Y en el próximo capítulo de La Promesa…
Después de vivir un incómodo momento durante la fiesta, Ángela se siente profundamente perturbada por la actitud de los amigos de Lorenzo. La joven, visiblemente afectada, comienza a mostrar signos de angustia emocional que no pasan desapercibidos para Leocadia. Al notar el comportamiento retraído de su hija, quien se encierra en su habitación y evita el contacto con todos, Leocadia decide confrontarla directamente.
Ángela intenta evadir la conversación, pero su nerviosismo la traiciona. Poco a poco, termina revelando que algo muy grave ocurrió esa noche, algo que involucra directamente a Lorenzo. Al escuchar la verdad, Leocadia queda desbordada por la rabia. Sin perder tiempo, va en busca de Lorenzo y, en un arrebato de furia, le da una fuerte bofetada exigiéndole que se marche del palacio. Lorenzo se niega y lo que sigue promete cambiarlo todo.
En los días posteriores, la atmósfera en el palacio se vuelve cada vez más tensa. Ángela, antes alegre y comunicativa, se aísla por completo. Ni siquiera acude a las comidas. Su cambio es evidente para todos, incluso para Curro, quien intenta hablar con ella sin éxito. Solo Leocadia aparenta no notar nada, aunque por dentro sabe que algo muy oscuro está afectando a su hija.
Una tarde, al ver que Ángela lleva horas encerrada sin señales de vida, Leocadia irrumpe en su habitación. La encuentra pálida, con la mirada perdida, y exige una explicación. Aunque Ángela intenta restarle importancia, su actitud la delata. Leocadia, cada vez más sospechosa, se propone descubrir la verdad por otros medios.
Decidida, Leocadia se dirige al área de servicio y confronta a Curro. Lo acusa de ser el causante del estado de Ángela, pero el joven niega rotundamente cualquier implicación y se mantiene firme. El intercambio entre ambos es tenso y lleno de resentimientos pasados, pero queda claro que Curro no es el culpable. Sin embargo, la sospecha se ha instalado, y la verdad no tardará en salir a la luz.
En otro rincón del palacio, Ángela intenta recobrar algo de paz en el patio interior. Pero su intento se ve interrumpido por Lorenzo, quien se le acerca con cinismo y descaro. Ante sus insinuaciones repulsivas, Ángela lo enfrenta y le amenaza con contar todo lo que pasó. Lorenzo, lejos de asustarse, la intimida asegurándole que nadie le creerá y que su reputación quedará destruida.
Justo cuando la situación alcanza un punto crítico, Leocadia aparece. Al ver a su hija temblando y a Lorenzo cerca, intuye que algo muy grave sucede. Le pregunta directamente a Ángela si él la ha tocado. Ángela no logra responder, pero su silencio lo dice todo. Lorenzo intenta defenderse, pero Leocadia lo enfrenta con una amenaza clara: si descubre que ha dañado a su hija, lo echará del palacio con sus propias manos.
Lorenzo responde con arrogancia, dejando claro que no se irá tan fácilmente y que si todo sale a la luz, ellas también pagarán las consecuencias. La tensión entre ambos es insostenible. Leocadia, sin embargo, no se intimida. Está dispuesta a proteger a su hija a toda costa.
Desde lejos, Curro ha presenciado parte de la escena. Se acerca a Ángela con cautela y le pide, con sincera preocupación, que le diga qué ocurrió. Ella finalmente confiesa: Lorenzo intentó aprovecharse de ella la noche de la fiesta. Aunque logró huir, se siente sucia, culpable y rota. Curro, destrozado por la confesión, promete que ese hombre no volverá a tocarla jamás. Sin esperar respuesta, corre en busca de Lorenzo.
Lo encuentra en el salón principal y, ante la mirada atónita de los criados, se lanza sobre él lleno de furia. Los golpes llueven sobre Lorenzo hasta que Alonso interviene. Exige que Curro se marche de inmediato por su conducta violenta. Pero justo en ese momento, Leocadia entra y se impone con autoridad: “Él no se va.”
Ante la mirada de todos, Curro revela la verdad: Lorenzo intentó abusar de Ángela. El silencio cae como una losa en la sala. Lorenzo niega todo, intenta desprestigiar a Ángela, pero no logra terminar su defensa. Leocadia, fuera de sí, lo abofetea y lo insulta sin reservas, dejando claro que no permitirá que vuelva a acercarse a su hija. Incluso Alonso, acostumbrado a proteger a Lorenzo por conveniencia, se ve superado por la gravedad de lo revelado.
A pesar de los intentos de los demás por contenerla, Leocadia sigue desbordada de ira. Curro intenta detenerla por temor a que lo mate en su arrebato, pero no hay vuelta atrás: la guerra dentro del palacio ha comenzado.
Lorenzo, humillado, jura venganza antes de retirarse. Pero esta vez, el poder que ostenta no será suficiente. Ángela, devastada pero ahora respaldada, sabe que el silencio ha terminado, y con él, también la paz aparente en el palacio.