🔴 En cómo me ha abandonado el amor de mi vida: Marta entre el dolor y la fábrica
El próximo episodio se sumerge en una de las escenas más intensas y reveladoras de Sueños de Libertad, donde el peso de la pérdida, la angustia y la responsabilidad se entrelazan en una conversación íntima entre Marta y su padre Damián. Todo gira en torno a la ausencia de Fina, cuyo paradero sigue siendo un misterio, y a la creciente presión que recae sobre Marta, dividida entre el dolor de un amor perdido y las obligaciones ineludibles de la fábrica.
La secuencia arranca con Damián, que intenta acercarse a su hija con cautela. Con un tono suave y casi paternal, pregunta si hay alguna noticia nueva sobre Fina. Marta, agotada y con la voz quebrada, responde que no, que todo sigue igual, que la incertidumbre sigue creciendo y devorándola por dentro. Esa falta de respuestas pesa como una losa en su ánimo, y su desesperanza comienza a hacerse evidente. Damián, en un esfuerzo por consolarla, asegura que tarde o temprano habrá novedades y que, una vez capturado Santiago, todo volverá a estar bajo control. Sin embargo, el rostro de Marta refleja que esas palabras no bastan: el miedo a que algo terrible le haya ocurrido a Fina no desaparece con promesas.
Viendo a su hija al borde del colapso, Damián decide desviar la conversación hacia un terreno más práctico. Sugiere hablar de la fábrica, un espacio que siempre ha sido símbolo de lucha, compromiso y también de cargas familiares. Marta, con esfuerzo, accede y explica que la situación en la planta no es la mejor. Muchos trabajadores han dejado de acudir, dominados por el miedo y la incertidumbre que reina desde que varios compañeros enfermaron y las amenazas externas se han multiplicado. Lo que debería ser un refugio de estabilidad, ahora es un terreno lleno de tensión. Damián se muestra preocupado, consciente de que la ausencia de personal es un riesgo grave para la producción. Pero Marta, anticipándose a esa reacción, aclara que ya han tomado medidas. Luz ha aceptado hablar directamente con los trabajadores para tranquilizarlos y explicar lo sucedido. Esa iniciativa, aunque arriesgada, se convierte en un respiro: quizá pueda restaurar la confianza y la normalidad.

Damián aprueba la decisión y afirma que si la estrategia funciona, pronto todo volverá a encarrilarse. Sin embargo, mientras lo dice, observa a Marta con atención. Su hija luce abatida, con el rostro marcado por el dolor y la fatiga. Es entonces cuando ella confiesa que no se siente bien, que está demasiado desgastada para enfrentarse a otro día en la fábrica, y que en lugar de acudir, pensaba descansar. La respuesta de Damián es inmediata y contundente: no pueden permitirse retrasos. Hay un proyecto crucial en marcha, el lanzamiento del perfume por el aniversario, una campaña que puede marcar un antes y un después en la imagen de la fábrica y en el futuro de la familia. Le recuerda que ella misma se comprometió a liderar esa iniciativa, a escoger un nombre, diseñar una imagen y preparar la campaña publicitaria. Para él, es el momento de que Marta cumpla con su promesa.
Las palabras de su padre retumban en la mente de Marta, que se encuentra atrapada entre el peso insoportable de la angustia por Fina y la exigencia de no fallar en el terreno laboral. Damián, creyendo hacer lo mejor, intenta persuadirla con lógica: tal vez concentrarse en el trabajo le ayude a no pensar en lo que la atormenta. Pero esas palabras son la chispa que enciende la explosión emocional de Marta.
Con un grito cargado de dolor, le responde: “¿No pensar en qué? ¿En que el amor de mi vida me ha abandonado, en que podría estar en cualquier lugar, tal vez en peligro? ¿En eso es en lo que no debería pensar?”. Sus palabras atraviesan el aire con crudeza, dejando en evidencia toda la herida que intenta ocultar. La fuerza de su confesión sacude a Damián, que por un momento se queda en silencio, consciente de la magnitud del sufrimiento de su hija. Marta ya no puede disimular: su dolor por Fina es profundo, visceral, y no se atenúa con el paso del tiempo ni con la lógica de los negocios.
Conmovido y preocupado, Damián propone una salida práctica: contratar a alguien externo que asuma las responsabilidades de Marta mientras ella se recupera. Su intención es aliviar la carga, pero lejos de aceptarlo, Marta se rebela con una mezcla de orgullo y firmeza. Recupera la compostura y, casi como si erigiera un muro frente a sus emociones, rechaza tajantemente la idea. Con voz decidida, asegura que no hace falta nadie más, que ella misma se ocupará. Y añade con orgullo una frase que resuena como un manifiesto: “Una reina nunca flaquea, mucho menos en el trabajo”. Con esas palabras, Marta demuestra que, aunque destrozada por dentro, no está dispuesta a mostrar debilidad ante nadie, ni siquiera ante su propio padre.
Ese instante revela la esencia de Marta: una mujer desgarrada, que por un lado se consume de dolor por la incertidumbre de Fina, pero que, al mismo tiempo, se aferra con uñas y dientes a su papel de líder, convencida de que si permite que otros la vean débil, perderá el respeto y la autoridad que tanto le ha costado sostener. La contradicción la define: vulnerabilidad íntima y fortaleza pública, amor que la desarma y orgullo que la sostiene.
Damián, viendo a su hija alejarse con esa fuerza impostada, queda aún más inquieto. Sabe que tras esa fachada de dureza, Marta se está quebrando por dentro. El espectador percibe en sus ojos el temor de que tanta presión acabe pasándole factura. La escena se cierra con Marta marchándose con paso firme, mientras la cámara se queda con Damián, que suspira con resignación y preocupación.

Este intercambio, aunque breve en apariencia, está cargado de múltiples capas. Por un lado, es la representación del conflicto eterno entre el deber y el corazón: Marta atrapada entre la fábrica que necesita su liderazgo y el amor que teme haber perdido para siempre. Por otro lado, muestra la diferencia de enfoques entre padre e hija: Damián prioriza la lógica, la imagen y la continuidad del negocio; Marta, aunque lo intenta, no logra silenciar el dolor que la ahoga. Al final, su orgullo la empuja a mantenerse firme, pero el espectador sabe que bajo esa coraza se esconde una herida que no cicatriza.
Con esta escena, la serie deja claro que la desaparición de Fina no solo afecta al corazón de Marta, sino que también amenaza con alterar el equilibrio de toda la fábrica. La tensión entre la vida personal y las responsabilidades laborales promete ser un eje fundamental en los próximos capítulos, con un interrogante latente: ¿cuánto tiempo podrá Marta sostener esa doble carga antes de que la verdad, su dolor y su fragilidad salgan a la luz?