MAFIN -Sueños de Libertad 368 (Manuela se culpa tras romper con Gaspar y pide cerrar el capítulo🔥🔥)

Título: Manuela frente al espejo de sus errores: lágrimas, culpa y un nuevo comienzo

En un rincón de la casa bañado por la cálida luz del atardecer, Manuela estaba sentada junto a la ventana. Entre sus manos sostenía una costura que apenas avanzaba, como si el hilo también estuviera atrapado en la maraña de sus pensamientos. Su rostro mostraba el desgaste de quien ha pasado por demasiadas emociones, y su voz, quebrada por el remordimiento, interrumpió el silencio que llenaba la habitación. “Claudia, no dejo de pensar que lo utilicé… que solo pensé en mí. He sido una egoísta”.

Claudia, que estaba cerca, la observaba con ternura, pero también con tristeza. No tardó en acercarse para sentarse a su lado. Le tomó la mano con una delicadeza que hablaba más que cualquier palabra. Con tono tranquilo, intentó calmar las aguas turbias del alma de su tía. “Tía, usted no ha utilizado a nadie. Usted estuvo con Gaspar porque él le hacía bien, porque durante un tiempo fue feliz. Nadie empieza una historia sabiendo cómo va a terminar. No tenemos una bola de cristal para eso, ¿verdad?”

Sin embargo, esas palabras no fueron suficientes para liberar el peso que aplastaba el corazón de Manuela. Bajó la mirada, sintiendo cómo la culpa se enredaba entre sus dedos junto con el hilo de su labor. Su voz volvió a surgir, más débil, cargada de un dolor profundo: “Le hice daño, Claudia… mucho daño. No sabes cuánto me duele. Él no se lo merecía”. En ese instante, se pinchó un dedo con la aguja, pero ni siquiera reaccionó al dolor físico. Estaba completamente absorbida por su angustia. “Lo que tenía que haber hecho era quedarme como estaba. Sola. Así le habría ahorrado tanto sufrimiento… a él y también a mí”.

Claudia la miró con una mezcla de dulzura y determinación. No podía permitir que Manuela se hundiera en ese remolino de culpa. “No diga eso, tía. No tiene que castigarse así. Nadie tiene derecho a juzgarla. Tal vez tardó en ser honesta con él, sí, pero eso le pasa a mucha gente. Lo importante es que fue sincera cuando más se necesitaba”.

Avance semanal de 'Sueños de libertad': Luz y Begoña quieren saber más  sobre la hija de Eugenia y Andrés llega con dudas al altar

Por un momento, Manuela alzó la vista. Sus ojos, llenos de lágrimas, revelaban un cúmulo de emociones: tristeza, arrepentimiento, pero también un leve atisbo de aceptación. Claudia le sonrió, con esa sabiduría serena que sólo se consigue con el paso del tiempo y las experiencias difíciles. “Usted y yo sabemos lo que es sufrir, lo que es amar, equivocarse y, aun así, levantarse. La vida es eso, una mezcla de lágrimas y sonrisas. Y a veces… duele más de lo que imaginamos”.

Un silencio profundo se instaló entre ellas. El tictac del reloj marcaba los segundos con la solemnidad de una despedida anunciada. Finalmente, Manuela rompió el silencio con un suspiro que pareció liberar años de carga emocional. “Claudia… necesito pedirte un favor”. La miró directamente, con una resolución recién nacida. “Devuélvele sus cosas a Gaspar. Quiero que pueda cerrar este capítulo. Y yo también necesito hacerlo. Cada uno con su camino… aunque duela”.

Claudia asintió sin vacilar. No preguntó nada, no necesitaba hacerlo. Solo apretó con fuerza la mano de Manuela, como quien acompaña en un momento decisivo. La conversación quedó suspendida en el aire, cargada de sentimientos, como aquellas que no necesitan muchas palabras porque todo ya está dicho.

Manuela no tenía todas las respuestas. Todavía sentía el dolor de un corazón roto, la culpa por los errores cometidos y la tristeza por lo que no pudo ser. Pero sabía, con la poca claridad que le quedaba, que debía seguir adelante. Había llegado el momento de dejar atrás el pasado, de aceptar que la vida no siempre sale como uno espera. Aunque doliera, era tiempo de recomenzar.

Y así, mientras el último rayo del sol se desvanecía por la ventana, Manuela se aferró a la idea de que, tal vez, el primer paso para sanar no era encontrar consuelo en los demás, sino empezar por perdonarse a sí misma. El hilo entre sus dedos seguía enredado, como su historia, pero ahora estaba dispuesta a desenredarlo, punto por punto, aunque le llevara toda una vida.

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