Spoiler: El duelo entre Andrés y Gabriel estalla sin retorno
En un capítulo cargado de tensión y sospechas, Andrés decide enfrentar cara a cara a Gabriel, dejando de lado cualquier diplomacia. Lo aborda con el ceño fruncido y tono directo, preguntándole sin rodeos a qué se debía su nueva intromisión. La atmósfera entre ambos es cortante desde el primer segundo, y Andrés le hace saber que ha recibido noticias preocupantes: al parecer, los hermanos Betán —clave en el negocio del lirio— están molestos y confundidos. Según ellos, otro “Andrés de la Reina” también se había puesto en contacto para hablar del contrato. Lo inquietante es que ese otro Andrés… es el mismo Andrés que los está enfrentando ahora, generando desconfianza entre los socios y sospechas de duplicidad.
Andrés intenta explicar que, como parte de la directiva, solo estaba asegurándose de que todo se hiciera correctamente. Pero Gabriel no se deja engañar por esa excusa. Con tono frío y firme, le recuerda que él es quien lidera los asuntos legales y que ese tipo de gestiones ya son su responsabilidad directa. Andrés se impacienta, siente que Gabriel se entromete en todo, y su enfado crece cuando percibe esa actitud de “salvador” que el otro siempre muestra. Le lanza una crítica cargada de ironía: desde que Gabriel llegó, siempre tiene la solución perfecta para todo. ¿No es eso sospechoso?
Gabriel se mantiene sereno, afirmando que su función es precisamente esa: aportar soluciones. Pero Andrés, decidido a exponer lo que él ve como una red de manipulaciones, comienza a enumerar hechos que no considera casuales. Desde el misterioso atropello de semanas atrás, pasando por el conflicto con Diosado, hasta llegar a la fórmula fallida del nuevo perfume: todo parece tener el sello o la sombra de Gabriel. No hay incidente reciente en el que no esté involucrado de algún modo. A eso le suma los consejos “bienintencionados” que Gabriel ofrece a ciertas mujeres de la casa, la forma en que influye en decisiones empresariales, e incluso su presencia en las votaciones de la compañía. A los ojos de Andrés, Gabriel parece estar orquestándolo todo desde las sombras.
El punto más delicado llega cuando Andrés menciona que Gabriel fue visto con Cristina Ricarte en el laboratorio justo cuando ocurrió el fallo en la fórmula. ¿Qué hacía allí si supuestamente no tenía interés alguno en ese asunto? ¿Por qué buscó a Cristina? Las sospechas de Andrés se centran en una posible jugada sucia que podría haber causado la falla de manera intencionada. Y no es solo una intuición: para Andrés, esto responde a un patrón que se repite desde que Gabriel pisó la finca.
Gabriel mantiene la compostura y niega cualquier acusación, pero Andrés va más allá: lo acusa directamente de haber mentido sobre el supuesto caso legal en Madrid, afirmando que fue solo una excusa para instalarse en la casa y controlar desde dentro. Ante la presión, Gabriel no se altera. Le lanza un contraataque verbal: si tiene pruebas, que las saque; si no, que deje de insinuar. Andrés reconoce que por ahora no tiene pruebas, pero que piensa seguir investigando hasta encontrarlas. Gabriel, con una sonrisa que mezcla burla y amenaza, responde que está en su derecho, pero que debe tener cuidado con lo que busca… no vaya a terminar encontrando algo que se vuelva en su contra.
La frase deja a Andrés aún más encendido. Le pregunta si lo está amenazando. Gabriel, con un tono gélido pero aparentemente amigable, le contesta: “No es una amenaza… es un consejo. De primo a primo.” Esas últimas palabras no hacen más que reafirmar que el conflicto entre ambos ha pasado a otro nivel: ya no es solo una disputa empresarial o una desconfianza familiar, es una batalla abierta en la que ninguno de los dos parece dispuesto a ceder.
A partir de ese momento, el ambiente queda cargado de tensión. La conversación no resuelve nada, al contrario, profundiza la enemistad. Gabriel muestra su rostro más desafiante, y Andrés deja claro que seguirá observándolo, buscando cualquier falla, cualquier oportunidad para desenmascararlo. Pero Gabriel, astuto, no se deja intimidar. Ambos entienden que están jugando una partida muy delicada en la que cada movimiento cuenta. Lo que está en juego no es solo la empresa, sino la confianza de los que los rodean y, quizás, el futuro mismo de la familia.
Este tenso cruce marca un antes y un después en la relación entre Andrés y Gabriel. Ya no hay vuelta atrás: el duelo ha sido declarado, y aunque no se ha usado violencia, las palabras han sido afiladas como dagas. Con cada paso, el enfrentamiento crece y todo apunta a que, más temprano que tarde, uno de los dos terminará pagando un alto precio. La pregunta es: ¿quién caerá primero en este juego de poder y secretos?