Spoiler: “Sueños de libertad – La oscuridad que consume el alma”
En una noche cargada de emociones y tensiones no resueltas, los secretos y las culpas comienzan a emerger como sombras que lo envuelven todo. Este avance exclusivo de Sueños de libertad nos sumerge en los abismos emocionales de personajes que ya no pueden escapar de su propio pasado. Pelayo, al borde del colapso moral, toma una decisión desesperada: devolver las cartas que había robado. Sin embargo, lo que podría parecer un gesto de redención no es más que un reflejo del tormento que lo consume. El miedo a ser descubierto por Damián lo tiene al límite, y la culpa le impide encontrar paz.
En paralelo, Gabriel, enfrentando sus propios demonios interiores, intenta acercarse a Begoña de una forma tan sigilosa como emotiva. Busca una conexión que le devuelva algo de humanidad, aunque sus intenciones no siempre resultan claras. Mientras tanto, la tensión se intensifica entre Pelayo y Marta. Después de una cena cargada de silencios incómodos, Marta le detiene antes de que se retire a su habitación. “Sé que me has perdido tiempo”, le reprocha con dolor. La frialdad entre ellos es ya insostenible, incluso frente a los demás. Pelayo, intentando alejarse de ese dolor que le persigue, responde que solo quiere mirar hacia adelante. Pero Marta no se convence, y el tema del bebé perdido se cuela en la conversación como una herida aún sangrante. Aunque él intenta minimizarlo, Marta intuye que hay más detrás de su actitud evasiva.
La escena se ve interrumpida por la inesperada aparición de Damián, cuya mirada aguda detecta inmediatamente el nerviosismo de Pelayo. Cuando pregunta si ocurre algo, Marta miente, fingiendo normalidad, aunque por dentro arde de incertidumbre. Damián atribuye el malestar de Pelayo a la cancelación de su viaje a Londres, y aunque intenta restarle importancia, Marta ya no puede más. Con tono ácido, le deja claro que no quiere seguir hablando del tema. Damián, con su habitual compostura, intenta reconducir la situación hablando de la fiesta del 25 aniversario. Menciona que gracias al perfume de Cristina todo estará listo a tiempo, pero Marta siente que hay algo más detrás de su aparente calma.
Ella le lanza una pregunta directa, como quien busca romper la fachada: “¿No tiene nada que contarme?” La tensión entre padre e hija se intensifica, y el nombre de Irene se convierte en una bomba emocional. Marta le reprocha que ahora sea tan cercano a Irene, al punto de invitarla a cenar. Damián, con su clásica evasión emocional, afirma que la conoce desde hace años. Pero Marta no se conforma. Su tono se vuelve más frío y cortante. “Con quien tenía relación era con su hermano”, lanza, dejando claro que las viejas heridas siguen abiertas.
Damián intenta defender a Irene, describiéndola como una mujer honesta y justa, pero sus palabras caen en saco roto. Marta, cegada por el dolor, no puede aceptar ninguna explicación. Lo que sigue es un silencio denso, cargado de resentimientos no sanados. En ese mutismo se esconde toda la distancia emocional que los separa. Damián guarda secretos que jamás revelará, y Marta siente que la única verdad que le queda es la mentira que se repite para calmarse.
En otro rincón de la casa, Pelayo intenta devolver las cartas que robó. Lo hace con manos temblorosas, sabiendo que su acto no lo redimirá. Es un hombre roto, atrapado por sus propios errores. Cada movimiento suyo es una danza con el peligro. Sabe que el castigo puede llegar en cualquier momento, y sin embargo, no puede hacer otra cosa que avanzar. La desesperación lo guía, y su alma parece ya condenada.
Mientras tanto, Begoña y Gabriel coinciden en la cocina, en medio de la madrugada. La tensión entre ellos se palpa en el aire. Gabriel rompe el silencio con una pregunta inocente: “¿Tampoco puedes dormir?” Begoña, sorprendida y recelosa, intenta mantener la compostura. Gabriel, fiel a su estilo, se muestra encantador. Le recuerda que hacían un buen equipo. En un impulso inesperado, la besa. Un gesto fugaz pero profundamente incómodo. Begoña, confusa, se aparta. Gabriel intenta justificar su acción: “Eres la mujer más inteligente que he conocido”, le dice. Pero sus palabras no logran borrar el efecto del beso no deseado. Una brecha emocional se abre entre ellos, y no hay halagos que puedan cerrarla.
En medio de toda esta tensión, las preguntas fundamentales quedan flotando: ¿Podrán Marta y Damián reconciliarse con sus propios errores? ¿Será Pelayo capaz de vivir con el peso de sus actos? ¿Puede Begoña fiarse de Gabriel, o se trata solo de una manipulación disfrazada de afecto?
Mientras estas dudas carcomen a los personajes, otro frente emocional arde con fuerza: el triángulo Andrés-Gabriel-Julia. Andrés, herido por el creciente vínculo entre su prima Julia y Gabriel, intenta recuperar su lugar en la vida de la joven. Le propone pasar una tarde juntos, pero el destino, siempre cruel, le juega en contra. Un problema con el suministro de lirios le impide asistir a la cita. Gabriel, oportuno, aprovecha para llevarse a Julia de paseo. Al regresar, ambos regalan flores a Begoña, un gesto simple pero devastador para Andrés. La imagen de su primo ganándose el cariño de quienes él más quiere lo hunde aún más. Siente que lo ha perdido todo: la confianza de Julia, el afecto de Begoña, y la estabilidad que creía tener.
El capítulo culmina con esa amarga sensación de derrota, de lazos que se rompen y verdades que hieren más que cualquier mentira. Cada personaje parece condenado a enfrentar sus propios fantasmas. Y mientras las apariencias se mantienen durante el día, es en la oscuridad de la noche donde todo lo verdadero se revela.