⚠️ SPOILER — Raúl no lo parece
La tensión entre Raúl y Andrés alcanza un nuevo punto crítico en esta conversación íntima y cargada de reproches velados. Raúl inicia el diálogo disculpándose por su actitud del día anterior, en la que responsabilizó a Andrés del sufrimiento de María. Reconoce que estuvo fuera de lugar y que fue la propia María quien lo hizo reflexionar. Según él, solo ella tiene el poder de hacerle cambiar de opinión, lo que inmediatamente enciende las alarmas en Andrés.
Al escuchar esto, Andrés deduce que María ha debido decirle algo comprometedor, quizá acusarlo de haberla empujado. Pero Raúl se apresura a aclarar que no fue así: que fue él quien malinterpretó las palabras de María, y que ella en realidad no tiene culpa de nada. Sin embargo, la insistencia con la que Raúl la defiende —por tercera vez, según Andrés— solo alimenta sus sospechas de que su esposa ha hablado mal de él a sus espaldas.
Raúl no se retracta, pero habla con una mezcla de respeto y franqueza que descoloca a Andrés. Le dice que no necesita que nadie le cuente nada para ver la realidad: María es una mujer profundamente infeliz. Esa afirmación, directa y sin adornos, irrita visiblemente a Andrés, pero Raúl no se echa atrás. A pesar de reconocer su posición subordinada, sostiene su opinión, dejando claro que lo que dice lo hace desde la observación, no desde el rencor.
Andrés, sintiendo que ha sido víctima de una manipulación, lamenta en voz alta que su esposa haya usado a Raúl como arma contra él. Pero Raúl lo detiene con firmeza: le asegura que no es así. Que María está pasando por un momento difícil, que no lo ha utilizado para hacerle daño, y que, de hecho, aún lo quiere. La sorpresa de Andrés es evidente; esa supuesta cercanía emocional entre su mujer y un empleado no le pasa desapercibida. Intrigado —y quizás inquieto—, le pregunta si María le ha confiado tanto como para conocer sus sentimientos.

Raúl, esquivando cualquier confesión que pueda empeorar las cosas, da un giro a la conversación. Le dice que ha venido a recoger sus cosas. Se marcha a Madrid al día siguiente, decidido a buscar un nuevo rumbo, ya que las cosas no le han salido como esperaba. Le deja claro que su decisión es definitiva: Andrés no tendrá que verlo más.
Justo cuando la conversación parecía concluir, Manuela aparece para pedir ayuda con un saco de patatas. Raúl le promete ayudarle en cuanto termine. Andrés, ya sin energías para discutir, reconoce con resignación que no hay nada más que decir. La conversación se da por cerrada, y Raúl se marcha con Manuela, dejando atrás no solo un trabajo, sino una situación que lo ha marcado emocionalmente más de lo que esperaba.
Este tenso intercambio resalta varias fisuras: la desconfianza de Andrés hacia su esposa, la percepción de Raúl sobre la infelicidad de María y su inesperada decisión de marcharse. También deja en el aire una incómoda pregunta: ¿hasta qué punto María se ha apoyado en Raúl durante su crisis? ¿Y cuánto ha afectado eso a la visión que Raúl tiene tanto de ella como de Andrés?
La distancia física de Raúl parece inminente, pero su huella emocional en la historia —y en María— está lejos de desaparecer.