Spoiler: Secretos, traiciones y un amor al borde del abismo sacuden La Promesa
La tensión en La Promesa está por explotar. Un veneno antiguo está a punto de revelar quién lo preparó, y un amor prohibido enfrentará su prueba más difícil. Aunque nada es lo que parece, Cruz, con el orgullo herido y su apellido pendiendo de un hilo, no piensa retroceder. A pesar de la advertencia de Lorenzo, quien le pide cautela para no declarar una guerra abierta con los Duques, Cruz mantiene la mirada firme. Si buscan conflicto, ella lo dará, sin miedo y sin piedad. Lo que aún nadie sabe es qué otros secretos saldrán a la luz en medio de esta tormenta de pasiones, rencores y conspiraciones.
Mientras tanto, Martina hace un descubrimiento espeluznante: el veneno que casi mata al conde no fue un accidente. La sospecha la lleva hasta Petra, la asistente de confianza. Con determinación, Martina la encara y le pregunta sin rodeos si sabe algo. Petra, nerviosa, apenas susurra que sí, pero le pide que hablen en otro momento y con discreción. Martina acepta, pero antes de que puedan volver a hablar, la tensión se dispara.
Ayala irrumpe furioso y acusa a Petra de conspirar contra él. Petra no se achica. Lo desafía con altivez y le promete dejarlo solo y derrotado. La furia de Ayala estalla y la toma del cuello, dispuesto a hacerle daño. En ese instante, Martina escucha el forcejeo y entra a la habitación, descubriendo la escena. Ayala, sorprendido, se excusa torpemente y huye. Petra sobrevive por un pelo, pero el daño está hecho: su rostro y alma quedan marcados. Martina sabe que ya no puede esperar más. Petra debe contarle toda la verdad.
Cruz, por su parte, continúa su juego de poder. En secreto, ha pactado con el padre Samuel, recién llegado a la finca. Le entrega dinero y le promete más si se mantiene leal y obedece sus órdenes. Aunque su presencia en la casa genera sospechas —especialmente en María y Teresa—, su objetivo está claro: servir a Cruz con absoluta obediencia. Samuel acepta el trato, aunque sus intenciones no están del todo claras.
Martina, además, se enfrenta a una red de manipulaciones cada vez más compleja. Sospecha que Ulia, lejos de ser una víctima, podría estar colaborando con Osquena para forzar un matrimonio con Curro. Martina intenta advertirle, pero Ulia no parece preocupada por casarse. Al contrario, su actitud es extrañamente complaciente. Martina, desconcertada, decide hablar directamente con Curro, quien le confiesa que también siente presión por parte del capitán Lorenzo. Ahora todo encaja: Ulia ha sido utilizada como pieza estratégica, y Curro está cayendo en una trampa disfrazada de matrimonio.
Curro posee título y fortuna, y Osquena parece dispuesto a usarlos para su beneficio. Martina intenta hacerle ver que casarse con Ulia sería una condena, no una solución. Una decisión de la que quizá nunca podría regresar. El tiempo corre, y cada paso mal dado podría tener consecuencias devastadoras.
En otro rincón de la finca, una escena profundamente emotiva tiene lugar: Ana se despide de su vida como sirvienta para convertirse, finalmente, en la prometida de Manuel. Aunque es un momento de felicidad, también está cargado de tristeza. Ana deja atrás a sus compañeros, su “segunda familia”. El adiós más emotivo es con María Fernández, su amiga inseparable. Para ayudar a Ana en este cambio, Manuel le pide a María que la acompañe en su nueva vida en la zona noble, para que la transición sea menos dolorosa. Pero lo que Manuel y Ana ignoran es que Cruz ha preparado una fría bienvenida: su camino estará lleno de obstáculos, desprecio y dolor. Ana no está entrando en una nueva vida… está entrando en una trampa.
En medio de este panorama caótico, Petra por fin decide hablar con Martina. Con voz temblorosa, le confiesa todo: su historia con Ayala, sus ambiciones y el secreto más perturbador de todos. Años atrás, Petra tuvo una relación con el conde, y fruto de esa relación nació su hijo… Feliciano. Sí, Ayala es el padre del joven. Martina queda en shock. Ayala no solo fue un enemigo, sino un titiritero que movía los hilos desde las sombras. Ahora que conoce la verdad, Martina y Petra planean exponerlo y destruirlo.
Mientras tanto, abajo en la zona de servicio, el ambiente está cargado de nostalgia. Romulo se despide de La Promesa. A pesar de sus esfuerzos por recuperar a Pia, ha decidido marcharse. En su adiós, el estricto mayordomo finalmente se deja llevar por las emociones, consciente de que está dejando atrás una vida entera, un hogar, y a las personas que protegió como un padre. Su partida podría abrir nuevas alianzas… o quizá sea el inicio de otro capítulo oscuro en la historia de La Promesa.
Martina, por su parte, sigue enfrentando presiones personales. Está preocupada por Catalina y por un embarazo que ya no puede esconderse. Decide enfrentar a Pelayo y exigirle una decisión definitiva sobre su matrimonio. La respuesta de Pelayo, sin embargo, es explosiva: la acusa de meterse en lo que no le incumbe y le exige que se aparte de su vida. Todavía alterado, se desahoga con Catalina, reprochándole haber revelado el embarazo y traicionado su confianza. Pero Catalina no se queda callada. Defiende a Martina y exige que Pelayo asuma su responsabilidad. Le plantea una pregunta clara: ¿quiere formar parte de su vida o no?
Pelayo no responde, pero cuando está a punto de marcharse, se detiene, da media vuelta y la besa con pasión. Con la voz rota, le confiesa que la ama y que no puede imaginar un futuro sin ella ni sin su hijo.
Así, los hilos de secretos, traiciones y pasiones continúan entrelazándose en La Promesa, dejando claro que lo peor aún está por venir.