MARTA AND FINA – Sueños de Libertad Capítulo 317

El apoyo de Gema a Teo tras la pérdida de su madre ❤️❤️

En el capítulo 317 de Sueños de Libertad, la historia da un respiro al drama político y familiar para abrir una ventana más íntima y emocional. Esta vez, el foco se centra en Gema y su relación con Teo, el pequeño que ha acogido tras la trágica pérdida de su madre, y en su honesta conversación con María, quien representa otra forma de maternidad no biológica.

La escena comienza en la tienda, cuando Gema entra para hacer unas pequeñas compras. María, como siempre atenta, le pregunta en qué puede ayudarla. Gema responde que busca productos sencillos: sales de baño y cremas para el rostro y el cuerpo. Pero lo que parecía una visita rápida se transforma pronto en una conversación profundamente humana.

Aprovechando el momento, María pregunta cómo están las cosas en casa con el niño que han acogido. Gema le cuenta que se llama Teo, que es su ahijado e hijo de Vega, su prima, quien para ella era más que eso: una hermana del alma. Hay una sombra de tristeza en sus palabras, y María, con delicadeza, le expresa su pésame. Gema agradece el gesto con un suspiro contenido y reconoce que es una gran pérdida, una madre que se va demasiado pronto siempre deja un vacío difícil de llenar.

Con una sonrisa serena, Gema le asegura que Teo se está adaptando mejor de lo que esperaban. Dice que está feliz en casa, que el colegio nuevo le ha sentado bien y que, poco a poco, va encontrando su lugar en esta nueva vida. Sin embargo, María no tarda en contrastar esa imagen optimista con lo que ha oído por otro lado. Le comenta que Julia le contó algo distinto: que al niño le está costando hacer amigos, que se muestra reservado y que le cuesta expresar sus emociones.

Lejos de ofenderse, Gema acepta la observación con madurez. Explica que es perfectamente natural que Teo esté pasando por un proceso complicado. Acaba de perder a su madre, y ese tipo de duelo no se supera en cuestión de días. Compartiendo un poco de su propia historia, confiesa que a ella le costó mucho superar la muerte de su madre también, aunque su padre la colmó de atenciones en un intento de compensar el dolor. Y ahí introduce una reflexión que deja a María pensativa: “No quiero repetir ese patrón con Teo.”

Gema y su pareja, Joaquín, han decidido criar al niño con firmeza y sin excesos. “No queremos criar a un niño con complejo de víctima ni hacerlo dependiente del cariño constante”, explica. María, algo tensa por el tono de la conversación, le pregunta si acaso está insinuando que Julia ha sido mimada en exceso. Gema, notando el desliz, aclara que no quiso decir eso, pero deja caer que ser demasiado blando no siempre es lo más saludable. Sugiere, sin malicia, que quizá María fue algo permisiva.

Esto despierta cierta desconfianza en María, quien le pregunta si ha escuchado comentarios al respecto. Gema, con honestidad, dice que no, que solo sabe que el abuelo tiene la custodia de Julia, pero también entiende que para María, Julia siempre será como una hija. En este punto, ambas mujeres encuentran terreno común: el amor profundo que se puede sentir por un hijo que no es de sangre.

Gema comenta que se puede ser feliz criando al hijo de otra persona, y María asiente con emoción contenida. Le cuenta que sigue actuando como albacea de la herencia de Julia y que está atenta a cada paso que da. Incluso ha conseguido para ella un pequeño papel en la obra de teatro de la escuela, algo que la mantiene ilusionada y le da un nuevo propósito.

La escena concluye con una despedida cordial, pero con muchas emociones implícitas. Dos mujeres que, desde caminos distintos, luchan por proteger y cuidar a los niños que la vida les ha puesto en el camino. Gema, con su sentido práctico, firme pero lleno de cariño; y María, con una ternura discreta pero profunda, consciente de que la maternidad tiene muchas formas y matices.

El capítulo nos muestra que, en medio del caos de las intrigas políticas y los dramas familiares, hay historias de amor silencioso, de afectos cotidianos, de mujeres que aprenden a ser madres sin haber dado a luz, y que, aún en medio del dolor, apuestan por reconstruir la vida desde la empatía y el compromiso.