Un’ombra oscura si allunga sulla famiglia Luján y el silencio de un hombre rischia di far crollare tutto. Sospetti, tradimenti e un tragico passato sono pronti a esplodere in una notte fatale, ma la tensione è solo all’inizio. Benvenuti a La Promesa, dove la tempesta perfetta sta per abbattersi.

Con la llegada del anochecer, el ambiente en La Promesa se vuelve cada vez más opresivo. Alonso, con el rostro marcado por la preocupación, se abre con su hijo Manuel para compartirle su creciente inquietud por el estado emocional de Cruz. La marquesa, agotada por los rumores maliciosos que la rodean y minan su matrimonio, ya no es la mujer fuerte de antaño. Está herida, no solo por las habladurías, sino por la humillación silenciosa que ha soportado durante meses.

Los rumores corren como pólvora por los salones más distinguidos de España. Cruz, empujada no por el deseo de figurar, sino por una rabiosa necesidad de justicia, ha decidido asistir a un evento social en el que estarán presentes nada menos que los duques de los Infantes, sus enemigos más acérrimos. Para Alonso, este movimiento es peligroso, casi suicida, pero Cruz está decidida: quiere enfrentarse cara a cara con aquellos que la han difamado, quiere silenciar las lenguas viperinas que aún la señalan tras la trágica muerte de Mena.

Manuel escucha atento y, con la serenidad que su padre ya ha perdido, le pregunta si hay algo de cierto en los rumores sobre una supuesta infidelidad con María Antonia. Alonso lo niega rotundamente, aunque admite que su silencio solo ha contribuido a profundizar las heridas de Cruz. El dolor no dicho, lo que no se ha aclarado, ha sido como un veneno lento para ella.

La muerte de Mena aún proyecta una sombra larga y densa sobre el palacio, y Cruz no soporta más vivir bajo esa nube. Su intención es clara: quiere poner la verdad sobre la mesa, frente a todos, aunque eso implique remover heridas que aún sangran. Alonso, sin embargo, teme que revivir el pasado solo empeore las cosas. Prefiere el silencio, aunque le esté costando el alma.

Pero Manuel, con mente estratégica, le sugiere que asista al evento. No para defenderse, sino para estar junto a Cruz, para protegerla. Su presencia puede ser la diferencia entre el escándalo y el control. Ante este dilema, ¿quién tiene razón? ¿Alonso, con su prudencia temerosa, o Manuel, que cree que la verdad debe enfrentarse de frente?

Al día siguiente, el ambiente en el desayuno es tenso. Manuel se presenta con tranquilidad y le informa a su padre que ha dejado documentos importantes en su escritorio: ha resuelto unos contratos de alquiler para poder tener la tarde libre. Cuando Cruz lo invita a compartir el desayuno familiar, él responde que ya ha comido… con Ana.

La reacción de Cruz no se hace esperar. Con voz firme y sin espacio para réplica, anuncia que ha organizado una cena especial esa misma noche en honor a Ana. Dice que es una bienvenida formal que se debía desde hace tiempo, aunque todos notan que es un gesto forzado. Lo que ella llama una celebración familiar, Manuel y Curro lo ven como una trampa que solo logrará incomodar a Ana.

En su habitación, Ana le confiesa a Vera lo difícil que le resulta adaptarse a su nueva vida. No trabajar la hace sentir vacía, inútil. Sus días transcurren entre paseos, charlas triviales y una angustiosa sensación de estar atrapada. No puede leer, no logra concentrarse y su mente es un hervidero de pensamientos oscuros. Vera, con ternura y comprensión, la anima a ver este momento como una oportunidad: ahora que pertenece a una clase social elevada, puede dedicar su tiempo a obras de caridad y actividades propias de su nuevo rol.

Además, le ofrece enseñarle todo lo que sabe sobre etiqueta y protocolo, conocimientos adquiridos de una antigua señora muy experta en el tema. La conversación se vuelve más distendida cuando Vera le cuenta que Rómulo y Pia han encontrado trabajo juntos en otra casa. Ana se emociona tanto que la abraza, justo en el instante en que la puerta se abre revelando la figura helada de Petra.

Con su tono habitual, Petra reprende a Vera por un gesto que considera inaceptable. Ana la defiende de inmediato, diciendo que fue ella quien la abrazó, mientras Vera se disculpa humildemente. Petra aprovecha para informar que esa noche se celebrará una cena en su honor, lo que deja a Ana en estado de shock.

Mientras tanto, en el patio, Teresa se encuentra con Marcelo, quien está limpiando un viejo colchón tras haber pasado la noche estornudando por el polvo. Ella le confiesa que tampoco ha dormido bien, afectada por la propuesta del día anterior: mudarse a Portugal. Teresa, con el corazón en la mano, le admite que no puede hacerlo. Sentiría que huye de nuevo, y perdería todo lo que ha construido, todos los vínculos que ahora son su familia. Aunque La Promesa le trajo mucho dolor, también le ha devuelto la paz.

Marcelo, visiblemente conmovido, promete que no insistirá más. Si ella quiere quedarse, él también lo hará. La escena refleja un amor profundo, hecho de respeto y comprensión.

Más tarde, Ana, aún perturbada por el incidente con Petra, se queda a solas con Vera y teme las repercusiones del abrazo. Vera la tranquiliza y le recuerda que deben ser más cuidadosas. Lo más urgente ahora es encontrar un vestido para la cena. Como los trajes de la modista no estarán listos, Ana considera usar una blusa con falda marrón, pero Vera lo descarta. Propone el vestido pensado para la merienda con los amigos de Manuel, pero Ana lo rechaza: no solo no le parece apropiado, sino que Cruz le ha prohibido usar ropa de Leonor.

Sabe que no puede esconder sus orígenes y teme no estar a la altura. Vera la anima con dulzura, recordándole que la verdadera belleza viene del interior y que, con o sin vestido elegante, ella brillará.

En otro rincón de la casa, María lleva a don Samuel ante Catalina y Pelayo. Los novios entregan una generosa donación para su boda, muy por encima de lo inicialmente acordado. Don Samuel, complacido, promete una ceremonia inolvidable. Para ello, quiere conocer más sobre su historia, asegurando que cuanto más sepa sobre sus vidas, más personal y emocionante podrá hacer su homilía. Les pregunta si han elegido algún pasaje bíblico, y aunque aún no lo han hecho, promete guiarlos en la elección adecuada.

Mientras tanto, Santos se presenta en el despacho de Petra con noticias: entre la servidumbre se rumorea que Rómulo y Pia han encontrado trabajo en el mismo lugar. Petra, aunque también ha oído hablar del tema, no tiene detalles concretos. A Santos le sorprende la rapidez con la que ambos fueron contratados juntos, lo que le parece sospechoso. Petra, con su habitual frialdad, le encarga investigar a fondo y exige que la mantenga informada. Luego, con una mueca cruel, comenta que está encantada de que estén lejos… para siempre.

Santos se retira con la misión clara: descubrir qué se oculta detrás de esta repentina partida. ¿Qué misterio envuelve a Rómulo y Pia? ¿Logrará Santos llegar al fondo del asunto antes de que sea demasiado tarde?

La sombra de los secretos se cierne sobre La Promesa… y nada volverá a ser como antes.