María echa a Begoña de su habitación y rechaza su ayuda – Sueños de Libertad

Spoiler: “¿Tú qué haces aquí?”

Una mujer se encuentra postrada, emocionalmente agotada, herida no solo en cuerpo sino también en alma. En medio de su aislamiento, se abre la puerta inesperadamente. La visita no es bien recibida. La tensión se vuelve palpable desde el primer momento.

—¿Tú qué haces aquí? —pregunta con un tono frío, hostil, como si la presencia frente a ella removiera heridas que aún sangran.

La visitante, visiblemente incómoda pero firme, intenta acercarse.

—Solo quería hablar contigo un momento… saber cómo estás.

Pero la respuesta es contundente.

—No quiero visitas. Y mucho menos, la tuya. ¿No tuviste bastante con venir ayer a hacer de carcelera de Julia?

El intento de diálogo se estrella contra un muro de resentimiento. La visitante intenta suavizar la situación, explicando que simplemente desea saber cómo se siente, si sufre dolores, si ha podido descansar… Comenta incluso que ha hablado con Andrés, el marido de la mujer enferma, quien le contó que han empezado a trabajar en algunos ejercicios de rehabilitación. Ella misma, dice, ha sugerido movimientos apropiados para este momento de su recuperación.

Pero ese gesto, lejos de acercarlas, enciende aún más el enojo.

—No hace falta que me recuerdes que ayudaste a Andrés con su pierna. De ahí empezó todo, ¿no?

Es evidente que lo que ocurre entre ellas va más allá de una simple diferencia. Hay un pasado denso, lleno de sospechas, reproches y orgullo herido. Aun así, la visitante mantiene su posición: aguantará los desprecios porque sabe que, en el fondo, esa actitud es reflejo del dolor que la otra no puede disimular. Insiste en que todos —sin excepción— quieren ayudarla, y que incluso hay pequeños ejercicios que puede hacer sin salir de la cama: cerrar y abrir las manos, usar unos calcetines, lo que normalmente se haría con una pelota…

—¿Me estás tomando el pelo? —interrumpe bruscamente la mujer enferma, con una mezcla de sarcasmo e indignación.

Pero la otra no se rinde. Insiste con una calma tensa:

—Solo intento decirte que hay formas de mejorar, poco a poco. No será un milagro, pero es un comienzo.

—¿Sí? ¿Y luego qué? ¿Voy a darme un baño en la piscina también?

El sarcasmo es un escudo. El dolor se disfraza de orgullo. Sin embargo, la visitante da un paso más, sin perder del todo la serenidad:

—María, tienes que dejarnos ayudarte. Yo podría colaborar con los ejercicios, ayudarte a vestirte… Pongo a tu disposición todo lo que sé.

—Tú disfrutas con esto, ¿verdad? —responde María, con veneno en la voz.

—Que tú y yo no tengamos una buena relación no cambia las cosas. Nadie merece lo que te ha pasado. Ni siquiera tú. Y no lo hago por satisfacción personal. No te voy a negar que me encantaría que dependieras de mí, sí, pero sé que no lo haces por mí. Lo haces por Andrés. Quieres liberarlo. Pues te aviso: no te voy a dar ese gusto.

Avance semanal de 'Sueños de libertad': la boda de Andrés y María y el  pasado de Begoña al descubierto

Las palabras caen como plomo. María, aunque debilitada, se aferra a lo único que le queda: su dignidad. Y lo deja claro:

—Andrés necesita descansar —responde la otra mujer, con tono más suave—. Está dando todo de sí, y le duele verte así. Yo también necesito que me ayude, necesito a mi marido. Pero tú… tú lo agotas.

—Claro, porque ahora resulta que soy una carga. Pero escúchame bien: si él quiere ayudarme, es mi marido. Solo mío. Tú no tienes derecho a meterte.

La visitante, quizá anticipando el rechazo, propone entonces una solución práctica:

—Si no quieres que lo haga yo, podemos contratar a alguien. Una persona que esté contigo todo el día, que te cuide, te asista…

—No necesito que contraten a nadie. No necesito tu interés. No necesito tu caridad. No necesito absolutamente nada de ti.

María se enciende. El rechazo ya no es solo verbal: es existencial. Prefiere arrastrarse por el suelo antes que aceptar una pizca de ayuda de esa mujer. La acusa incluso de haberle dado su sangre en un momento crítico, algo que ahora le repugna. Afirma que deberá vivir siempre con esa mancha, con esa deuda que no pidió, y que la carcome.

—Yo no te pedí que me salvaras —escupe, con ira reprimida.

Su visitante guarda silencio por un instante, comprendiendo que ha tocado una fibra imposible de reparar. Ya no hay nada más que decir.

—Vete —ordena María—. Y no vuelvas a cruzar esta puerta.

Con una frialdad que hiela el alma, cierra el capítulo, dejándola fuera, no solo físicamente, sino de su vida. La escena termina con una mezcla de impotencia, dolor y orgullo. Ambas mujeres, desde lugares opuestos, sufren por el mismo hombre y por heridas que nunca han cerrado.

Related articles

MARTA AND FINA – Sueños de Libertad 382 (Ya extraño mucho a Fina. No puedo dejar de pensar en ella

Entonces, ¿dónde demonios se ha metido? La escena arranca con una tensión que casi puede respirarse. La incertidumbre sobre el paradero de Santiago lo impregna todo. El…

MARTA AND FINA – Sueños de Libertad 382 (que no hemos visto nada, sargento

Pero daremos con él, no se preocupe La tensión en la historia se intensifica con un giro que combina la incertidumbre de una investigación policial con el…

MARTA AND FINA – Sueños de Libertad 382 (Mi hermano es un monstruo, Digna

Don Pedro: entre sombras, traiciones y la verdad que hiere El ambiente se carga de tensión cuando los personajes se ven sacudidos por la incertidumbre sobre el…

MARTA AND FINA – Sueños de Libertad 381 (Extraño a mi esposa, no puedo trabajar ni concentrarme

🔴 No puedo ni trabajar, Carmen: el desgarro de Marta y las verdades de Irene La trama de Sueños de Libertad continúa sumergiéndonos en un torbellino de…

MARTA AND FINA – Sueños de Libertad 381 (Padre, me estás diciendo que no piense en Fina?

🔴 En cómo me ha abandonado el amor de mi vida: Marta entre el dolor y la fábrica El próximo episodio se sumerge en una de las…

Pelayo ha descubierto el cadáver… y se ha guardado el arma del crimen – Sueños de Libertad

⭐ Hoy estoy un poco más lejos de ser gobernador civil, y todo gracias a esa dependienta que tiene a Marta obsesionada La tensión vuelve a sacudir…

You cannot copy content of this page