Spoiler: “Una alianza peligrosa entre sangre y poder”
En un nuevo giro estratégico dentro de Sueños de Libertad, Damián y Gabriel protagonizan una conversación que deja al descubierto la fragilidad del equilibrio dentro de la familia y la empresa. Lo que empieza como una advertencia, termina sellando una alianza con tintes oscuros que podría alterar el destino de todos.
Damián, visiblemente intranquilo por la cercanía que nota entre su hijo Gabriel y María, decide intervenir. Le pide hablar a solas con él, preocupado por la influencia que María podría estar ejerciendo. No tarda en advertirle que la joven no es tan inocente como aparenta. Según él, hay muchas sombras en su pasado, entre ellas problemas psicológicos severos e incluso un intento de suicidio. Con firmeza, le recomienda a Gabriel que se mantenga alerta, que no se deje manipular ni se acerque a ella por compasión.
Gabriel, lejos de incomodarse, escucha con aparente serenidad y le responde con claridad: no se mueve por lástima. Afirma que ha observado a María durante mucho tiempo y ha comprendido su verdadero potencial. Le revela que, si ella quisiera, podría desestabilizar por completo tanto la empresa como la fábrica. Esa posibilidad, según él, representa una amenaza real. Por eso, considera que mantenerla cerca no es un riesgo, sino una necesidad estratégica.
En ese punto, Damián sugiere volver a contemplar la idea de apartar a alguien del negocio —ya sea su hijo u otra figura clave— para evitar complicaciones a futuro. Pero Gabriel rechaza de plano esa opción. Le explica que tomar medidas tan drásticas sería contraproducente, largo y conflictivo. En cambio, propone un enfoque más sutil y eficaz: ganarse la confianza de María, hacerle creer que actúa por decisión propia, aunque en realidad esté siguiendo los intereses de ellos dos. “Si queremos recuperar el control de la empresa”, sentencia, “necesitamos tener a María de nuestro lado”.
La conversación da un giro inesperado cuando Damián le pregunta sin rodeos si él influyó en la sorprendente decisión de María de apoyar su propuesta del nuevo perfume para el aniversario, en lugar de la de Pedro. Gabriel, sin perder la compostura, sonríe con discreción. No da una respuesta directa, pero deja en claro, con su silencio calculado, que tuvo mucho que ver. “No soy de los que presume sus victorias”, dice, con un tono enigmático que termina por confirmar las sospechas de Damián.
Lejos de molestarle, Damián queda impresionado. Admite que Gabriel lo sorprende cada día más y reconoce que sería un error forzar una ruptura interna en ese momento. Prefiere seguir por la vía de la estrategia silenciosa, y celebra que ambos estén en la misma página. Así, deja claro que ve en su hijo no solo a un heredero, sino a un socio imprescindible.
La charla concluye con una frase que resume la nueva dinámica entre ellos: Gabriel, con una sonrisa cómplice, le dice a su padre: “Quizá porque llevamos la misma sangre”.
Damián asiente, complacido, sellando una alianza tan poderosa como peligrosa, donde el poder, la manipulación y los lazos de sangre se entrelazan con un objetivo claro: dominar la empresa desde dentro, cueste lo que cueste.