Spoiler: El dilema moral de Pelayo — ¿ética o ambición política?
En una escena cargada de tensión y reflexión, Damián entra al salón e intenta distender el ambiente con una broma sobre el café, pero Pelayo, sombrío, deja ver que algo lo inquieta profundamente. No ha desayunado, dice, porque algo le quita el apetito: ya no está seguro de convertirse en gobernador civil. Un nuevo nombre ha surgido en el panorama político y amenaza con arrebatarle el puesto: Francisco Cárdenas.
Damián, sorprendido, reconoce haber escuchado rumores al respecto, pero no les dio importancia hasta ahora. Al mencionarlo, su rostro cambia. Sabe quién es Cárdenas: un hombre con carisma, de buena familia, querido en Toledo y con un perfil impecable que lo convierte en un candidato formidable. Pero Pelayo interrumpe esa percepción con una revelación inquietante. Ha recibido información confidencial que, si se hiciera pública, podría destruir la imagen de Cárdenas y dejarlo fuera de la carrera política. Esa información, sin embargo, también afectaría a su familia.
Ante esta posibilidad, Damián adopta un tono más serio y advierte que ya no están hablando solo de política, sino de ética. Con honestidad, le dice a Pelayo que, aunque ha estado en muchas situaciones difíciles como empresario, jamás ha recurrido a destruir la vida personal de otros para obtener ventaja. Sin embargo, reconoce que la política se rige por otras reglas, más duras y menos limpias.
Le plantea un dilema incómodo: si fuera Cárdenas quien tuviera información comprometida sobre Pelayo, ¿crees que dudaría en usarla? Pelayo no responde, pero el silencio dice mucho. Damián continúa: si su deseo de ocupar el cargo se basa en una intención noble de servir a los ciudadanos, entonces quizá tenga la responsabilidad de impedir que alguien inapropiado llegue al poder, aunque eso implique tomar decisiones difíciles.
La conversación deja a Pelayo sumido en sus pensamientos. Tiene frente a sí una disyuntiva compleja: ¿usar esa información y manchar su conciencia, o dejar pasar la oportunidad por mantenerse fiel a sus principios? Damián se marcha dejándolo solo, enfrentando el conflicto entre lo correcto y lo necesario. La escena cierra con un Pelayo pensativo, atrapado entre su moral, su ambición y su sentido del deber.
Un capítulo que desafía las convicciones más profundas, donde el poder, la ética y la política se enfrentan en un juego sin reglas claras.