⚠️ SPOILER
Título: Nuevo gobernador civil: no lances las campanas al vuelo tan pronto
En una escena cargada de entusiasmo y sutilezas, Marta regresa a casa con una energía inusual. Apenas cruza la puerta, comparte con Pelayo su alegría por el reciente éxito internacional de Cubeaga, el artista con el que están colaborando. Se muestra convencida de que este logro marcará un antes y un después para su empresa, augurando una etapa de expansión y prosperidad. Pelayo, receptivo y sincero, celebra su entusiasmo, le dice que se lo merece y que está orgulloso de ella.
Sin embargo, la conversación toma un giro cuando Pelayo, con tono más serio, le cuenta sobre una llamada que recibió durante el día. Se trata de Miguel Ángel, una figura influyente que los ha invitado a ambos a participar en una exclusiva cacería. Lo que a primera vista parece una simple actividad de ocio, pronto revela tener un trasfondo político mucho más ambicioso: Miguel Ángel está por presentar su renuncia a un alto cargo y este evento será, posiblemente, el escenario donde Pelayo sea presentado como su posible sucesor. Incluso se sugiere que el puesto en juego podría ser el de gobernador civil.

Marta escucha con atención, aunque su expresión delata cierto escepticismo. La idea de una cacería no le resulta atractiva y se muestra reticente desde el primer momento. Sin embargo, Pelayo insiste con convicción. Explica que no se trata solo de cazar, sino de establecer contactos, de formar parte del círculo donde se toman las decisiones importantes. Le asegura que su presencia allí, aunque no participe directamente en la cacería, será fundamental. Marta podría quedarse en la finca, compartiendo con otras mujeres, mientras él asiste al evento principal.
A pesar de sus reparos, Marta empieza a considerar la propuesta. Argumenta que tiene muchas responsabilidades en la fábrica y que no debería alejarse ni por unas horas, pero Pelayo, con un tono persuasivo y afectuoso, le asegura que solo será por una noche. Al día siguiente, podrá volver sin mayores inconvenientes a su rutina laboral. Poco a poco, Marta cede. Finalmente acepta acompañarlo, aunque con una condición muy clara: que no la vuelva a involucrar en algo similar sin previo aviso.
Pelayo, encantado, no puede evitar bromear sobre el futuro, preguntándole si no le ilusiona un poco la idea de ser la esposa de un posible gobernador. Marta, sin perder su humor y con una mezcla de resignación y cariño, pone los ojos en blanco y le dice que no se adelante a los hechos. Aun así, se dispone a organizar el equipaje, pidiéndole a Manuela que la ayude con los preparativos. Entre risas y comentarios, menciona incluso los sombreros con plumas que probablemente necesitarán para la ocasión.
La escena concluye con una sensación de expectativa contenida. Por un lado, la ambición de Pelayo que comienza a tomar forma en el ámbito político; por el otro, el compromiso de Marta, que aunque escéptica, decide acompañarlo en este nuevo desafío. Se respira un aire de complicidad de pareja, en donde los sueños individuales comienzan a entrelazarse con los planes compartidos. El viaje que emprenderán no es solo hacia la finca, sino hacia un futuro cargado de posibilidades, decisiones importantes y nuevas responsabilidades que podrían transformar su vida para siempre.