⚠️ SPOILER — Sueños de Libertad, Capítulo 300
Título: Marta defiende a Fina mientras Pelayo admite que casarse fue su mayor apuesta 💔
En el capítulo 300 de Sueños de Libertad, presenciamos una escena intensa entre Marta y Pelayo que deja al descubierto las grietas emocionales y políticas de su matrimonio pactado. Todo comienza en la oficina de Marta, donde mantiene una conversación telefónica con el señor Franklin. De pronto, Pelayo entra sin previo aviso. Desde el instante en que se cruzan las miradas, la tensión entre ambos es evidente. Pelayo no pierde tiempo: le pide hablar y va directo al tema. Le confiesa sin rodeos que casarse fue un error.
Marta, visiblemente agotada por los conflictos del día, corta el drama de raíz. Le responde que ya ha tenido suficientes discusiones y no está de humor para más. Pero Pelayo, intentando suavizar el momento, le ofrece una caja de bombones. Quiere reconciliarse, o al menos calmar las aguas. Reconoce que su reacción anterior —motivada por unas fotos comprometedoras— fue exagerada y nacida del miedo. Le recuerda que su matrimonio no fue por amor, sino una estrategia para protegerse de un entorno hostil que no tolera a quienes aman diferente.
Aun así, Pelayo insiste en que deben tener cuidado. Cualquier error podría costarles caro. Marta, sin titubear, responde con firmeza. Le deja claro que Fina siempre ha sido parte de su vida, incluso antes del matrimonio, y que no piensa alejarse de ella. Le recuerda que él aceptó casarse sabiendo lo que eso implicaba. Pelayo admite que sí, pero también confiesa que jamás imaginó que el camino estaría lleno de tantos riesgos. Marta entonces le lanza una verdad dura pero innegable: para personas como ellos, vivir su verdad es siempre peligroso, porque están obligados a ocultarla. Amar no es sencillo cuando se vive bajo la amenaza constante del rechazo y la persecución.
La conversación da un giro más íntimo cuando Pelayo, dejando ver su vulnerabilidad, admite que esta fue la mayor apuesta de su vida. Casarse con Marta, bajo circunstancias tan complicadas, fue un acto de valentía, pero también un riesgo altísimo. Él tiene miedo, y ese miedo lo consume. Habla de lo que sucede con las personas como ellos en las colonias agrícolas de Canarias o en las cárceles: castigos brutales, vidas arruinadas. Su temor no es infundado, sino fruto de una sociedad que castiga el amor fuera de las normas establecidas.

Marta escucha con atención. No le quita legitimidad a su miedo, pero le pide algo fundamental: que no la ataque cada vez que se siente amenazado. Le suplica que no deje que el miedo lo paralice, ni que lo convierta en un enemigo dentro de su propio hogar. Para ella, el amor y la libertad no deben vivirse como una constante huida, sino como un acto de dignidad. Marta entiende los riesgos, pero también sabe que vale la pena enfrentarlos si el objetivo es vivir auténticamente.
Pelayo, por fin, parece entenderlo. Le da la razón: deben actuar con inteligencia. No pueden permitirse errores impulsivos ni decisiones guiadas por el orgullo. Ya están casados, y por más que no sea una unión romántica, deben aprender a apoyarse como aliados. No se trata solo de protegerse mutuamente, sino de defender la posibilidad de una vida donde no tengan que esconder quiénes son. Pelayo afirma que su motivación no es su apellido ni su estatus, sino el deseo de conservar la libertad —algo que, en su mundo, puede desaparecer en un segundo.
Este diálogo entre Marta y Pelayo expone lo complejo de sus circunstancias. Lo suyo no es un matrimonio por amor, pero sí una alianza construida con intención y necesidad. Marta se mantiene fiel a sí misma, defendiendo a Fina con convicción, mientras Pelayo lucha contra sus propios temores para no dejarse consumir por ellos. En medio de un entorno represivo y violento, ambos buscan una manera de resistir sin rendirse. Aunque sus caminos emocionales son diferentes, el capítulo deja claro que su lucha es compartida: sobrevivir, pero también vivir con dignidad.