Hola amigos, bienvenidos a un adelanto especial de Sueños de Libertad (SPOILER)

Esta semana, la tensión emocional en Sueños de Libertad alcanza un nuevo pico con el conflicto cada vez más insostenible entre María, Andrés y Begoña. María continúa encerrada en su dolor, negándose a recibir ayuda y dejando que el rencor y los celos la consuman. Su obsesión con Andrés y su animadversión hacia Begoña la mantienen atrapada en un estado emocional tóxico, donde su orgullo y su deseo de control superan cualquier lógica o bienestar.

El episodio se abre en la casa de los De la Reina. Begoña entra en silencio en la habitación de María, con la intención sincera de hablar y tender una mano. Pero la hostilidad de María es inmediata. “¿Tú qué haces aquí?”, espeta con frialdad, dejando claro que su presencia no es bienvenida. Begoña, con una calma forjada en el dolor, intenta explicarle que solo quiere saber cómo se encuentra, si los ejercicios han aliviado su espalda, si aún siente los brazos dormidos. Le recuerda que Andrés le comentó algunos avances y que ella, como fisioterapeuta, le recomendó algunos movimientos básicos para iniciar su recuperación.

Pero María no escucha razones. Le lanza un reproche envenenado: “Ahí comenzó todo, ¿verdad?”, refiriéndose a los inicios del acercamiento entre Begoña y Andrés, precisamente cuando él estaba lesionado. Begoña, con firmeza, le responde que no está allí por enemistad, sino porque le importa su bienestar. Con paciencia, le sugiere que intente ejercicios simples, incluso con calcetines si no tiene una pelota de rehabilitación. María, cada vez más irritada, lo toma como una burla.

“No estás sola”, insiste Begoña con ternura, pero María responde con sarcasmo, diciendo que eso no la acerca más a poder irse “a nadar a la piscina”, como si lo dicho no tuviera ningún valor. A pesar de todo, Begoña no se rinde: le ofrece ayuda para moverse, vestirse, para lo que necesite. María, consumida por los celos, estalla: cree que Begoña está disfrutando de su desgracia y lanza una frase punzante: “¿Sabes lo que creo? Que te encanta esto”.

Con mucha entereza, Begoña le aclara que, aunque no se lleven bien, nadie merece pasar por lo que ella está viviendo. María, incapaz de aceptar la empatía, la acusa de intentar liberar a Andrés de su compromiso con ella. “No te voy a dar ese gusto”, le grita. Begoña, casi suplicando, le dice que Andrés está agotado, que necesita descansar, que ni come ni duerme bien. “Yo también necesito a mi marido”, le confiesa. Pero María, furiosa y desbordada, grita que no necesita ni quiere nada de ella: ni compasión, ni ayuda, ni lástima.

Lo más duro llega cuando María, con un dolor mezclado con rabia, le recuerda que ya tiene suficiente con haber recibido “su asquerosa sangre”, en referencia a una transfusión previa. Esas palabras cortan como cuchillos. “Si Andrés quiere ayudarme, es mi marido. Nadie tiene derecho a meterse”, concluye con voz rota. Le ordena que se vaya y que no vuelva a cruzar la puerta. Begoña se retira sin decir nada más. Su expresión lo dice todo: tristeza, impotencia y una preocupación que no desaparece.

Mientras María se hunde en su obstinación, Pedro también enfrenta sus propios fantasmas. La tensión en la casa De la Reina se extiende más allá de lo personal. Un nuevo foco de sospecha se abre cuando Pedro descubre que, gracias a una gestión de Damián, Luis ha contratado a una nueva ayudante en el invernadero. Lo que Pedro no sabe —y lo inquieta profundamente— es quién es en realidad esa joven.

Movido por la sospecha, Pedro se dirige al invernadero y allí conoce a Cristina, una joven de mirada tímida pero amable. “Supongo que tú eres la nueva ayudante, ¿no?”, le pregunta con tono inquisitivo. Ella se presenta con naturalidad: Cristina Ricarte. Al escuchar ese apellido, Pedro se queda congelado por un segundo. Ricarte. El nombre despierta recuerdos que creía enterrados.

Un flashback lo lleva a una conversación tensa con Damián. “Yo solo lucho por mi familia”, decía él. Pedro, con frialdad, le contestó que no tenía idea de lo que eso significaba. Damián le lanzó una advertencia que ahora resuena como una profecía: “Quizá aún no sabe quién eres en realidad. El pasado siempre vuelve”.

Volviendo al presente, Cristina, preocupada, le pregunta si se encuentra bien. Pedro disimula con una sonrisa forzada. Le pregunta si Damián fue quien la presentó a Luis. Cristina responde que sí, que su nombre salió de la universidad, que fue recomendada para la entrevista. Pedro, aunque aparentemente tranquilo, comienza a atar cabos. ¿Es una simple coincidencia que Damián haya estado detrás de su contratación?

“Estoy seguro de que vas a aportar mucho”, le dice finalmente, despidiéndose con cortesía. Pero al salir, no puede dejar de pensar en lo extraño de la situación. Cristina Ricarte. Ese nombre no puede ser casual. Si Damián está detrás, ¿qué planea realmente? ¿Qué conexión hay entre Cristina y el pasado de Pedro?

Este capítulo nos deja con dos líneas argumentales cargadas de tensión emocional. Por un lado, la desgarradora actitud de María, cegada por el rencor, capaz de sacrificar su recuperación con tal de mantener a Andrés atado. Por otro, los misterios que resurgen del pasado de Pedro, con una nueva figura que podría cambiarlo todo.

¿Será Cristina parte de una estrategia encubierta de Damián? ¿Logrará Pedro descubrir la verdad antes de que se le venga encima? ¿Y qué pasará con Andrés, atrapado entre la lealtad, el desgaste emocional y su vínculo con Begoña?

Déjanos en los comentarios qué opinas de esta tormenta de emociones que nos trae Sueños de Libertad. Gracias por acompañarnos en este adelanto especial. ¡Nos reencontramos muy pronto con más revelaciones!