Hola amigos, bienvenidos a un nuevo avance exclusivo de Sueños de Libertad
(Capítulo 331 – Spoiler)
En este episodio, las apariencias engañan y las decisiones pesan. Don Pedro pone en marcha una jugada sutil pero peligrosa para ganarse la confianza de Joaquín, mientras que Andrés se enfrenta al costo emocional de sus actos, poniendo en riesgo su propia felicidad.
La historia comienza en el despacho de la empresa. Joaquín entra con tensión evidente. Don Pedro, con una sonrisa perfectamente medida, lo recibe agradeciendo el regalo del coñac que le hizo. Joaquín responde con frialdad. En un gesto sorpresivo, Don Pedro le entrega una elegante caja de puros, pero aclara que no son para él, sino para que los reparta en una cena del círculo de empresarios. Según dice, le serán útiles para abrir puertas.
Joaquín frunce el ceño: ni siquiera ha sido invitado a dicha cena. Don Pedro responde con aparente humildad: aunque él es el actual director, pronto Joaquín volverá a ocupar ese puesto, y debe empezar a construir relaciones. Aunque el gesto parece generoso, deja en el aire una pregunta: ¿es una cesión sincera o una táctica para ganar tiempo y desviar sospechas?
Joaquín, agradecido pero aún escéptico, menciona que a Gema le encantará la idea, lo que Don Pedro aprovecha para soltar un comentario ambiguo sobre cómo a las mujeres esas cosas suelen gustarles más que a los hombres.
La conversación toma otro rumbo cuando Joaquín revela que su primo Andrés y su tío Damián están decididos a encontrar a Gorí, creyendo que él podría tener la clave sobre la muerte de Jesús, una clave que podría apuntar directamente a Don Pedro. Joaquín le pregunta si tiene alguna idea de por qué han llegado a esa conclusión.
Con expresión tranquila, Don Pedro afirma saberlo todo: Damián nunca le perdonó ocupar su lugar ni haberse casado con Digna. Lo que más lamenta, dice, es que ella haya tenido que oír esas “teorías absurdas”. Joaquín insiste: ¿cree que es una simple venganza? Don Pedro mantiene su versión: Gorí apareció hace días para pedirle trabajo, pero él se negó rotundamente. Cuando Joaquín quiere saber dónde se dio ese encuentro, Don Pedro responde con agudeza: no habría sido leal recibirlo allí, especialmente para Tacio y para él.
En ese momento, Digna interrumpe la conversación. Don Pedro le comenta que Joaquín asistirá a la cena en su lugar, a lo que ella responde con alivio. Joaquín agrega, con una sonrisa controlada, que así podrá estrechar lazos para el futuro regreso a la dirección. Digna, emocionada por la aparente armonía, agradece el esfuerzo por llevarse bien. Pero detrás de cada gesto amable y cada palabra cortés, se esconde una red de sospechas y verdades a medias. ¿Será Don Pedro tan transparente como aparenta?
Mientras tanto, en casa de los Reina, Begoña y Julia regresan del cine. Julia está radiante, emocionada por lo vivido: cine, cena elegante y una noche especial con su madre. Al entrar, ven que hay luz en la galería. Es Andrés, que las recibe con una mezcla de cariño y tristeza. Julia corre hacia él y le cuenta con alegría cada detalle del día.

Andrés, conmovido por su entusiasmo, le acaricia el cabello y le promete acompañarlas en la próxima salida. Julia insiste en que deben repetir la experiencia, pero con él vestido elegante. Todos ríen, pero cuando Julia sube a su habitación, el ambiente se transforma.
Begoña y Andrés se quedan a solas. Lo que antes era complicidad, ahora es tensión contenida. Andrés, mirando hacia las escaleras, dice que ver feliz a Julia le conmueve. Begoña, aún herida, le reprocha: no entiende cómo puede hablarle así, sabiendo que él ha elegido otro camino. Andrés le toma la mano, intentando explicar que aunque decidió apartarse, hay cosas que nunca podrá olvidar.
Begoña, dolida, le deja claro que no puede seguir actuando como si no le doliera, que no puede fingir que todo está bien. Le dice que por eso ya no pueden seguir saliendo los tres, ni hacer planes como si nada hubiera pasado. Ella necesita protegerse de lo que siente.
Andrés, con la voz temblorosa, admite que se aferra a los recuerdos para sobrevivir a la vida que ha elegido. Aunque se adapte a su nueva realidad, no podrá borrar lo que vivieron. “Eres la razón de mi vida”, confiesa, sabiendo que ya no puede estar con ella.
Begoña, entre la rabia y la tristeza, le dice que las palabras que le dijo el día anterior sonaban a alguien más, no a él. Andrés, derrotado, le responde que el hombre que se enamoró de ella ya no existe. Que el que queda es alguien que ha renunciado a ser feliz.
Begoña, firme, sentencia: “Entonces lo nuestro solo puede quedar en el recuerdo. En ese rincón donde viven los amores imposibles.” Y antes de irse, le pide un último favor: que la ayude a olvidarlo. Luego sube las escaleras, dejándolo solo, inmóvil, con la mirada perdida.