Marta, quiero ir contigo a la casa de los montes
La escena se abre con una atmósfera cargada de tensión y ansiedad. Marta ha recibido un mensaje inesperado de Fina: desea acompañarla a la casa de los Montes. La pregunta surge de inmediato: ¿por qué quiere regresar allí, después de todo lo ocurrido? Fina, con voz temblorosa pero decidida, confiesa que necesita asegurarse de que no quede ni rastro de los eventos del día anterior. El recuerdo de lo sucedido aún pesa sobre ella, y su necesidad de controlar cada detalle refleja tanto su miedo como su sentido de responsabilidad ante lo que podría delatar sus actos.
Cuando Marta llega, encuentra a Fina en el almacén, barriendo con cuidado los restos de varias obras de arte que se habían roto en medio del caos. Fina está visiblemente abrumada; su respiración es irregular y su expresión refleja desconcierto. Entre sus manos, dos frescos se han caído al suelo, símbolo tangible del desorden emocional que la embarga. Con una mezcla de tristeza y frustración, confiesa que ha perdido la noción de sus pensamientos, que la confusión la domina y que teme que algo más pueda desbordarla. Marta, con la calma que la caracteriza, intenta tranquilizarla de inmediato, recordándole que no es momento de angustiarse más de lo necesario y asegurándole que lo peor ya ha pasado. Le explica que, aunque los recuerdos de la tragedia aún persistan, juntas podrán superarlo, y que todo finalmente saldrá bien si actúan con prudencia.

Fina, todavía ansiosa, toma la mano de Marta con un gesto de súplica. Sus ojos reflejan una mezcla de miedo y confianza; sabe que necesita a Marta a su lado para sentirse segura. Con voz temblorosa, sugiere ir a un lugar privado dentro de la casa para hablar más detenidamente, lejos de miradas indiscretas. Su deseo de acompañar a Marta a la casa de los Montes no surge de la curiosidad, sino de una necesidad imperiosa de revisar personalmente el lugar, asegurándose de que no haya dejado ni un solo indicio de lo ocurrido. La insistencia de Fina revela su cautela y su determinación por controlar las consecuencias de los eventos recientes, mientras lucha por mantener la calma frente al trauma vivido.
Marta intenta razonarle que Pelayo ya ha revisado la casa, asegurándose de que todo esté en orden. Sin embargo, Fina no se conforma: quiere examinar la ropa, inspeccionar la tierra removida y cerciorarse de que no quede nada que pueda comprometerlas. Su insistencia no es obstinada; es la manifestación de un instinto de supervivencia y de la necesidad de reafirmar que el secreto permanece seguro. Tras unos momentos de diálogo, Marta comprende que Fina realmente necesita hacerlo y acepta acompañarla, asegurándole que estarán juntas y que no hay motivo para el miedo. La comprensión y el apoyo de Marta producen un visible alivio en Fina, quien no deja de agradecerle repetidamente, reconociendo que no podría enfrentarse a este momento sin su compañía.
En un instante más íntimo, Marta le recuerda a Fina que había prometido a su padre regresar a casa esa tarde, lo que añade una capa de responsabilidad y compromiso familiar a la escena. Para garantizar su seguridad y mantener la calma, le explica que pasarán la noche en Madrid, de modo que ninguna preocupación externa pueda interferir con su revisión. Fina escucha con atención y gratitud, comprendiendo que la protección de Marta no solo es emocional, sino también física, un apoyo tangible que le permite sentirse más segura ante la magnitud de la situación.
Mientras ambas planifican la visita, Marta pregunta si Fina desea encontrarse directamente en la casa de los Montes o si prefiere que la recoja. Antes de que puedan decidir, Pelayo llega inesperadamente. Las presentaciones son cordiales, pero la tensión subyacente es evidente. Saluda a ambas y pregunta cómo se encuentran, un gesto que intenta normalizar la situación, aunque la ansiedad aún se percibe en el aire. Marta y Fina responden que están tratando de olvidar lo ocurrido y continuar con sus vidas, enfatizando la calma y la compostura necesarias para mantener el secreto. La tranquilidad que proyectan no es mera fachada; es un esfuerzo consciente por preservar la seguridad emocional de todas las personas implicadas. Pelayo asiente con comprensión, compartiendo la preocupación de que nadie debe enterarse de lo sucedido, destacando la importancia de las apariencias y la discreción en momentos críticos.
Finalmente, Marta informa a Fina que necesita ir a la oficina por asuntos pendientes y le indica que se encontrarán más tarde. Sale dejando a Fina y Pelayo atrás, quienes mantienen la compostura pese a la tensión y el trauma reciente. La escena transmite de manera clara la ansiedad persistente, el miedo a las repercusiones y la necesidad de mantener el secreto a toda costa. La insistencia de Fina en revisar personalmente la casa revela su carácter meticuloso y su determinación, mientras que la calma y la comprensión de Marta refuerzan el vínculo de confianza entre ambas. La presencia de Pelayo añade otra capa de complejidad: su papel como observador y protector resalta la importancia de controlar las apariencias y manejar la situación con cuidado, subrayando la fragilidad emocional que rodea a todos los involucrados.
La dinámica entre Marta y Fina se convierte en el eje central de esta escena: una muestra de solidaridad, confianza y resiliencia ante la adversidad. Mientras revisan cada rincón de la casa, la tensión aumenta con cada detalle que deben inspeccionar, desde la tierra removida hasta los objetos personales. Fina, visiblemente nerviosa, busca seguridad en la compañía de Marta, quien actúa como ancla emocional, brindándole fuerza para enfrentar los temores que todavía persisten. La comunicación silenciosa entre ambas revela no solo la urgencia de la situación, sino también un profundo entendimiento mutuo que trasciende las palabras: saben que su supervivencia depende de mantenerse unidas, de actuar con cautela y de protegerse la una a la otra frente a cualquier amenaza.

La llegada de Pelayo, aunque breve, recuerda a Fina la necesidad de mantener la calma y de proyectar normalidad ante terceros. Cada gesto, cada palabra y cada mirada se convierte en parte de un delicado equilibrio entre el manejo de emociones y la estrategia de autoprotección. Mientras la escena avanza, se percibe que la ansiedad de Fina es atenuada por la firmeza de Marta, y que la combinación de precaución, confianza y apoyo mutuo es lo que les permite avanzar sin sucumbir al miedo. La escena culmina con Marta saliendo del lugar, dejando a Fina y Pelayo en un momento cargado de tensión contenida, donde el silencio y la vigilancia mutua son la manifestación de la complejidad emocional que las envuelve.
En resumen, esta escena refleja la importancia de la confianza y la solidaridad en tiempos de crisis, el impacto del trauma reciente sobre los personajes y la necesidad de actuar con cautela para proteger secretos que podrían cambiarlo todo. La insistencia de Fina por controlar los detalles y la presencia comprensiva de Marta muestran cómo la alianza entre ambas se fortalece en medio de la adversidad, mientras que la aparición de Pelayo añade una capa de tensión que recuerda que, a pesar de los esfuerzos por mantener la calma, la amenaza y la presión siempre están presentes. La combinación de ansiedad, secreto y apoyo mutuo convierte esta visita a la casa de los Montes en un momento decisivo, cargado de suspenso y emociones intensas, que marcará la evolución de los personajes en los capítulos siguientes.