Spoiler: Prepárense, amantes del drama y de los secretos inconfesables…

Una sombra cada vez más densa se extiende sobre los muros de La Promesa. Nada volverá a ser como antes. El destino de todos los que habitan en la finca —nobles y sirvientes por igual— se entrelaza en una telaraña de intrigas, traiciones y verdades largamente silenciadas. Amores imposibles, alianzas insospechadas y venganzas largamente gestadas están a punto de desatarse, sacudiendo hasta sus cimientos esta casa maldita. ¿Quién está realmente detrás del caos? ¿Y cuántos corazones más habrán de romperse antes de que todo se revele?

Mientras tanto, Curro atraviesa un infierno personal. Para él, cada minuto en La Promesa se convierte en una pesadilla. Vive bajo la constante amenaza de despido, una presión cuidadosamente diseñada por Lorenzo de la Mata, el despiadado capitán que parece decidido a destruirlo. Curro siente que no es más que una pieza insignificante dentro del cruel juego de poder del ejército, víctima de una cacería personal que esconde algo mucho más oscuro que una simple insubordinación.

En el despacho del marqués, la tensión es palpable. Cristóbal, el nuevo mayordomo, expone con su característica frialdad el ultimátum de Lorenzo: exige, sin posibilidad de réplica, el inmediato despido de Curro por falta grave de disciplina. Mientras explica la situación, el capitán observa con expresión arrogante, convencido de que nada puede detener su voluntad.

Pero Alonso, el marqués, no es tan fácil de manipular. Mientras sus dedos golpean lentamente el escritorio, estudia las palabras y actitudes de ambos hombres. Hay algo que no encaja en la insistencia del capitán. La actitud de Lorenzo no refleja indignación legítima, sino odio personal. No es un superior que se siente desafiado: es un enemigo que desea destruir.

Con voz tranquila, pero firme como el acero, Alonso pone fin a la discusión: Curro no será despedido. Su decisión es definitiva. El rostro de Lorenzo se descompone. La frustración se transforma en rabia silenciosa. Para él, ha sido una humillación intolerable. Sale del despacho sin ocultar su furia, dejando tras de sí una estela de venganza contenida.

Pero Alonso queda pensativo. Algo más grave se esconde detrás de la insistencia de Lorenzo. No fue solo una cuestión de autoridad: hay algo más. Un secreto, una motivación oscura que lo impulsa a perseguir a Curro con tanta obsesión. Y el marqués empieza a sospechar que ese capitán, lejos de ser un hombre de honor, es en realidad un peligro latente, una amenaza con uniforme.

Curro, por su parte, apenas tiene tiempo de saborear esta pequeña victoria. Sabe que el verdadero enemigo sigue al acecho. Y lo que ha descubierto recientemente lo atormenta sin tregua. La imagen de su hermana Hann muerta en aquella cama sigue persiguiéndolo como un espectro, una herida abierta que no puede cerrar. Ahora, con una certeza tan fría como aterradora, sabe que su muerte no fue solo responsabilidad de Cruz.

Hay otro culpable. Otro monstruo entre los muros de La Promesa.

Desesperado por compartir esta carga insoportable, Curro acude a Pía. La encuentra en la lavandería, sumida en su rutina mecánica, ajena a la tormenta que está a punto de estallar. Él le confiesa que Hann no murió por el disparo: alguien la envenenó mientras agonizaba. Y todo apunta a una única persona: Lorenzo.

Pía queda paralizada. La revelación la golpea como un relámpago. Todo cobra sentido: el odio visceral del capitán hacia Hann, su injerencia constante, su frialdad, su desprecio. Un veneno rápido, eficaz, administrado en silencio, cuando ella estaba más vulnerable. Pía apenas puede contener el horror. Sabe que Curro dice la verdad. Y también sabe que la justicia no llegará fácilmente.

Con esta verdad terrible ardiendo entre las manos, Curro comprende que necesita más ayuda. Y solo hay una persona que puede luchar a su lado con la misma determinación: Ángela, la hija de Leocadia. Una mujer astuta, valiente y decidida, que también busca justicia, sin importar el precio.

La encuentra en la biblioteca, fingiendo trabajar. En cuanto cruzan miradas, saben que algo grave está por ser dicho. Se refugian tras una estantería, alejados de oídos indiscretos. Curro le revela la verdad: Hann fue envenenada, y todo indica que Lorenzo es el asesino.

Ángela se estremece. La noticia es como un cuchillo. Durante mucho tiempo ha sospechado del capitán, pero ahora tiene la certeza que necesitaba. La furia la consume. Quiere venganza. Quiere verlo caer. Quiere hacerlo pagar.

Pero Curro la detiene. No pueden actuar con violencia. No deben convertirse en aquello que detestan. “Lo destruiremos”, le dice con voz firme. “Pero será a través de la verdad, de la ley. No dejaremos que se salga con la suya. Lo atraparemos, Ángela. Juntos.”

Mientras tanto, los días en La Promesa se vuelven cada vez más tensos. La oscuridad que se cierne sobre la finca no es solo simbólica. Hay secretos que amenazan con salir a la luz, y cada uno de ellos tiene el poder de destruir vidas, dividir familias y acabar con todo lo que alguna vez fue considerado sagrado en esa casa.

Y esto… esto no ha hecho más que comenzar.