Spoiler: “Celos, reproches y verdades que aún duelen”
En Sueños de Libertad, Andrés y Begoña protagonizan una conversación íntima pero tensa, en la que los celos, la culpa y los reproches salen a la superficie sin filtros. En una mañana aparentemente tranquila, todo comienza con un comentario simple: Andrés le pregunta a Begoña cómo está su tobillo y por qué María no ha bajado a desayunar. La respuesta es directa: María se sintió alterada y decidió dormir sola. Pero lo que podría haber quedado ahí, se transforma rápidamente en un intercambio lleno de emociones contenidas.
Andrés, con tono incómodo, interpreta la decisión de María como un acto de independencia, algo que todos decían querer… aunque a él, claramente, le incomoda. Begoña intenta explicarle que no lo dice con segundas intenciones, pero Andrés no puede evitar sentirse desplazado. Los celos afloran y lanza una frase que lo deja en evidencia: “María ya consiguió lo que quería, tenerte todo el día pendiente de ella, mientras nosotros nos alejamos cada vez más”.
La tensión crece. Andrés le recuerda con dureza que, aunque María esté en silla de ruedas, sigue siendo su esposa, le guste a quien le guste. Begoña, herida por sus palabras, le pregunta si él habría actuado de otra manera en su lugar. Andrés admite que probablemente no. Pero en lugar de quedarse en esa línea de autocrítica, cambia de tema y se enfoca en su relación con Begoña. Le dice que ni siquiera necesitan a otros para seguir haciéndose daño mutuamente.
Ese comentario rompe el muro. Andrés baja la guardia, se muestra vulnerable y reconoce sus errores. Le confiesa que le dolió profundamente enterarse de que Dios Dado intentó pedir ayuda a don Pedro y este se negó. Reconoce que fue injusto en su momento y que ella tenía razón al pedirle más compasión. También le revela que el día anterior enfrentó a don Pedro por eso, incluso delante de su tía.
Begoña, con tristeza, le responde que hubiera querido que lo hiciera cuando más se necesitaba, porque ahora Dios Dado está preso. El daño ya está hecho. Andrés no se justifica. Simplemente asume la culpa con un sincero: “Tenías razón”. Begoña, aunque sigue dolida, acepta sus disculpas. Pero queda claro que el perdón no borra el dolor.
La escena cierra con una declaración que deja todo en suspenso: Begoña dice que espera que Gabriel pueda ayudar a Dios Dado en el juicio. Sus palabras no solo reflejan la esperanza de una reparación, sino también que el papel de Gabriel será crucial en lo que está por venir.
Una conversación cruda, cargada de sentimientos encontrados, donde los errores del pasado todavía pesan, pero también se abre una puerta —aunque sea pequeña— al entendimiento y a la posibilidad de redención.