🌿 Eres bueno. Sabes ganarte a la gente sin levantar la voz – Sueños de Libertad 367
En este episodio de Sueños de Libertad, la tensión empresarial y los vínculos personales se entrelazan en una escena sutil pero profundamente reveladora entre Marta y Pelayo, donde se pone de manifiesto no sólo la fragilidad de la empresa ante decisiones polémicas, sino también la solidez del entendimiento que crece entre dos personas marcadas por su sentido del deber y la prudencia.
La secuencia comienza en la oficina de Marta, un espacio que refleja su carácter meticuloso y exigente. Ella está completamente absorta revisando unos documentos financieros. Los papeles se apilan sobre su escritorio, y su rostro denota preocupación. Murmura frases sueltas mientras pasa páginas: “Esto no cuadra… es insostenible”. La frustración va en aumento, porque lo que está viendo no tiene sentido desde el punto de vista económico. Algo no encaja. Hay una decisión reciente en juego, una propuesta que considera inviable, y las cifras lo confirman. Sabe que no se trata solo de números: detrás hay motivaciones políticas y personales que podrían perjudicar seriamente el futuro de la empresa.
Justo en ese momento, alguien llama suavemente a la puerta. Es Pelayo. Marta levanta la vista, aliviada por su presencia. Le pregunta si tiene un momento para hablar. Él asiente con su habitual calma. Marta lo invita a pasar y, sin rodeos, le explica el asunto que la ocupa. Está evaluando el impacto económico de una nueva medida que ha propuesto don Pedro: ceder el 5% de los beneficios de la empresa al equipo creativo, es decir, a los perfumistas. Una iniciativa que, aunque puede sonar noble y motivadora en apariencia, representa un golpe duro a la estabilidad económica de la compañía.
Marta le detalla que al hacer los cálculos, el resultado ha sido peor de lo que esperaba. Las proyecciones indican pérdidas significativas a medio y largo plazo. Pelayo la escucha con atención, asiente con el ceño fruncido, y le da la razón sin rodeos: no hace falta ser un experto en finanzas para comprender que una medida así pone en riesgo la rentabilidad de la empresa. Es evidente que ese 5% no es una cifra menor.
Pero Marta va más allá. Le revela su verdadera preocupación: esta decisión no es sólo un error económico, sino una maniobra política. Según su lectura, don Pedro no busca únicamente incentivar al equipo creativo, sino ganarse su simpatía. Y eso es peligroso. Si los trabajadores terminan viéndolo como un benefactor generoso, cuando llegue el momento de una reestructuración o un cambio en la dirección, será muy difícil para cualquier otro recuperar el control sin provocar revueltas internas. La fidelidad que don Pedro está cultivando ahora podría volverse en su contra más adelante.
Pelayo lo comprende al instante. Con tono sereno pero firme, añade que los perfumistas ya perciben un sueldo por su labor. Están en nómina porque cumplen con su trabajo, como todos los empleados. No es necesario regalarles beneficios adicionales para valorar su desempeño. Marta, sarcástica, comenta que hasta hace poco eso era lo lógico, hasta que don Pedro tuvo esta “brillante idea”. Ambos se miran sabiendo que, más allá del sarcasmo, hay una verdad dolorosa: las decisiones precipitadas de Pedro podrían tener efectos devastadores.
Pelayo va más allá en su análisis. Comenta que es sorprendente que alguien con experiencia empresarial apoye una medida así… a menos que se recuerde que don Pedro viene del mundo de la automoción, no del perfume. Son sectores totalmente distintos, con modelos de negocio y márgenes muy diferentes. Lo que puede funcionar en una industria mecánica no se traduce necesariamente al mundo sensorial, creativo y delicado de los perfumes.

Pelayo advierte que este asunto debe tratarse con sumo cuidado en la próxima reunión del consejo. Cualquier declaración imprudente podría abrir la puerta a reclamaciones legales o malentendidos que, una vez iniciados, serían difíciles de detener. Marta coincide, pero expresa otra inquietud: si ella misma es quien expone estos argumentos a Luis, puede parecer que lo hace movida por motivos personales. Las tensiones entre ella y Luis aún son recientes y muy visibles. Teme que sus palabras sean interpretadas como un ataque familiar, más que como un razonamiento profesional.
Es entonces cuando Pelayo da un paso al frente. Se ofrece a hablar con Luis en su lugar. Él no carga con ese historial emocional. Su posición es neutral y su manera de expresarse, mesurada. Marta se muestra agradecida, aunque también duda. Le pregunta si Luis podría sentirse ofendido por no ser ella quien le hable directamente. Pero Pelayo, con su característica diplomacia, la tranquiliza. Le asegura que si plantea la situación con serenidad, sin imponer nada y dejando claro que sólo se busca lo mejor para la empresa, no hay razón para que Luis lo malinterprete. Lo importante, dice, es que Luis no piense que la familia Reina está intentando manipular las decisiones desde las sombras.
Es en ese instante, al escuchar estas palabras tan equilibradas, que Marta se deja vencer por la emoción. Con voz baja pero sincera, le dice:
— “Eres bueno. Sabes ganarte a la gente sin levantar la voz.”
Pelayo se sonroja ligeramente, y con una sonrisa humilde le agradece el cumplido. No necesita grandes discursos ni gestos grandilocuentes: su fuerza está en la templanza. Se despide con suavidad y sale de la oficina, dejando a Marta en un silencio que no es de angustia, sino de alivio.
La escena cierra con Marta mirando por la ventana, pensativa. Aún hay mucho por resolver, pero al menos sabe que no está sola. En Pelayo ha encontrado un aliado sereno, alguien que no sólo entiende los números, sino también las sutilezas humanas detrás de cada decisión empresarial. Hay entre ellos una creciente confianza, una complicidad nacida no del afecto inmediato, sino del respeto mutuo y de la convicción compartida de que la empresa —y sus trabajadores— merecen algo más que promesas vacías.
Este capítulo nos recuerda que las decisiones empresariales no sólo se juegan en los balances, sino también en los gestos silenciosos, en la elección de quién habla y cómo lo hace. Marta sigue cargando con muchas responsabilidades, pero la presencia de Pelayo es un respiro entre tanta presión. La diplomacia, a veces, puede ser el mejor escudo.