Spoiler: Rafaela, al borde del abismo en La Promesa – capítulo del 19 de julio
La desesperación se apodera de La Promesa mientras Rafaela, la pequeña nieta del señor marqués, lucha por su vida. Su fiebre no cede y, con cada hora que pasa, la preocupación crece entre los habitantes del palacio. Ya no es solo la temperatura elevada: la niña presenta dificultades para respirar, un desgaste físico evidente, y la incertidumbre de si podrá soportar más. A pesar de todos los remedios naturales que doña Simona y Candela han intentado —desde vapores de regaliz hasta infusiones de jengibre, miel con limón, caléndula y tomillo— nada parece surtir efecto.
Simona, en medio de la impotencia, recuerda a Rosario, una doncella que trabajó en el mismo lugar, y su hija Rocío, que padeció síntomas muy similares. Aunque Rocío sobrevivió, su vida nunca volvió a ser la de una niña sana: siempre fatigada, como si llevara una carga invisible en el pecho. Esa historia persigue ahora a quienes cuidan de Rafaela. El temor de que la historia se repita es palpable.
Candela, sin embargo, no se resigna. Insiste en que aún hay algo que se puede hacer, aunque el ambiente empieza a llenarse de sospechas. Y es que hay algo extraño en todo esto: ¿cómo es posible que ningún médico esté disponible para ver a la nieta de uno de los hombres más influyentes de la zona? El doctor Navarro, habitual en la familia de los duques de Otero, está de viaje y no regresará hasta dentro de una semana. Demasiado tarde, quizás.
Damián, que había salido para conseguir ayuda, confirma que ha estado acompañando al señor Márquez en sus intentos fallidos de contactar a otros médicos. Pero las puertas parecen cerrarse una tras otra. No hay facultativo que quiera —o pueda— acudir, y eso enciende todas las alarmas. Candela no se muerde la lengua y lanza una acusación cargada de intuición: “Aquí hay gato encerrado”. Algo huele mal.
La hipótesis de un bloqueo intencionado toma fuerza. ¿Podría alguien estar saboteando los intentos por salvar a Rafaela? La teoría de que se está impidiendo deliberadamente la llegada de un médico gana peso, y no por paranoia, sino por lógica. No tiene sentido que absolutamente todos los profesionales estén ocupados cuando se trata de la nieta del señor Alonso, un hombre con contactos de gran alcance.
La sospecha se torna aún más siniestra si se considera el contexto anterior: el incendio del cuaderno que contenía información vital, el comportamiento evasivo de ciertos personajes, y el hecho de que, cuando se trata de asuntos de salud, los enemigos no siempre usan armas visibles. Una enfermedad mal atendida puede ser tan mortal como una daga.
Los próximos momentos serán decisivos. La vida de Rafaela pende de un hilo, y el entorno está contaminado de sospechas, secretos y juegos de poder. En La Promesa, nadie puede dormir tranquilo. Porque cuando el enemigo ataca desde las sombras, no se oyen pasos, pero se siente el temblor. Y ahora, el palacio entero tiembla.