Yalı Günlükleri #83: El pasado no perdona y el presente se rompe | Yalı Çapkını
Una tormenta emocional sacude los cimientos de la familia cuando Andrés decide enfrentar cara a cara a su padre, Damián. La conversación entre ambos es cualquier cosa menos una charla trivial; es una batalla emocional donde las palabras se clavan como puñales, revelando heridas del pasado que jamás cicatrizaron. Todo se desencadena tras una cena familiar marcada por la tensión y el silencio, donde Andrés, visiblemente herido, lanza un comentario sarcástico sobre cómo su padre no le dirigió ni una palabra durante toda la velada. La respuesta de Damián no hace más que avivar el fuego: dice fríamente que no tiene ganas de hablar y que es mejor postergar la conversación para el día siguiente. Pero Andrés ya está demasiado dolido como para esperar.
El joven no se contiene y arremete contra lo que percibe como un desdén constante de su padre. Sospecha que el motivo de la frialdad de Damián está relacionado con los últimos sucesos en la fábrica, especialmente por no haberlo invitado a la reunión clave que se celebró ese mismo día. Andrés intenta justificar su decisión, explicando que quería evitarle el mal trago. Sin embargo, Damián, sarcástico, no acepta esa excusa y señala lo desagradable que fue todo, subrayando el daño causado.
Pero lo más grave aún está por salir a la luz. Damián exige saber por qué Andrés decidió acusar públicamente a su primo Gabriel durante la reunión. Andrés, firme, dice que solo intentó que Gabriel confesara la verdad. No obstante, Damián lo increpa con dureza, señalando que lanzar acusaciones sin pruebas solo sirvió para manchar el nombre de la familia. Luego, como si quisiera comprender hasta dónde ha llegado su hijo, le pregunta si es cierto que entró en la habitación de Gabriel para revisar sus pertenencias. Andrés no lo niega, pero se justifica asegurando que lo hizo porque si Damián hubiera estado presente, se habría puesto de parte de Gabriel, como siempre lo hace.
El reproche cala hondo. Damián lo niega, pero en el fondo empieza a ver que la rabia de Andrés tiene raíces más profundas. El punto de quiebre llega cuando Andrés menciona a su hermano fallecido, Jesús. Acusa a su padre de repetir con Gabriel el mismo favoritismo que mostró con Jesús en vida, como si intentara llenar el hueco que dejó su muerte. El comentario deja a Damián helado. Por primera vez, entiende que los celos y resentimientos de Andrés no son nuevos; llevan años incubándose en silencio.
El patriarca, decepcionado, le responde que la rivalidad la está creando él mismo y que está viendo enemigos en todas partes. La confrontación escala cuando Damián, con una mezcla de enojo y dolor, le lanza una dura verdad: “¿Qué pretendes? ¿Que me alinee con alguien que acusa sin pruebas? ¿Que sea testigo de cómo pierdes la cabeza por los celos?”. Y como si fuera poco, le recuerda que él y Jesús también pelearon en el pasado por Begoña. “No aprendiste nada de aquello”, le dice. “¿Quieres repetir lo mismo ahora con tu primo?”
Andrés, lejos de retractarse, insiste en que Gabriel es el causante de todos los problemas recientes en la fábrica. Lo acusa de hacerse pasar por Salvador y de sabotear todo desde las sombras. Se pregunta por qué, desde la llegada de Gabriel, todo ha ido en picada. Su desesperación raya en la obsesión.

En ese instante, justo cuando la conversación está al borde de explotar, entra Tasio, con expresión preocupada, solicitando hablar con Damián con urgencia sobre lo ocurrido en la fábrica. Damián lo deja pasar y le pide que cuente todo. Tasio explica que ha estado revisando los accesos al laboratorio y entrevistando a todos los empleados. Al principio, parecía no encontrar nada relevante, hasta que revisó los casilleros del personal. En uno de ellos, concretamente en el de Remedios Ojos, una trabajadora del área de paquetería, encontró una copia de la llave del laboratorio escondida en el bolsillo de su delantal.
Este hallazgo cambia radicalmente el panorama. Por primera vez, hay una prueba concreta que desvía la sospecha de Gabriel. De pronto, todo el discurso de Andrés queda en entredicho. La posibilidad de que haya acusado erróneamente a su primo se vuelve real, y con ello, la fractura familiar se profundiza. La mirada de Damián revela decepción, no solo por el error de juicio de Andrés, sino también por su incapacidad de controlar los celos y dejar de lado rencores del pasado.
La escena concluye en un silencio cargado de tensión. Andrés, aislado emocionalmente, siente que ha perdido no solo la razón, sino también el apoyo de su padre. Damián, por su parte, comienza a comprender que su familia arrastra cicatrices que nunca sanaron, que la muerte de Jesús sigue pesando como una sombra omnipresente, y que los celos mal gestionados pueden hacer más daño que cualquier enemigo externo. El nombre de Gabriel, por ahora, podría empezar a limpiarse, pero el conflicto familiar está lejos de resolverse. Las heridas están abiertas, las lealtades fracturadas, y el futuro de la familia pende de un hilo invisible, tejido por viejas pérdidas y verdades que aún duelen.