Dar la cara, sobre todo si llevamos ya un tiempo solucionando los fallos

Los próximos episodios nos llevarán directamente al corazón de una de las reuniones más tensas de la junta directiva de la fábrica, un encuentro donde las verdades ocultas y las ambiciones desmedidas se entrelazan en un peligroso juego de poder. Lo que en apariencia parecía una sesión más para revisar informes técnicos pronto se convierte en un campo de batalla cargado de reproches, revelaciones y decisiones que marcarán el rumbo de todos los personajes.

La escena se abre con la presentación de un informe elaborado por un nuevo técnico contratado tras semanas de sospechas y rumores. El documento es demoledor: establece con claridad que la enfermedad que ha comenzado a propagarse entre los trabajadores está directamente vinculada con las pésimas condiciones del departamento de saponificación. El ambiente en la sala se vuelve denso, todos intercambian miradas inquietas, y es Pedro quien, incapaz de aceptar semejante golpe, se apresura a negar categóricamente los hallazgos. Asegura que jamás ha existido ningún problema en esas instalaciones, que siempre han cumplido con la normativa y que el informe no es más que una exageración sin fundamento.

Sin embargo, Tasio, con la seguridad que le da tener el informe en sus manos, lo refuta punto por punto. Sus palabras son un mazazo para Pedro. Explica que el sistema de ventilación funciona al mínimo de su capacidad, que la humedad en el ambiente es constante y que los gases acumulados en el lugar favorecen la propagación de enfermedades respiratorias. Todo ello, asegura, es producto de la antigüedad de unas instalaciones que no han sido renovadas en décadas. Con voz firme, sentencia que la fábrica se ha ido deteriorando a plena vista de la Junta, que por negligencia nunca se preocupó en serio de lo que ocurría en el área de producción.

La tensión se eleva cuando Joaquín, incapaz de contener su indignación, lanza una acusación directa contra Pedro: lo señala de haber pagado a un falso técnico, un tal Malos Rojas, para encubrir la situación y seguir utilizando las deficiencias de la fábrica como arma de presión contra ciertos miembros de la junta. El golpe es devastador. Todos en la sala sienten cómo el aire se espesa y los ánimos se calientan. Con esta revelación, queda en evidencia que la salud de los trabajadores no fue la prioridad, sino la moneda de cambio en las intrigas de poder.

Pedro, acorralado, intenta defenderse. Su argumento es que aquel pago salió exclusivamente de su bolsillo y que en ningún momento comprometió a la empresa. Pero las dudas ya están sembradas y las miradas desconfiadas recaen sobre él. En ese momento, Gabriel, el abogado de la compañía, interviene para calmar las aguas. Con voz serena pero calculadora, plantea una estrategia que él considera prudente desde el punto de vista legal: no exponer toda la verdad, sino encontrar un equilibrio que permita proteger la reputación de la empresa.

En este punto, Andrés se une a la postura de Gabriel. Ambos coinciden en que lo peor que podrían hacer es permitir que la noticia de que los trabajadores enfermaron a causa de las instalaciones defectuosas se haga pública. Insisten en que semejante revelación hundiría la imagen de la fábrica, provocando un daño irreparable. Por eso, proponen una solución que, aunque parece razonable en la superficie, esconde un trasfondo cínico: cubrir todos los gastos médicos de los empleados afectados, pagarles el sueldo íntegro mientras se llevan a cabo las reparaciones, y mantener el asunto bajo absoluto secreto.

Para ellos, esta estrategia es la única capaz de evitar una catástrofe empresarial. Sin embargo, esa propuesta revela un profundo abismo moral. Mientras Gabriel y Andrés apelan a la necesidad de cuidar la fachada corporativa, lo que en realidad hacen es dar la espalda a la verdad, sacrificando la transparencia en nombre de la conveniencia.

Tasio y Joaquín, en cambio, se muestran firmes en su integridad. No aceptan el plan de encubrimiento. Tasio, con voz contundente, sostiene que lo único que corresponde es hablar claro a los trabajadores, decirles la verdad aunque duela, porque la honestidad es siempre la mejor salida. Joaquín lo respalda, convencido de que cualquier maniobra de ocultamiento no hará más que agravar la crisis a largo plazo. Entre ellos se alza un frente de resistencia moral que choca de lleno con las ambiciones de Pedro y las estrategias de Gabriel y Andrés.

El ambiente se convierte en un hervidero. Cada palabra se pronuncia con un filo cortante. La discusión ya no se centra solo en la salud de los trabajadores, sino en el rumbo mismo de la fábrica y en qué valores prevalecerán: la verdad o la conveniencia, la integridad o la ambición.

Finalmente, es Pedro quien, demostrando una vez más su habilidad para imponerse, recupera la iniciativa. Con un tono autoritario que no deja lugar a réplicas, anuncia el cierre inmediato del departamento de saponificación. Ordena que se clausure la zona hasta nuevo aviso y mira directamente a Tasio, exigiéndole que consiga de inmediato los presupuestos para modernizar las instalaciones. Sus palabras son órdenes que nadie se atreve a contradecir.

Pero Pedro no se detiene ahí. Antes de dar por finalizada la reunión, fija su mirada en Joaquín y le pide que se quede, insinuando que aún queda un asunto pendiente que quiere discutir en privado. Con esa maniobra, deja claro que, aunque haya cedido en apariencia, su verdadero juego de poder apenas comienza. La reunión se cierra de manera abrupta, con la autoridad de Pedro imponiéndose sobre todos los presentes, mientras el resto de la junta queda atrapada entre la obediencia y la indignación contenida.

La escena culmina con un sabor amargo. La supuesta victoria de Pedro no es más que la confirmación de que su ambición es más fuerte que cualquier otra cosa. Ha conseguido, al menos por ahora, acallar las voces disidentes, pero la fractura dentro de la junta ya es evidente. El dilema moral sigue abierto: ¿hasta qué punto se puede proteger la reputación de una empresa cuando el precio es la salud de los trabajadores?

En los próximos capítulos, este enfrentamiento traerá consecuencias imprevisibles. La decisión de Pedro de imponer su voluntad no hará más que profundizar las divisiones internas. Andrés, atrapado entre su lealtad familiar y su propia conciencia, se verá forzado a enfrentarse a sí mismo. Gabriel seguirá moviendo sus piezas con frialdad legalista, mientras Tasio y Joaquín no cederán en su empeño de dar la cara y hablar con la verdad. La fábrica se convierte así en un tablero donde cada movimiento puede decidir no solo el futuro de la empresa, sino también el destino de todos los que dependen de ella.