🔔 SPOILER – “No lo dudes” (Resumen del nuevo capítulo de Sueños de libertad)
En este potente episodio, los juegos de poder, los pactos ocultos y los sacrificios personales marcan el ritmo de una trama que no da tregua. Marta y Pelayo enfrentan uno de los momentos más decisivos de su relación: Pelayo está a punto de dar el salto a la política, pero antes necesita algo más importante que un nombramiento: el beneplácito de su esposa. Marta, dividida entre el deber y su deseo de libertad, deja claro que no piensa apoyarlo si él no es honesto con lo que implica este paso.
Ella sabe que el cargo de gobernador civil es una oportunidad, pero también un precio. Un precio que ya ha pagado en otras formas: “Tú te casaste por conveniencia. Ahora me toca a mí sacrificarme”, dice. Pelayo la necesita de su lado, y para convencerla sella un pacto: juntos, escalarán hasta las más altas esferas, aunque eso implique aparentar una vida que no tienen.
Mientras tanto, Fina, siempre aguda, le lanza a Marta una frase que le duele más de lo que admite: “Ese papel viene con el cargo de consorte”. Aunque se dicen aliadas, ambas saben que están perdiendo algo íntimo, que ya no hay sitio para su amor en este nuevo tablero de ajedrez.
En otro ángulo de la historia, Irene enfrenta el dilema más difícil de su vida: revelar a Cristina que es su madre biológica. Aconsejada por Digna, entiende que decir la verdad podría arruinar todo vínculo que ha construido desde el silencio. La conversación entre ambas es íntima y sincera. Digna comparte cómo ella también guardó un secreto similar con Tasio, hasta que su conciencia no la dejó callarlo más. Irene duda, pero comprende que no todo acto de amor conlleva una revelación.
A todo esto, María vive una profunda crisis emocional. Sintiéndose atrapada y sin control sobre su vida, intenta suicidarse. Raúl y Manuela logran encontrarla justo a tiempo. La escena es desgarradora: vendajes improvisados, pulso débil, una doctora que lucha contra el reloj, y un Andrés que llega desesperado y se derrumba al verla. María, entre lágrimas, le confiesa: “No puedo prometer que no lo volveré a hacer. Lo único que puedo decidir es si sigo viva”. Es una frase que encierra todo su dolor, toda su pérdida de poder sobre sí misma. Andrés le promete cambiar, promete nunca volver a tomar decisiones sin contar con ella. Y, en un susurro cargado de rabia, dice: “Los mato”. No es una amenaza literal, sino el grito de un hombre que se siente impotente ante el sufrimiento de la mujer que ama.
Pero la tragedia no es el único frente abierto. La fábrica enfrenta una crisis creativa. El diseñador Cobeaga, que había depositado su confianza en Perfumerías De la Reina, rechaza la propuesta de fragancia de Cristina e Irene por no estar a la altura. Les llama anticuados, provincianos, incapaces de comprender su visión moderna. Irene se queda devastada, pero don Damián zanja el asunto: “Nuestra identidad está en lo que creamos, no en lo que hacemos al gusto de otros”. Es una declaración de principios… pero también puede costarles caro.
Por otro lado, la tensión familiar sigue escalando. Gabriel, que ha causado desconfianza desde su llegada, se enfrenta a las sospechas crecientes de Pelayo. El joven parece esconder algo, y Tasio, en una conversación reveladora, le confiesa que en realidad son hermanos. Este dato, que para algunos sería irrelevante, es una bomba en la historia: Gabriel no es quien dice ser.

Y mientras la familia lidia con escándalos públicos y privados, las heridas personales siguen abiertas. Carmen y Anastasio discuten por la presencia del hermano de ella en casa. Él, celoso, lo ha echado sin consultarle, y Carmen lo acusa de querer borrar a su familia. “No me gusta un pelo ese ataque de celos”, le dice. Anastasio se defiende, diciendo que su hogar también necesita espacio, que ya es hora de crecer. Pero detrás de esa decisión hay un poso de egoísmo que Carmen no está dispuesta a perdonar tan fácilmente.
En otro rincón de la historia, los secretos familiares de Pedro siguen sin resolverse. Él, obsesionado con descubrir la verdad sobre Gabriel y su padre, insiste en que hay algo más profundo detrás de su repentina aparición. Damián intenta calmar las aguas, pero Pedro se niega a rendirse: “Es nuestro turno de saber la verdad”.
Y justo cuando todo parece más enredado, un giro inesperado sacude la historia: María, aún recuperándose del intento de suicidio, le dice a Andrés con firmeza que no puede prometerle nada. Que su voluntad está fracturada, que ha perdido el poder sobre su propia vida. Es una de las escenas más duras y reveladoras del episodio. Andrés, sin palabras, solo puede prometerle que eso va a cambiar.
Este capítulo lo tiene todo: ambición política, traiciones familiares, heridas abiertas y la dolorosa lucha de una mujer por recuperar el control sobre su destino. Un episodio que marca un antes y un después en Sueños de libertad.
Y tú, después de esto… ¿aún lo dudas?