Spoiler: “Gabriel y Andrés, enfrentamiento entre primos y verdades a medias”
La tensión crece en el próximo episodio cuando Andrés enfrenta directamente a Gabriel, al descubrir que todo lo relacionado con su supuesto caso en Madrid no es más que una mentira. Lo que comienza como una simple pregunta termina convirtiéndose en un duelo verbal cargado de sospechas, reproches y acusaciones apenas veladas. Andrés no se anda con rodeos y le exige a Gabriel que le diga la verdad: ¿por qué apareció en la casa alegando un caso inexistente? Gabriel, como de costumbre, mantiene la calma y responde con ironía, dejando claro que no acepta la acusación y que, según él, lo único que ha hecho desde su llegada es solucionar los problemas que otros han provocado.
La conversación entre los primos se convierte en una guerra fría. Andrés está decidido a destapar lo que él considera una manipulación constante por parte de Gabriel. Lo acusa de haber llamado a los hermanos Betanc para cerrar un contrato, cuando fue el propio Andrés quien previamente se comunicó con ellos, generando desconfianza y poniendo en riesgo el acuerdo. Gabriel se defiende afirmando que su único objetivo es ayudar a la familia, pero sus respuestas calculadas y su actitud distante no hacen más que alimentar la desconfianza de Andrés.
El enfrentamiento se intensifica cuando Andrés empieza a enumerar las veces que Gabriel ha intervenido, supuestamente para ayudar, pero siempre en momentos clave: el atropello reciente, el caso del perfume de lirio, la repentina aparición como asesor de mujeres, e incluso su influencia en las votaciones dentro de la empresa. Para Andrés, todo esto forma parte de un patrón. Gabriel parece estar siempre en el lugar correcto, en el momento justo, con una solución perfecta a cada crisis. ¿Casualidad? Andrés no lo cree.

Pero el punto más álgido llega cuando Andrés insinúa que Gabriel estuvo rondando los laboratorios el día que ocurrió el grave error en la fórmula del nuevo perfume, justo cuando Cristina Ricarte estaba allí. La sospecha es clara: Gabriel no solo podría estar manipulando el entorno a su favor, sino que incluso podría estar involucrado en actos más oscuros para desestabilizar a los demás y ganar terreno dentro de la empresa y la familia. Andrés no se contiene y lo acusa de haberse acercado a Cristina sin motivo aparente, como parte de un plan mayor.
Gabriel, fiel a su estilo, no se inmuta. Con una sonrisa calculada, responde que su trabajo es justamente ese: estar donde más se lo necesita para ofrecer soluciones legales y estratégicas. Pero Andrés no se deja engañar y continúa con su acusación, afirmando que Gabriel mintió desde el principio sobre su supuesto viaje a Madrid. En un momento de tensión máxima, Gabriel lo desafía abiertamente: “¿Me estás acusando de algo?” Andrés, con astucia, responde que no directamente, pero deja claro que sospecha de cada uno de sus movimientos.
El intercambio se vuelve más personal y hostil. Gabriel lanza una pulla, sugiriendo que si hay problemas es porque otros, como Andrés, los provocan. A pesar de las palabras cordiales, la atmósfera es la de una amenaza encubierta. Andrés deja clara su postura: no confía en él y no parará hasta descubrir lo que realmente está pasando. Gabriel, lejos de intimidarse, responde con una sonrisa fría: “Investiga todo lo que quieras. Yo no tengo nada que esconder”. Pero su último comentario, cargado de doble sentido, deja un escalofrío: “Solo vigila lo que buscas, no sea que se vuelva en tu contra”. Andrés, perplejo, le pregunta si eso es una amenaza. Y Gabriel, con tono calmado pero firme, remata: “No, es un consejo. De primo a primo”.
Este choque entre Andrés y Gabriel marca un antes y un después. Las cartas han sido puestas sobre la mesa, pero la partida apenas comienza. Ambos saben que el otro representa un obstáculo difícil de superar, y lo que está en juego es más que una empresa: es el control del futuro de toda una familia.