Y en el próximo capítulo de la serie La Promesa…

Las cosas en el palacio se tornan más oscuras. Curro ha decidido investigar por su cuenta qué ocurrió realmente con Eugenia y Hann, sin imaginar que su búsqueda lo llevará directamente al centro del peligro. Lisandro, al enterarse de los movimientos de Curro, pierde el control. Preso de una ira silenciosa, destroza su habitación y jura que detendrá a ese “bastardo” antes de que descubra demasiado.

El duque, con su característico sigilo, idea un plan cruel: prepara personalmente una bandeja de frutas y sopa envenenada y la deja en la puerta de Curro, haciéndola pasar como un regalo enviado por Ángela. Curro, ingenuo, se conmueve con el gesto, creyendo que proviene de su amada. Justo cuando está a punto de probar la comida, Alonso irrumpe y lo detiene con un grito. El marqués, que había estado vigilando los movimientos sospechosos de Lisandro, logra salvar a Curro en el último instante y, frente a todos, acusa a Lisandro de intento de asesinato. Este acto heroico de Alonso desencadenará un giro dramático que cambiará el equilibrio de poder en el palacio.

Pero lo peor aún está por venir.

Poco después del incidente, Lisandro se enfrenta a Leocadia en el salón. La interrumpe mientras ella se arregla el cabello, sin saludarla siquiera. Con voz baja pero implacable, le ordena: “Deshazte de Curro. Ya.” Leocadia, sorprendida por la crudeza de la exigencia, intenta ganar tiempo. Argumenta que no puede eliminar a Curro sin que eso levante sospechas. Pero Lisandro no quiere oír excusas. Se le acerca peligrosamente y le lanza una amenaza velada: “Si no lo haces tú, lo haré yo… y te arrastraré a ti y a Lorenzo conmigo.”

Leocadia intenta calmarlo, sugiriendo que necesita tiempo para planearlo con cuidado. Lisandro, impaciente, le lanza una última advertencia antes de marcharse: “Haz lo que debes, Leocadia. No me obligues a hacer yo lo que tú no puedes.”

Sola, con el rostro desencajado, Leocadia comprende la gravedad del momento. Ya no puede ignorar la amenaza que representa Lisandro. Sabe que si no actúa con inteligencia, todos sus planes pueden venirse abajo. Decide buscar a Lorenzo, su única posible alianza. Cuando entra en el despacho, él la recibe con indiferencia, sin notar la tensión en su rostro. Pero ella va directo al grano: le advierte que Lisandro quiere matar a Curro, y que está dispuesto a hacerlo de la forma más brutal posible.

Lorenzo, inicialmente, se muestra despreocupado. Incluso parece estar de acuerdo con deshacerse de Curro. Pero Leocadia le hace ver el riesgo real: si Lisandro actúa de forma impulsiva, los arrastrará a todos con él. Y si algo sale mal, será capaz de culparlos sin pestañear. Solo entonces Lorenzo empieza a comprender la magnitud del peligro. El miedo se apodera de él al darse cuenta de que Lisandro podría destruirlo todo.

“¿Qué vamos a hacer?” pregunta, finalmente, con el rostro pálido. Leocadia le responde con firmeza: “Necesitamos un plan. Discreto. Sin dejar huellas. Si dejamos que Lisandro actúe, nos arrastrará al abismo.”

Mientras tanto, Lisandro se presenta ante Alonso con exigencias aún más directas. Le ordena que expulse a Curro de inmediato, argumentando que una familia real está a punto de visitar el palacio para firmar un importante acuerdo comercial. Según él, la presencia de Curro podría arruinarlo todo. Alonso, sorprendido por la urgencia del duque, intenta resistirse, recordando que Curro siempre ha sido leal. Pero Lisandro no cede. Le advierte que mantener a Curro cerca es un riesgo que no pueden permitirse.

Alonso, consciente de lo que está en juego, termina cediendo, aunque decide concederle a Curro una semana para marcharse. Sin embargo, este plazo enfurece a Lisandro, que ya ha perdido toda paciencia. Sin decir nada a nadie, toma la decisión de deshacerse de Curro cuanto antes. Se infiltra en la cocina y sabotea una nueva bandeja de comida, esta vez con una sustancia que causará una enfermedad letal pero sin dejar rastro alguno. La bandeja es enviada nuevamente al cuarto de Curro, simulando ser un gesto de Ángela.

Pero esta vez, Alonso, atento a cada movimiento del duque, decide seguirlo en secreto. Lo observa manipulando la comida y comprende, con horror, lo que Lisandro intenta hacer. Sin perder tiempo, Alonso se adelanta y, en un acto de valentía, confronta a Lisandro públicamente.

Con voz firme y sin titubear, lo acusa delante de todos los sirvientes y la corte: “¡Lo vi todo! ¡Sé lo que hiciste! ¡Intentaste envenenar a mi hijo!” Las palabras de Alonso resuenan como un martillo en el salón. Lisandro, atrapado, intenta justificarse, pero el marqués no le da opción. Con un gesto autoritario, ordena su expulsión inmediata del palacio.

Lisandro, furioso y humillado, es escoltado fuera del lugar. La caída del duque es definitiva. Ya no podrá imponer su poder ni sus amenazas. Leocadia, que presencia todo desde la distancia, siente una mezcla de alivio y preocupación. Sabe que, aunque Lisandro ha sido derrotado por ahora, esto no ha terminado. Su reacción podría ser aún más peligrosa si logra recuperarse.

Con Lisandro fuera de escena, el equilibrio de poder cambia de forma radical. Alonso gana fuerza, pero también enemigos. Curro, aunque salvado, ahora se convierte en un objetivo más vulnerable. Y Leocadia y Lorenzo deben moverse con mayor cautela que nunca, sabiendo que el juego aún no ha terminado… solo ha cambiado de tablero.