Spoiler: “Catalina se rebela ante la traición de su padre”

En una tarde cargada de tensión y emociones contenidas, Catalina irrumpe en la escena con una disculpa: los niños habían estado especialmente inquietos. Pero lo que parecía ser solo una conversación familiar entre padre e hija, pronto se transforma en un enfrentamiento desgarrador que pone en juego mucho más que la administración de una finca: se trata de principios, de justicia, de promesas, y sobre todo, de dignidad.

El padre de Catalina, con tono serio y mirada preocupada, la invita a sentarse. No pierde el tiempo con rodeos. Le dice con claridad que está al tanto de que las cosas no marchan bien, y que su inquietud va más allá de los pleitos que mantiene Catalina con su prima. Lo que le preocupa verdaderamente son las consecuencias externas, las reacciones adversas de miembros de la nobleza, gente influyente que no pertenece a la familia pero que empieza a sentirse incómoda con la actitud de su hija.

El tema que desata la tormenta es la reciente visita del varón de Valladares, quien acudió a la finca tras una reunión previa con el padre. Y no llegó solo: trajo consigo una larga lista de nobles que lo respaldan, nobles que ahora exigen acciones concretas. Catalina, sin embargo, no se inmuta. Asegura que entiende que el varón y sus seguidores tengan dificultades para aceptar sus ideas, pues son ideas nuevas, disruptivas. Ella conoce los argumentos que la nobleza maneja y también conoce sus prejuicios, pero eso no la hará retroceder.

Sin embargo, lo que Catalina no esperaba era la decisión que su padre ya ha tomado en silencio. Una resolución que, según él, ha postergado durante demasiado tiempo, pero que ahora se vuelve inevitable. Ella, confundida, le pregunta directamente a dónde quiere llegar con todo esto. Y entonces cae el golpe. El padre, con tono firme, le dice que ha llegado el final de su “aventura”. Que a partir de ese momento, él tomará el control absoluto de las gestiones de la finca.

La noticia cae como una losa sobre Catalina. No puede creer lo que oye. Intenta hacerlo recapacitar, le ruega que lo piense bien. Pero él insiste: no hay nada que pensar. La considera incapaz de manejar la crisis actual, la acusa de haber polarizado la situación con los terratenientes de la comarca y de haber actuado con terquedad, imponiendo su voluntad sin buscar verdaderos consensos.

Catalina, lejos de rendirse, le recuerda con voz entrecortada todo lo que ha logrado. Le cuenta que llegó a un acuerdo justo con los trabajadores. Que ese pacto no solo beneficiaba a ellos, sino también a la finca. Que había conseguido un equilibrio delicado y valioso, el cual le costó mucho construir. Y sobre todo, que no se trataba de perder dinero, sino de ganar justicia. Era una nueva manera de gestionar, una forma de mirar a los trabajadores con respeto, como seres humanos y no como simples piezas de una maquinaria productiva.

Pero el padre se mantiene implacable. Su decisión está tomada. Entonces Catalina, al borde del colapso, entiende lo que esto implica. Y con una serenidad dolorosa, le dice que si él le está pidiendo que renuncie al control de la finca, entonces también le está pidiendo que abandone ese lugar. Su padre, sorprendido, le pregunta qué significa eso. Y ella, con una determinación conmovedora, responde: si se le obliga a romper la palabra que dio a los trabajadores, entonces no le queda otro camino que irse con su marido y sus hijos.

La música se eleva en el fondo, marcando el punto culminante de esta dolorosa escena. Catalina no está dispuesta a traicionar sus principios ni a actuar contra sus convicciones, ni siquiera por obedecer a su padre. Prefiere marcharse antes que ceder. Y con ese acto, se planta como una mujer fuerte, valiente, que no teme enfrentarse a la autoridad cuando esta va en contra de lo justo.

Este episodio marca un antes y un después en la historia de La Promesa. Las tensiones familiares se cruzan con las sociales, revelando que los conflictos personales también son reflejo de luchas más profundas. Catalina encarna la esperanza de un cambio que se enfrenta a la resistencia de quienes aún están atrapados en el poder, el miedo y la tradición. Y su decisión de marcharse, si es necesario, no es una huida, sino un acto de profunda integridad.