Spoiler: María entre la esperanza, la estrategia y la manipulación

María vivió un momento trascendental. Un leve movimiento en sus piernas encendió en ella una chispa de esperanza que llevaba mucho tiempo apagada. Estaba tan emocionada que apenas podía poner en palabras lo que sentía. Su corazón latía con fuerza, y la posibilidad de volver a caminar le parecía un verdadero milagro. Aunque el médico aún no le había dado un diagnóstico definitivo y había sido cauto al respecto, María se negaba a ver la situación con pesimismo. Estaba convencida de que aquel primer movimiento era el inicio de su recuperación. “Voy a volver a caminar, lo sé”, declaró con una firmeza que asombró a Gabriel.

Pero Gabriel, más realista y preocupado por el bienestar emocional de María, trató de bajarla de la nube. Le recordó que el especialista les había advertido que ese movimiento podría no ser significativo y que en la consulta ella ni siquiera había podido mover el pie. Aun así, María estaba decidida a no dejarse vencer por el miedo. Rechazó las dudas de Gabriel, diciendo que tenía derecho a ilusionarse, incluso si los demás no compartían su entusiasmo.

La conversación, que comenzó como una explosión de esperanza, tomó un giro inesperado. Gabriel le preguntó si, en el caso de que realmente se recuperara, sería capaz de esconderlo. Le preocupaba cómo reaccionaría la familia si descubrían que María podía volver a caminar. La respuesta de María fue escalofriantemente calculadora: no solo sería capaz de ocultarlo, sino que fingiría estar paralizada el resto de su vida si eso le garantizaba mantener a Begoña alejada de Andrés. Aquella confesión reveló el lado más oscuro y manipulador de María. Estaba dispuesta a explotar su supuesta discapacidad para obtener lo que quería. Su objetivo era claro: no perder la cercanía con Andrés, cueste lo que cueste.

Gabriel, testigo de aquella confesión, quedó en shock. María incluso insinuó que podría contar con él como aliado si fuera necesario, para enfrentarse no solo a Begoña, sino a quien se interpusiera en su camino, incluido don Damián. La conversación fue interrumpida por la llegada de Begoña, quien preguntó por Olga y los ejercicios de María, sin sospechar nada del oscuro plan que se tejía frente a ella.

María, maestra del disimulo, cambió inmediatamente su actitud. Adoptó el papel de víctima, quejándose de estar agotada por los constantes movimientos y traslados. Alegó estar cansada, cuando minutos antes había afirmado que disfrutaba de las salidas. Begoña, notando cierto contraste en el comportamiento de María, le comentó que creía que se encontraba más animada desde que había salido en coche. María, sin pestañear, mintió asegurando que Gabriel la había llevado a ver el río, y que fue una experiencia maravillosa pero que ahora se sentía exhausta.

Begoña sonrió, elogiando a Gabriel por su dedicación, llamándolo “un ángel”. Gabriel, incómodo por el falso reconocimiento, trató de restarle importancia. La situación se volvió aún más tensa cuando Begoña, medio en broma y medio en serio, insinuó que pronto ella también querría que Gabriel la llevara a pasear. Gabriel, evasivo, dijo que seguro Andrés encontraría un momento para acompañarla una vez que resolviera todo lo relacionado con el perfume. Begoña asintió con un simple “ojalá”, dejando entrever la nostalgia y la tristeza que guardaba en el alma.

Una vez que Begoña se marchó a trabajar, María retomó su plan: le pidió a Gabriel que la subiera a su cuarto. Esta petición no solo reforzaba su dependencia física ante los demás, sino que también era una forma sutil de ejercer control emocional sobre Gabriel. Ella sabía que él se sentía responsable y atrapado entre el deber moral y los sentimientos que le provocaba su cercanía.

La escena nos deja una imagen clara del doble juego de María. Por un lado, la esperanza legítima de volver a caminar. Por otro, una estrategia fría y minuciosa para seguir manipulando a su entorno. María está dispuesta a seguir ocultando su posible recuperación y a utilizar su enfermedad como herramienta para mantener su lugar en la vida de Andrés. Se revela como una mujer compleja, capaz de soñar, sufrir y mentir con la misma intensidad.

Este giro en la trama cambia radicalmente la percepción que se tenía de ella. Lo que en otro momento podría haber sido un relato inspirador sobre resiliencia y superación, ahora se transforma en una historia sobre ambición, resentimiento y manipulación emocional. María ya no es solo una mujer que busca sanar, sino alguien que ha convertido su dolor en arma y su vulnerabilidad en un escudo contra quienes percibe como amenazas. La pregunta que queda es: ¿hasta dónde está dispuesta a llegar para no perder lo que cree que le pertenece?