🔴 No puedo ni trabajar, Carmen: el desgarro de Marta y las verdades de Irene

La trama de Sueños de Libertad continúa sumergiéndonos en un torbellino de emociones, donde cada personaje carga con sus heridas, sus secretos y la presión constante de mantener en pie sus responsabilidades. En este episodio, se cruzan dos escenas de enorme peso emocional: por un lado, Marta, que ya no puede más con la angustia por la ausencia de Fina y la exigencia de su padre; y por otro, Irene, que revela a Digna una verdad devastadora sobre Pedro. Ambos momentos están impregnados de dolor, tensión y la inquebrantable fuerza de dos mujeres que, aunque heridas, se mantienen firmes en la búsqueda de respuestas y justicia.

La primera parte nos abre una ventana íntima al estado de Marta. Agotada, incapaz de concentrarse, confiesa a Carmen que no puede trabajar, que su mente y su corazón solo están ocupados por un vacío: la ausencia de Fina. El amor de su vida ya no está a su lado y eso la consume. El simple hecho de no tenerla cerca la arrastra a un abismo de desesperación. Marta admite que, aun sabiendo que Fina está a salvo en París junto a Ester, no soporta la distancia. Esa necesidad de buscarla, de bajar a los lugares donde antes solía encontrarla, aun sabiendo que ya no está, se convierte en un castigo que ella misma se impone, una herida que sangra más cada día.

El dolor se mezcla con la rabia al recordar que todo esto es consecuencia de un hombre que nunca debió cruzarse en su camino: Santiago, cuya fuga de la cárcel ha desatado el caos. Carmen, con la empatía de una amiga y aliada, reconoce lo injusto de la situación y expresa cuánto lamenta verla pasar por ese sufrimiento. La conversación muestra a Marta desbordada: reconoce que no puede ni siquiera concentrarse en su trabajo, que el simple hecho de intentar avanzar en la campaña del nuevo perfume la hace colapsar, porque en lugar de pensar en estrategias publicitarias, lo único que invade su mente es Fina, su ausencia y lo mucho que la extraña.

La presión no se detiene. Marta revela que Damián, su padre, no deja de exigirle resultados, recordándole el gran lanzamiento del perfume de aniversario. Esa exigencia paternal, disfrazada de deber laboral, se convierte en otra losa que carga sobre sus hombros. Sin embargo, Carmen no la deja sola en ese dolor: le ofrece ayuda, le dice que puede contar con ella para lo que necesite, ya sea en el trabajo o en lo personal. Al principio, Marta se muestra renuente, pues no es mujer de pedir favores ni de mostrar debilidad. Pero poco a poco, entre lágrimas y confesiones, admite que quizá esta vez sí acepte esa mano amiga. La escena alcanza un punto de ternura cuando Carmen le recuerda que para ella, Marta no es solo la pareja de su hermano Tasio, sino también alguien de su familia, porque Fina es como una hermana para ambas. Esa complicidad femenina, ese pacto de apoyo incondicional, se convierte en un respiro en medio del torbellino.

Mientras Marta lidia con su dolor y sus responsabilidades, la narrativa nos lleva a otro escenario cargado de tensión: el encuentro entre Irene y Digna. La atmósfera aquí cambia de inmediato. Digna recibe a Irene con afecto, cocinando con la esperanza de compartir una comida con sus hijos, aunque ellos no llegarán a tiempo. La conversación, que empieza con calidez y familiaridad, pronto se adentra en terrenos espinosos. Digna, con ternura, le pregunta a Irene cuándo piensa regresar a casa, deseando reparar el vínculo roto. Pero Irene, con voz firme y sin dejar lugar a dudas, responde que eso no es posible. Todo lo ocurrido entre ella y Pedro es irreparable, y no hay camino de regreso.

Digna, sorprendida, admite que había pensado que, tras su última charla, quizá las cosas podrían mejorar con su hermano. Pero Irene la corrige con dureza: nada ha cambiado, nada se ha solucionado. Es entonces cuando Irene decide compartir la verdadera razón de su visita. Con un tono grave, confiesa que la última vez no dijo toda la verdad porque no tenía pruebas. Ahora, en cambio, sí las tiene: Pedro le confesó que le entregó dinero a José para que desapareciera y no acudiera a su cita con Cristina. La revelación sacude a Digna hasta lo más hondo. No puede creer lo que escucha y repite incrédula: ¿su hermano realmente admitió algo así? Irene, con la serenidad que da la determinación, confirma que sí.

La reacción de Digna mezcla shock y tristeza. Todo lo que creía saber sobre Pedro se tambalea. Irene, por su parte, no lo comparte con rencor ni con rabia, sino con la claridad de quien busca justicia y verdad. Su único objetivo ahora es descubrir dónde está José y qué fue de él. La escena es un espejo de emociones encontradas: por un lado, la calidez de Digna, que quiere unir a su familia y recuperar la armonía perdida; por otro, la firmeza de Irene, que no está dispuesta a callar ni a tolerar más mentiras. Ambas mujeres representan, cada una a su manera, la fuerza femenina en medio de un mundo marcado por el dolor y la traición.

Lo interesante es cómo ambas escenas, la de Marta y Carmen y la de Irene y Digna, se entrelazan en un mismo tema: la lucha de las mujeres por sostenerse a sí mismas en medio de la tormenta. Marta se debate entre la angustia personal y la exigencia del deber laboral, mientras Irene enfrenta de frente una verdad incómoda que amenaza la estabilidad de su familia. En ambas, la vulnerabilidad convive con el orgullo y la determinación, mostrando personajes profundamente humanos, desgarrados pero fuertes.

El episodio logra transmitir que, en Sueños de Libertad, nada es superficial. Cada diálogo esconde capas de dolor, amor, lealtad y secretos. Marta, con su declaración de que no puede trabajar ni concentrarse, muestra que incluso las más fuertes tienen momentos de quiebre. Carmen, con su apoyo incondicional, subraya la importancia de la solidaridad. Irene, al desenmascarar a Pedro, demuestra que la verdad, aunque duela, es el único camino hacia adelante. Y Digna, sorprendida pero comprensiva, se convierte en ese puente de calidez que equilibra la dureza de las revelaciones.

Con estas escenas, la serie prepara el terreno para conflictos aún más intensos. Marta tendrá que decidir hasta dónde dejará que su dolor la paralice y cuándo retomará el control de su destino. Irene, en cambio, ha dado un paso irreversible al sacar a la luz el secreto de Pedro, y ahora la búsqueda de José promete abrir nuevas grietas en la familia. El episodio nos deja con un sabor amargo pero también con una certeza: las protagonistas de esta historia no se rinden, incluso cuando todo parece desmoronarse.