🟣 Spoiler – LA PROMESA: un arma oculta, un secreto mortal. El plan diabólico de Leocadia
En el oscuro corazón del palacio Luján, el silencio se convierte en presagio. La inesperada reaparición de Eugenia, envuelta en una calma inquietante y una mirada firme, trastoca el equilibrio que Leocadia y Lorenzo creían tener bajo control. No necesitó palabras grandilocuentes ni advertencias: bastó su presencia para encender alarmas. Con cada paso suyo, las máscaras tiemblan y las intenciones ocultas comienzan a aflorar.
Eugenia no llega con ánimos de venganza, al menos en apariencia. Su elegancia y fragilidad engañan, pero su inteligencia aflora rápidamente. Leocadia y Lorenzo, expertos en el arte de la manipulación, detectan el peligro al instante. “No podemos permitir que se quede mucho tiempo”, susurra Lorenzo, consciente de que cada día que pasa, el poder de Eugenia sobre los demás crece.
Curro, el sobrino de Eugenia, es el primero en conmoverse con su regreso. Su conexión emocional con ella es profunda: representa un refugio, un pedazo perdido de su infancia. Decide protegerla, sin importar las consecuencias. Esta promesa de lealtad lo lleva a buscar incansablemente ayuda médica. Encuentra a un especialista cuyas terapias logran lo impensable: Eugenia empieza a recuperar movilidad. La silla de ruedas, que parecía una sentencia, deja de ser una condena.
A medida que Eugenia recupera fuerzas, también crece su presencia en el palacio. Sus silencios incómodos, su forma pausada de hablar, su aparente calma, se transforman en herramientas de presión. Leocadia y Lorenzo ya no pueden moverse libremente entre sus conspiraciones. Ella los observa, los estudia. No necesita acusarlos con palabras: su mirada es suficiente para hacerlos tambalear.
Leocadia, temiendo perder el control, decide actuar. Su mente fría y estratégica empieza a tramar algo más oscuro. Sabe que no puede apresurarse, pero también que no pueden dejar que Eugenia recupere completamente la memoria. “Estoy tejiendo una telaraña”, confiesa, mientras observa la distancia que separa la verdad de la mentira. Mientras tanto, Curro y Pia comienzan a investigar la muerte de Anni, desafiando las advertencias y husmeando en lugares donde nadie se atreve.
La tensión crece. Lorenzo, agobiado, camina por los pasillos como un espectro. “Si descubren la verdad, estamos perdidos”, dice una noche. Leocadia, decidida, propone confundir a todos: dar una apariencia de transparencia mientras manipulan desde las sombras. Las jornadas se tornan pesadas, la atmósfera espesa. Cada entrada de Eugenia a una sala detiene las conversaciones. Cada mirada suya hacia un cuadro o un objeto parece revelar historias enterradas.
Lorenzo se resiste a actuar contra ella. “Ya ha sufrido bastante”, dice. Pero Leocadia no cede. “¿Y permitirás que nos destruya?”, responde con frialdad. Una noche, saca un antiguo revólver de un cajón, envuelto en un pañuelo oscuro. Lo coloca sobre la mesa con gesto decidido. “No estoy loca —afirma—. Estoy más lúcida que nunca. Si tú no puedes hacerlo, lo haré yo.”
Mientras ese plan mortal se prepara, Curro comparte con Eugenia momentos llenos de ternura. Conversan en la terraza, arropados por la brisa y los recuerdos. Eugenia, con una mezcla de alegría y tristeza, pregunta si algo ha cambiado en su ausencia. Nota las miradas esquivas, la tensión en los sirvientes, el rechazo velado de Leocadia. Curro intenta tranquilizarla, pero no puede evitar que la duda se instale en ella.
Eugenia, con serenidad, acepta sus limitaciones físicas. Pero Curro se niega a aceptarlo. Promete ayudarla a caminar, aunque solo sean cinco pasos. Ella, conmovida, llora por primera vez en años, permitiéndose una esperanza que había enterrado. Sin embargo, esa esperanza nace justo mientras el peligro se cierne más cerca.
Leocadia insiste en que deben actuar antes de que Eugenia recupere sus recuerdos por completo. “Si recuerda lo que vio aquella noche, será nuestro final”, sentencia. Su manipulación vence la resistencia de Lorenzo, y este accede a ser partícipe del plan final, movido por la culpa y el miedo.
Pero Eugenia, como guiada por una fuerza interior, empieza a tener visiones de aquella noche fatídica. Se despierta en plena madrugada, con el corazón acelerado. Baja de su silla, impulsada solo por la determinación, y se dirige a la biblioteca. Allí encuentra un diario antiguo. A medida que lee, las piezas del rompecabezas comienzan a encajar.
Curro la encuentra inmersa en su lectura. “¿Qué estás haciendo, tía?”, pregunta, preocupado. “Busco la verdad —responde ella—. Es hora de que salgan los secretos a la luz.” Sus palabras dejan claro que ya no hay marcha atrás.
La historia da un giro definitivo: los secretos del pasado están por salir, los lazos familiares se tensan hasta romperse y el destino de Eugenia pende de un hilo. ¿Será capaz de recordar todo antes de que Leocadia ejecute su siniestro plan? ¿Podrá Curro protegerla de quienes llevan años conspirando en las sombras?
El próximo episodio promete revelaciones impactantes. La Promesa demuestra una vez más que los silencios pueden ser más letales que las palabras y que la verdad, cuando despierta, puede arrasar con todo a su paso.