misión.
El aire se purifica en La Promesa. Las heridas comienzan a sanar. Catalina y Martina colaboran por primera vez como verdaderas socias, dispuestas a reconstruir juntas el legado familiar. Pía, Lope, Vera y los demás criados respiran aliviados, celebrando no solo el regreso de la justicia, sino la restauración del equilibrio.
Y en el jardín, bajo el viejo roble que fue testigo de tantas confesiones, Curro y Ángela sellan su unión con un abrazo profundo. Ángela ya no es la joven sometida a las decisiones de otros; es una mujer libre, que elige quedarse, amar y construir un futuro junto a Curro. Ya no hay contratos que los separen, ni sombras que los acechen.
La Promesa cierra un capítulo de oscuridad, traición y miedo para abrir otro de luz, amor y redención. La justicia ha triunfado, la libertad ha sido conquistada y el amor, finalmente, puede florecer sin cadenas.