⚠️ Spoiler: Una tormenta de traiciones y decisiones peligrosas sacude La Promesa
Una oleada de estupor helado seguida por una furia imparable se abate sobre el marqués Alonso al descubrir la arriesgada decisión de Cruz: declarar la guerra abiertamente a los poderosos duques de los Osorios Infantes. Para Alonso, esta acción es una locura sin sentido, un acto temerario que roza la autodestrucción. No se trata simplemente de una familia noble adinerada, sino de una fuerza con una influencia descomunal en los ámbitos político, social y económico. Provocar un conflicto con ellos, y hacerlo tan ligeramente, podría ser una sentencia de muerte para los Luján y su legado.
Desesperado, Alonso suplica a Cruz que desista. Le habla con un torrente de angustia, lleno de preocupación y desesperanza, intentando hacerla entrar en razón. Pero la marquesa, inflexible, se muestra completamente decidida. Sus ojos, fríos como el hielo, reflejan una obstinación peligrosa. Alonso no puede entender cómo es posible que esté dispuesta a arriesgarlo todo —el prestigio, las propiedades y la seguridad familiar— por silenciar rumores, meras habladurías que podrían desaparecer con el tiempo.
Para él, lo de Cruz no es más que una venganza personal que la está cegando. Aún más desconcertante es el hecho de que, tras la trágica muerte de Jimena, los duques jamás mostraron intenciones hostiles. Pero hay un detalle que no puede ignorar: fue Lorenzo quien insinuó que ellos estaban detrás de los rumores. Alonso, conociendo bien el carácter manipulador de ese hombre, empieza a sospechar que todo esto responde a un plan siniestro cuidadosamente orquestado para derrumbar a los Luján desde dentro. Y mientras Cruz avanza, ciega por el rencor, sin escuchar advertencias, Alonso teme que ella esté siendo utilizada como peón en una jugada oscura que podría desencadenar una tormenta imparable sobre La Promesa.
En otro frente, Pelayo finalmente le promete a Catalina que la apoyará, que estará a su lado sin importar los obstáculos. Tras muchas dudas, evasivas y silencios dolorosos que la hirieron profundamente, sus palabras ahora parecen sinceras. Pero Catalina, marcada por la inseguridad de tantos aplazamientos, ya no se deja conmover fácilmente. Exige hechos, no palabras. Con su embarazo ya avanzado y evidente, necesita con urgencia que se establezca una fecha para la boda. Quiere proteger su dignidad y asegurar su lugar en el mundo.
Pelayo parece dispuesto, pero sigue mostrando señales de evasión. No termina de asumir la responsabilidad. Solo cuando ve que Catalina está al borde de romperse, accede a dar el paso que tanto ha evitado, el que podría sellar por fin su destino juntos.
Por su parte, Ana cruza por primera vez el umbral de la zona noble. Aunque la reciben con una calidez casi exagerada por parte de los Luján, en el fondo sabe que ese nuevo mundo no le pertenece. La realidad es mucho más cruel: ha caído en una trampa urdida por Cruz. Lo que parecía una oportunidad, es en realidad una jaula dorada. Ana vive encerrada en una habitación lujosa, pero fría e impersonal, donde no tiene libertad ni autonomía.
Su ascenso también genera un profundo cambio en la servidumbre. El personal se debate entre el orgullo por ella y la tristeza por haberla perdido. Candela, Simona, Teresa… todas sienten que Ana ya no forma parte de su mundo. Incluso Petra, con su actitud cínica habitual, reconoce que Ana ha pasado a “otro nivel”. Pero bajo las bromas y los comentarios pragmáticos, el afecto sincero permanece, visible en los silencios y las miradas cargadas de nostalgia.
En medio de ese clima tenso, Samuel aprovecha para sembrar discordia. Con comentarios venenosos, insinúa que Ana ya no es una de ellos, que la diferencia de clases es insalvable. Estas palabras generan incomodidad y malestar entre el servicio, quienes comienzan a ver a Ana con otros ojos, mientras la grieta se ensancha entre ellos.
La tensión aumenta cuando desaparece una cruz valiosa del palacio. El robo genera desconfianza, y la intranquilidad se extiende como una sombra. Solo María Fernández conoce al verdadero culpable: ha visto con sus propios ojos que fue el padre Samuel quien la robó. Pero la angustia la paraliza. El miedo a las represalias la detiene. Aunque su conciencia le exige denunciarlo, no puede dar ese paso.
El comportamiento del sacerdote se vuelve cada vez más perturbador. Arrogante, distante, incluso cruel, llega a decirle a las cocineras que dejen de llorar por Ana, porque pronto la olvidarán. Sus palabras son un puñal, y su actitud siembra una inquietud creciente.
Al mismo tiempo, Curro atraviesa un momento de gran confusión. Martina, su voz de la razón, le pide que piense bien antes de aceptar un matrimonio forzado con Ulia. ¿Está siguiendo su corazón, o simplemente obedeciendo las órdenes de Osékan y Lorenzo? Ana también interviene, rogándole que no se sacrifique para redimirse por la tragedia de Paco. Le pide con firmeza que se rebele, que enfrente a quienes quieren decidir su destino y que no renuncie a su felicidad por una culpa que no le pertenece.
Martina, por su parte, canaliza su ira contra el conde Ayala en una estrategia calculada. Tras descubrir que él es el padre del hijo fallecido de Petra, Feliciano, ve una oportunidad de oro para vengarse. Se acerca a Petra, con cautela pero con determinación, y le propone una alianza. Saben que decir la verdad puede traer consecuencias, pero también justicia.
Petra duda. Revivir su pasado con Ayala y exponer la historia de Feliciano significaría abrir heridas que nunca cerraron. Pero Martina insiste: es ahora o nunca. Si no actúan, el conde seguirá haciendo daño impunemente. Así, entre silencios significativos y miradas cómplices, ambas sellan un pacto de venganza. Martina le pide a Petra que le cuente todo: cómo conoció al conde, cómo fue su relación, cómo acabó todo con la muerte del niño. Cada detalle puede ser decisivo para destruirlo.
Mientras tanto, María Fernández, Teresa y Vera comentan con preocupación tanto el robo de la cruz como el cambio radical en Ana. Teresa, visiblemente angustiada, expresa sus dudas: Ana ya no es la misma, algo en ella ha cambiado.
La Promesa, una vez símbolo de estabilidad y esperanza, ahora se tambalea. Las alianzas se rompen, los secretos afloran, las venganzas se preparan en la sombra. Y en medio de esa tormenta, todos deberán tomar decisiones que podrían cambiar sus vidas para siempre.