⚠️ SPOILER — “Una conversación que rompe el alma: María exige amor, Andrés ofrece resignación”
En los próximos episodios, viviremos uno de los momentos más intensos y dolorosos entre María y Andrés, un diálogo cargado de emociones donde quedará al descubierto lo insostenible de su relación. Todo comienza en la intimidad de una habitación, cuando María despierta a Andrés sobresaltada por sus palabras dormidas. Él, sin recordar del todo su sueño, sospecha que hablaba de Begoña, y eso basta para abrir una herida que ya sangraba desde hace tiempo.
María, harta y dolida, no puede más. El hecho de oírlo murmurar el nombre de otra mujer mientras ella está postrada, vulnerable y a merced de su entorno, desata su furia: “No entiendo cómo puedo aguantar todo esto. Escucharte hablar de Begoña en sueños y yo no poder moverme de esta habitación.” Sus palabras no son solo reclamos, son el desahogo de semanas de sospechas, de promesas rotas y de una lucha por un amor que, en el fondo, no le pertenece del todo.
Andrés, acorralado y visiblemente incómodo, intenta justificarse. Le dice que su sueño pudo haber estado vinculado con un episodio del pasado, cuando no supo comprender a Begoña en un momento clave. Pero María no quiere más excusas. Está cansada de compartir espacio, tiempo y vida con alguien que piensa en otra. Él le suplica que le dé tiempo, que sus sentimientos no son tan simples de apagar, que está haciendo un esfuerzo sincero por enfocarse en ella. Pero cada palabra que dice, lejos de consolar, ahonda la herida.

“No me vale, Andrés. Esto no me vale.” Esas palabras de María se convierten en un eco desgarrador que atraviesa el corazón del espectador. Porque lo que ella quiere no es paciencia, no es promesas vacías ni resignación. Ella quiere amor total, entrega real, exclusividad emocional. Y lo que recibe es una súplica débil, una esperanza incierta de que el tiempo haga el trabajo que él no ha podido hacer por voluntad propia.
La tensión entre ellos se transforma en un choque entre el deseo de María por un amor auténtico y la incapacidad de Andrés para desprenderse de un sentimiento profundo que aún lo ata a Begoña. Él le repite que va a intentarlo, que está comprometido a cuidarla, que confía en que el tiempo borrará lo que siente por la otra. Pero esa esperanza, para María, no es más que una derrota disfrazada de consuelo.
La escena no deja lugar a dudas: María está rota. No solo por los celos, sino por la sensación de estar atrapada en un amor a medias. Se siente traicionada, humillada, usada. Andrés, en cambio, aparece como un hombre dividido, entre lo que debe hacer y lo que realmente siente. Y en medio de todo esto, ambos se enfrentan a la cruel verdad: hay heridas que ni el tiempo puede curar si no hay amor verdadero que las sostenga.