Gracias, Cristina, por tu empatía… Hm. Es normal que quiera proteger y cuidar su marca, ¿no?
Spoiler de la escena:
La escena se desarrolla en el laboratorio de Perfumerías de la Reina, donde Luis y Cristina están concentrados en su trabajo. El ambiente, aunque técnico y profesional, se interrumpe con la llegada de Marta, que entra con una expresión ambigua: mezcla de seriedad y expectativa. Al entrar, les dice que trae una noticia buena y otra mala. Con gesto diplomático, les pregunta cuál prefieren escuchar primero.
Luis, fiel a su carácter algo directo y seco, elige que les dé primero la mala noticia. Marta asiente, como si ya esperara esa respuesta, y les informa que durante un tiempo él tendrá que trabajar con otra persona. Su tono sugiere que sabe que no será del agrado de Luis, y su expresión lo confirma: él se muestra visiblemente incómodo. Con sarcasmo y una pizca de irritación, lanza un comentario irónico: “No me imagino cuál será la buena después de esto”.
Entonces Marta revela el motivo real de su visita: la buena noticia es que van a colaborar con el maestro Cobeaga, un renombrado diseñador de perfumes con un prestigio internacional. En cuanto lo dice, la actitud de Cristina cambia por completo. Se le ilumina el rostro y muestra un entusiasmo inmediato. Marta le cuenta que a Cobeaga le encantaron las muestras que ella misma le envió hace unas semanas. Es más, gracias a esas muestras, él eligió su laboratorio para desarrollar su nueva fragancia. Para Cristina, es un reconocimiento enorme.
Cristina, aún incrédula, pregunta si lo que dice es en serio. Marta confirma que sí, completamente en serio, y agrega que Cobeaga llegará esa misma tarde a Toledo para trabajar codo a codo con ellos en el desarrollo del perfume. El ambiente en el laboratorio se divide: por un lado, Cristina está claramente emocionada, y por el otro, Luis no logra ocultar su escepticismo y molestia.
Luis frunce el ceño y, sin entusiasmo alguno, cuestiona por qué un diseñador como Cobeaga necesita involucrarse tanto en el laboratorio. No es solo una colaboración, es una presencia constante. Marta responde con calma y sin perder el optimismo: le explica que Cobeaga es famoso precisamente por su atención obsesiva al detalle. Todo lo que lleva su firma, lo supervisa personalmente.
Luis, aún más irritado, responde que él también es un perfeccionista, pero no por eso se mete en el trabajo de otros profesionales. Es evidente que siente que su terreno ha sido invadido. Marta, sin perder la compostura, le plantea la pregunta de forma directa: “¿Preferirías entonces que cancelara la colaboración?” Pero Luis no responde directamente. En su lugar, pregunta cuál es el plan exacto.
Marta le aclara que no se trata de que Cobeaga quiera controlar todo, sino de que desea asegurarse de que el producto final esté alineado con su estilo personal y profesional. Cristina asiente, apoyando la postura de Marta. Dice que le parece totalmente comprensible: es lógico que alguien de ese calibre quiera proteger su marca y cuidar cada paso del proceso creativo. Marta, agradecida por su actitud conciliadora, le sonríe y le dice con tono ligero: “Gracias, Cristina, por tu empatía”.

Entonces, con una broma ligera, Marta añade: “Ya todos sabemos que Luis es muy celoso con su trabajo”. Luis no se queda callado. Con ironía, replica que está “encantado de trabajar con alguien que probablemente lo va a estorbar todos los días”. El comentario arranca una sonrisa incómoda en el ambiente, pero Marta, sin perder su buen humor, le responde con una sonrisa cómplice, lo felicita por su profesionalismo —aunque se note forzado—, y abandona el laboratorio dejando a Luis lidiando con su propio malestar.
Mientras Marta se aleja, Cristina y Luis se quedan a solas. Aunque la conversación ha terminado, la tensión persiste. La escena, aunque en apariencia gira en torno a una buena noticia profesional, es en realidad un retrato de los roces internos que pueden surgir cuando dos estilos de trabajo entran en conflicto.
Cristina representa la apertura, el entusiasmo por la posibilidad de crecer, de aprender del prestigioso diseñador, y de aprovechar una oportunidad que puede proyectar al laboratorio a otro nivel. Luis, en cambio, representa la resistencia al cambio, la defensa del espacio propio y la incomodidad ante cualquier intromisión externa, por muy reputada que sea.
En el fondo, Marta no solo está trayendo noticias: está midiendo cómo va a funcionar la dinámica interna a partir de esta colaboración. Es consciente del talento de Luis, pero también sabe que su orgullo profesional puede jugar en contra si no logra canalizarlo bien. La presencia de Cobeaga no solo implica un nuevo proyecto, sino una posible redefinición de roles, jerarquías y egos dentro del equipo.
Esta escena es importante porque plantea uno de los conflictos centrales en el desarrollo de la trama: ¿será posible trabajar juntos sin que las fricciones personales afecten el resultado? ¿Podrá Luis dejar de lado sus reticencias y aceptar que, en ocasiones, incluso los mejores necesitan colaborar con otros? ¿Y Cristina logrará posicionarse como mediadora eficaz entre dos figuras fuertes pero muy distintas?
Por ahora, lo único claro es que Marta, pese a la incomodidad palpable, se va tranquila: ha dicho lo que tenía que decir y deja la pelota en el campo de ellos. El proyecto con Cobeaga está en marcha. Lo que aún está por verse es si el equipo sabrá estar a la altura del desafío sin autoboicotearse en el camino.