Spoiler: “No quiero quedarme”
En Sueños de Libertad, una escena profundamente emotiva entre Fina, Cristina y Claudia revela el conflicto interno de una joven que decide alejarse de todo para protegerse del dolor que la verdad ha traído a su vida.
Todo comienza cuando Fina entra al laboratorio y encuentra a Cristina empacando sus cosas. Con tristeza, le pregunta qué está ocurriendo. Cristina, tratando de mantener la compostura, le confirma que se va. Dice que regresará a Madrid en cuanto termine algunos pendientes con don Luis relacionados con el nuevo perfume. Ante la inquietud de Fina, que le pregunta si hay alguna enfermedad en su familia, Cristina responde con evasivas, sin entrar en detalles.
En ese momento aparece Claudia, que al ver la escena confirma con pesar lo que está pasando: “Cristina se nos vuelve a Madrid”. Fina, visiblemente afectada, le suplica que no se vaya de esa manera, que al menos se quede unos días más para despedirse con calma. Claudia, aunque preocupada, se marcha un instante a la tienda, no sin antes encargarle a Fina que intente hacerla cambiar de opinión. Antes de irse, lanza una súplica sincera: “Cristina, no te puedes ir ahora, por favor”.
Es ahí cuando Cristina, agobiada y sin poder seguir ocultando la verdad, se sincera. Confiesa que ha vuelto su madre adoptiva, la de siempre, la que la crió, y le ha pedido que no complique más su vida, que no remueva más heridas. Cristina ha decidido hacerle caso. Quiere preservar la estabilidad que tenía antes de que todo se desmoronara con las revelaciones sobre su origen. No quiere seguir escarbando en un pasado que solo le trae dolor.
Claudia regresa justo a tiempo para oír esas palabras. Conmovida, intenta hacerla recapacitar. Le recuerda que este trabajo en el laboratorio no solo es una oportunidad profesional, sino también un puente para conocer a Irene y comprender mejor su historia. Pero Cristina, cerrada en su dolor, es tajante: le devolvió las cartas a Irene. No quiere saber más de ella.
Claudia, desde el cariño, insiste. Dice que no defiende a Irene, que solo piensa en el bienestar de Cristina. Sabe que ese trabajo le apasiona y está convencida de que merece conocer toda la verdad sobre sus orígenes. Sin embargo, sus palabras no calman a Cristina, sino que la enojan. Le lanza una pregunta cargada de rabia: “¿La vas a defender otra vez?”
Con paciencia, Claudia le explica que no se trata de eso. Pero Cristina ya no escucha. Su respuesta es dura, nacida desde una herida profunda: no quiere seguir en un lugar donde siente que fue contratada solo por ser hija de Irene. Se siente usada, manipulada, convertida en una simple pieza dentro de un juego sucio de intereses familiares y empresariales.
Con esta confesión, Cristina deja claro que ha perdido la confianza en todo y en todos. Está harta de ser arrastrada por la verdad sobre su origen biológico. Lo único que desea ahora es escapar de ese entorno, proteger lo poco que le queda intacto de su identidad, aunque eso implique dejar atrás a personas que la aprecian de verdad.
Así, entre súplicas, reproches y verdades dolorosas, Cristina toma su decisión: se va, aunque le duela. Una despedida que deja cicatrices y que marca un nuevo capítulo en su camino, uno en el que quiere empezar de cero, sin el peso de los lazos rotos ni los secretos que la han definido.