⚠️ SPOILER – LA PROMESA… EUGENIA VUELVE PARA SALVAR A CURRO DE LORENZO…
Imagina que alguien vuelve del olvido, no como una víctima, sino como un arma afilada por el dolor y la verdad. Eso es exactamente lo que sucede cuando Eugenia, la esposa ausente de Lorenzo, reaparece tras años fuera de escena. Su retorno no trae consuelo, sino inquietud. Ya no es la mujer frágil que todos recordaban: su serenidad actual es más perturbadora que cualquier crisis anterior. Lo que debía ser un reencuentro familiar se convierte rápidamente en un campo minado de secretos y sospechas.
Lorenzo, el patriarca, desconfía de cada movimiento de Eugenia. Sospecha que finge su recuperación mental, convencido de que su enfermedad era irreversible. A su lado, Alonso —el marqués— duda entre lo que ve y lo que teme. Pero Eugenia no intenta agradar: lanza verdades envenenadas como si fuesen flores marchitas. Frente a un fuego apagado, confiesa haber estado atrapada en un pozo sin fondo del que fue rescatada por una figura inesperada: el conde Ayala.
La simple mención de Ayala causa tensión. Lorenzo lo desprecia, pero Eugenia insiste: “No solo me curó, me mostró verdades que nadie quiso que supiera.” Esto desestabiliza al círculo íntimo de la familia Luján. ¿Qué sabe Eugenia? ¿Y qué está dispuesta a revelar?
Leocadia, visiblemente afectada, abandona la sala. Alonso la sigue y, entre lágrimas, ella admite un temor: “Si Eugenia ha recuperado la razón y Ayala está involucrado… estamos perdidos.” ¿Qué verdades conoce Eugenia? ¿Y por qué su regreso parece más una amenaza que una reconciliación?
Catalina irrumpe con una revelación propia: ha escuchado que Leocadia desea casarla en secreto con Adriano. Enfurecida por los secretos familiares y la obsesión con las apariencias, acusa a su padre de priorizar la reputación sobre su libertad. La escena termina con ella marchándose, harta de vivir bajo el peso de decisiones ajenas.
Mientras tanto, en las habitaciones de los sirvientes, Manuel se desahoga con Toño. Nadie apoya su proyecto de aeromóvil y considera, con cierto rechazo, pedir ayuda a Leocadia. El orgullo choca con la necesidad. Al mismo tiempo, Ángela, con una sospecha creciente, se enfrenta a Leocadia sobre el pasado de Curro. Quiere saber por qué no recuerda nada de su infancia, pero Leocadia elude las respuestas. “Algunas verdades deben permanecer enterradas”, dice con frialdad. Pero Ángela no se rinde. Algo en los ojos de Curro niño aún la perturba.
Curro, por su parte, también busca respuestas. Encuentra a Eugenia en el jardín al atardecer. Ella lo reconoce al instante y, con una mezcla de ternura y dolor, le dice que lo que sufrió no fue locura, sino silencio impuesto. Cuando Curro pregunta quién la obligó a callar, Eugenia lanza una bomba: “Tu padre legal, Lorenzo.” Las palabras desgarran a Curro. ¿Padre legal? Entonces, ¿Lorenzo no es su padre biológico?
Eugenia asiente. No solo Lorenzo tiene motivos para temer su regreso: hay otros más poderosos que también tiemblan ante su memoria recuperada. ¿Qué harías tú en el lugar de Curro? ¿Buscarías la verdad aunque duela? ¿O preferirías seguir viviendo en la mentira?
La revelación lo deja paralizado. Petra, la sirvienta, aparece para anunciar la cena. Ha cambiado: desde que Samuel la trató con respeto, se ha transformado. Pero Curro no tiene hambre. Las palabras de Eugenia lo han golpeado con fuerza. Si Lorenzo no es su padre… ¿quién lo es? Y, lo más importante: ¿por qué se lo ocultaron?
En otra ala de la casa, Catalina llora. Las palabras de su padre, su silencio cobarde, la persiguen. Adriano llega y le suplica que no se casen en secreto. Quiere vivir su amor a la luz del día. Ella se derrumba en sus brazos. Afuera, la noche cae, arrastrando más verdades que están por salir a la luz.
En el salón, Alonso medita sobre lo que ha perdido. Tal vez no solo el honor de su apellido, sino su dignidad como padre. Mientras tanto, Manuel, sucio de grasa pero lleno de ideas, se convence de pedir ayuda a Leocadia. El orgullo cede ante la urgencia.
Ángela, en soledad, observa una antigua foto de Curro. Hay algo en sus ojos que no cambia con el tiempo, piensa. Algo que Leocadia ha querido esconder.
Lorenzo, consumido por el insomnio y la ansiedad, revisa las carpetas médicas de Eugenia en busca de algo que le devuelva el control. Su desconfianza lo lleva a presionar a su médico de confianza para que revoque el diagnóstico original. Manipulación, amenazas y una firma falsificada. Está dispuesto a todo para silenciar a Eugenia.
Pero justo entonces, la mansión es sacudida por una llegada inesperada: el conde Ayala. Su presencia elegante y su sonrisa enigmática llenan el aire de tensión. Alonso lo saluda con cortesía forzada. Ayala, sin decir demasiado, deja claro que sabe más de lo que debería. “La mente a veces se protege con verdades insoportables”, comenta. ¿Es una advertencia, un acertijo o una amenaza?
El verdadero peligro no está en lo que Eugenia ha recordado, sino en los que desean desesperadamente que ella olvide. ¿Y tú? ¿Dirías toda la verdad si estuvieras en su lugar?
El próximo episodio promete desenterrar una verdad que sacudirá los cimientos de la Promesa. Recuerda: cada secreto tiene un precio.