⚠️ Spoiler – THE PROMISE: Adriano unmasks Lisandro with a hidden detail in the gift: he was never a Duke
La aparente generosidad de Lisandro da un giro inquietante en The Promise, cuando el humilde Adriano, aún abrumado por el sorprendente obsequio de 200 hectáreas de tierras, comienza a dudar de las verdaderas intenciones del hombre que dice ser un duque. El regalo —una escritura de propiedad presentada con gran teatralidad y envuelta en terciopelo carmesí— despierta primero asombro, luego suspicacia.
Adriano, que siempre ha sido más observador de lo que aparenta, nota un detalle que pasa desapercibido para los demás: el sello de lacre que acompaña los documentos no corresponde con ningún escudo nobiliario auténtico. Intrigado y sintiéndose responsable, acude en secreto a la biblioteca del marqués para comparar heráldicas y genealogías. Lo que descubre lo deja helado: no hay rastro alguno de un “Duque de Lisandro” en los registros oficiales.
Mientras en la superficie todos celebran el inesperado ascenso social de Adriano, él se sumerge en una investigación que lo lleva a descubrir una cadena de identidades falsas, maniobras legales dudosas y un pasado turbio detrás del supuesto título nobiliario. Lisandro, lejos de ser un aristócrata conmovido por el heroísmo de un labriego, es en realidad un hábil impostor con un largo historial de estafas y manipulaciones, moviéndose por Europa bajo distintos nombres.
La escritura de las tierras, aunque auténtica en apariencia, presenta irregularidades legales que podrían invalidarla si alguien decide investigarla a fondo. Pero Adriano guarda silencio, mientras decide su próximo paso. Sabe que Lisandro no ha terminado su juego y que este obsequio es solo una pieza más en un tablero que aún no logra descifrar del todo.
Catalina, que observó con incomodidad el generoso gesto desde el inicio, empieza también a percibir que algo no encaja. Su instinto, entrenado por años de navegar entre intereses familiares, le dice que Lisandro no regala nada sin esperar algo a cambio. Y ahora, con Adriano convertido de la noche a la mañana en propietario de una finca codiciada, la atención de todos —incluidos los enemigos— se vuelca sobre él.
La revelación sobre Lisandro coincide con un aumento de tensiones dentro del palacio. La confesión de Samuel ha dejado una estela de escándalo y división entre el personal, mientras que Curro, aún recuperándose del envenenamiento, empieza a sospechar que el regalo de Lisandro y los recientes atentados pueden estar conectados.
Alonso, el marqués, al enterarse de los indicios sobre la falsa identidad del “duque”, convoca a Adriano en privado. El joven, lejos de buscar venganza o gloria, expone lo que ha descubierto con calma y claridad. Alonso queda impresionado por su integridad y capacidad de análisis. En lugar de despojarlo de las tierras, le hace una propuesta arriesgada: usar el conocimiento sobre Lisandro como herramienta para desenmascararlo públicamente, pero sin alertarlo antes de tiempo.
La promesa de justicia se convierte entonces en un pacto silencioso entre el marqués y el labrador. Lisandro, por su parte, continúa moviendo sus piezas, convencido de que su máscara sigue intacta. Pero no sabe que el joven al que creyó manipular está a punto de ser su mayor amenaza.
En las próximas horas, mientras las sospechas sobre el envenenamiento de Curro crecen y los planes secretos de Leocadia se desarrollan, una nueva intriga toma forma: desenmascarar al falso duque sin que el escándalo destruya la ya frágil reputación de La Promesa.
Adriano, desde la sombra, se convierte en un jugador clave. Ya no es solo el campesino salvador, sino un hombre con poder y propósito. Y mientras Lisandro sonríe, confiado en su elaborada farsa, no se da cuenta de que ha subestimado a la única persona que realmente lo ha visto por lo que es: un impostor brillante… al borde de ser expuesto.