Hola, soy tu Gustav. Aquí me tienes como cada tarde con un vídeo de La Promesa, la novela líder de televisión española

El eco de los secretos aún vibra en cada pasillo del palacio, y lo que parecía un día más dentro de esa rutina de intrigas, amores imposibles y pactos silenciosos, se convierte en una jornada cargada de tensiones, de revelaciones inesperadas y de miedos latentes. Porque en La Promesa, como siempre, nada es lo que parece y mañana, en el capítulo 657, los hilos invisibles del destino volverán a tensarse hasta casi romperse.

Curro y Ángela son, sin duda, el centro de la pasión que arde en medio del caos. Tras unirse de una manera que ya nadie puede ignorar, viven con intensidad cada instante, aunque la sombra del pasado y de las acusaciones siga persiguiéndolos. Ángela, con el corazón desgarrado, se sincera con Curro: le confiesa que su madre le reveló una verdad insoportable. Lorenzo, antes de ser arrestado, la señaló directamente a ella como traidora, como la culpable de haberlo delatado. Esa acusación pesa como un puñal que amenaza con destruir todo lo que ella ama. Curro intenta abrazarla con ternura, pero la angustia lo consume: teme que esa acusación se convierta en la chispa que lo obligue a luchar de nuevo, poniendo en riesgo su recién hallada felicidad.

Mientras tanto, el marqués Alonso se debate entre la razón y la sospecha. No entiende por qué los periódicos, siempre tan prestos a llenar páginas con el escándalo, no han escrito ni una sola línea sobre la detención del capitán Garrapata. La ausencia de noticias lo atormenta. Ese silencio no es natural, y en su interior presiente que algo más oscuro se oculta tras la fachada. Llama al Ministerio de Guerra, exige respuestas, busca al coronel Fuentes, pero lo único que recibe son evasivas y excusas. Y cada palabra no dicha, cada demora, incrementa su temor de que su familia esté envuelta en un entramado mucho mayor de lo que él puede controlar.

La tensión dentro de la familia Luján no se queda atrás. Martina y Catalina, primas enfrentadas, han convertido el palacio en un campo de batalla silencioso. Alonso busca en Adriano un aliado para que interceda, intenta convencer a Martina de que recapacite y a Catalina de que ceda, pero lo único que logra es envenenar aún más la relación con su hijo Manuel. El marqués se encuentra atrapado en un dilema imposible: si defiende a una, pierde a la otra; si intenta mantenerse neutral, ambas se alejan. Y Manuel, que observa con creciente frustración, siente que su padre no entiende la gravedad del asunto. Entre ellos, la distancia crece como un abismo que amenaza con dividirlos para siempre.

Doña Leocadia, con su inmutable firmeza, vuelve a dejar claro que no piensa vender su parte de la empresa. Manuel, desesperado por mantener el control y por no permitir que el futuro de su proyecto quede en manos de alguien tan calculadora, se enfrenta con ella, pero la mujer no da su brazo a torcer. Su poder, silencioso pero efectivo, demuestra que es capaz de manipular incluso al mismísimo marqués. Una y otra vez, Alonso intenta convencerla de reconsiderar, pero lo único que consigue es encender aún más el orgullo de Manuel, que empieza a ver en su padre un obstáculo más que un aliado.

En la zona de servicio, las intrigas no son menores. Pía y Ricardo hablan en confidencia sobre el nuevo mayordomo y sobre los problemas que enfrentan, creyendo estar a salvo de oídos ajenos. Pero Ballesteros, siempre vigilante, escucha desde las sombras. El temor de Pía crece: sabe que si sus palabras llegaron a oídos equivocados, podría perderlo todo, incluso la seguridad de los suyos. Y como si no fuera suficiente, Ricardo se ve obligado a confesar lo que tanto había callado: la nulidad de su matrimonio con Ana es prácticamente imposible de conseguir. Sus esperanzas se desmoronan, y junto a ellas el futuro de su amor con Pía.

Mientras arriba se fraguan las intrigas políticas y familiares, en el hangar se desarrolla una historia paralela, de sueños y de engaños. Vera, con el corazón rebosante de ilusión, aguarda noticias de su hermano Federico. Cada día espera que una carta, una señal, le devuelva la calma, pero lo que recibe es algo completamente distinto. No llega un mensaje, sino una presencia inesperada: su madre, Amalia, la duquesa de Carril, irrumpe en el palacio. Una visita que nadie esperaba, una aparición que podría cambiarlo todo. ¿Qué oculta la duquesa? ¿Por qué aparece justo ahora?

Al mismo tiempo, Toño interroga a Enora sobre lo que se comenta en cocinas. La joven, sin titubear, afirma que confesó a Simona y Candela que ella y Toño son novios. Sus palabras lo dejan atónito, incapaz de discernir si se trata de una broma cruel o de una verdad disfrazada. La duda lo consume: ¿acaso Enora juega con sus sentimientos o realmente ha decidido abrirle el corazón? El hangar, lugar de sueños de volar y de esperanzas, se convierte así en escenario de secretos, medias verdades y confusiones que podrían desencadenar tormentas aún mayores.

El marqués Alonso, decidido a no dejar cabos sueltos, convoca a Curro y Ángela. Su mirada severa, su tono contenido pero firme, transforman la charla en un interrogatorio disfrazado. Quiere respuestas, exige claridad. La rapidez con que Lorenzo fue detenido, el silencio ensordecedor de la prensa, las irregularidades que apenas comienzan a salir a la luz… todo lo hace sospechar. Y más aún, sabiendo que Ángela llevaba las cuentas y tenía acceso a documentos sensibles del capitán. ¿Cómo es posible que ahora finja desconocerlo todo? Cada pregunta de Alonso cala como un dardo, y Ángela, cada vez más nerviosa, siente que su secreto está a punto de estallar.

Así, en este capítulo que se avecina, el palacio se convierte en un hervidero de pasiones y temores: un amor que se fortalece pero que podría ser destruido por una acusación, una familia dividida entre rencores y orgullos, un silencio inquietante que oculta una verdad peligrosa, y un poder oculto que mueve los hilos desde las sombras. Nada volverá a ser igual.

Porque en La Promesa, cada palabra no dicha es un arma, cada gesto un secreto, cada silencio un presagio. Y mañana, querido espectador, seremos testigos de cómo todo puede cambiar en un solo instante.