La Promesa: Impulsividad, revelaciones y una decisión que lo cambia todo
La tensión vuelve a instalarse en La Promesa, esta vez teñida por los impulsos que muchas veces actúan como detonantes de verdades necesarias. Todo comienza con una conversación sincera y emocional entre dos personajes que, tras una acción aparentemente temeraria, se sumergen en una reflexión profunda sobre la impulsividad, el juicio social y el coraje de actuar cuando otros no se atreven.
Una de las protagonistas, con voz aún cargada de dudas, confiesa que aún no puede creer que se atreviera a contestar el teléfono de Manuel y a hablar directamente con don Pedro Farré. Para ella, ese gesto fue una locura, un acto irreflexivo. Pero lejos de recibir reproches, la otra voz le responde con ternura: “fuiste muy valiente, eres un sol”. Esa frase desencadena una ola de emociones, donde la protagonista reconoce que ella misma se habría llamado estúpida o inconsciente, pues siempre ha sido impulsiva, como tantas veces le advirtió su madre: “piensa antes de actuar”.
Esa enseñanza materna, que podría parecer un simple consejo, es revelada como una carga más profunda cuando se analiza desde la perspectiva de género. “Para un hombre quizás, pero para una mujer y joven es mandato divino”, reflexiona con ironía y cierta amargura. Pero su interlocutora no comparte esa visión. Le responde con firmeza que la impulsividad no debe verse como un defecto, sino como una virtud. “He conocido a más de uno que por pensar de más, al final vive de menos”.
Ambas comprenden que la impulsividad, a pesar de sus riesgos, también puede abrir caminos, cambiar destinos y traer a la luz verdades que todos prefieren ignorar. Y es entonces cuando llega la pregunta clave: “¿Te arrepientes de eso también? ¿De haber venido aquí?”. Ella se queda en silencio, sabiendo que, aunque actuó por impulso, ese impulso la trajo hasta donde debía estar. La reflexión culmina con una afirmación cargada de significado: no se debe despreciar lo que muchas veces es lo que más nos impulsa a vivir con verdad.
El diálogo cambia de rumbo cuando se toca un tema espinoso: ¿cómo justificó ante Manuel su atrevimiento al colgar el teléfono tras hablar con don Pedro? La tensión crece cuando se revela que le contó ciertas verdades sobre su esposa y el trato que esta había hecho con sus padres. Aunque no reveló su fuente, su interlocutora la confronta: “Me has vendido. Solo hablas conmigo en La Promesa. ¿Quién más te lo iba a contar?”. La traición flota en el aire, y aunque no hay odio, sí hay decepción y dolor.
La conversación es interrumpida abruptamente por la llegada de Manuel, quien presencia parte de la tensión. De inmediato, la protagonista admite su error con humildad: reconoce que nunca debió quitarle el teléfono, ni sugerirle que se fuera, y mucho menos hablarle de su esposa. Se responsabiliza de sus actos sin culpar a nadie más. Pero su interlocutora, con la misma franqueza, da un paso al frente y asume la culpa, pidiendo perdón sinceramente. Todo esto ocurre mientras se revela un nuevo y trascendental plan: el motor será enviado a Madrid, donde don Pedro Farré realizará las pruebas correspondientes.
Pero Manuel, en un giro inesperado, se opone: “Dejad el motor donde está”. Su decisión, firme y sorprendente, marca un antes y un después. Quiere continuar con el proyecto allí, en La Promesa, y no delegarlo. ¿La razón? A continuación, enseña un modelo muy similar al que podrían usar para diseñar la unión entre el motor y el fuselaje del aeroplano. Es una maqueta que ha conseguido gracias a un viejo y buen amigo, Diego Mejías, que se la prestará por unos días. Esta pieza resulta ser clave para seguir avanzando en su ambicioso proyecto.
El ambiente se llena de una nueva energía, un renacer de esperanza y determinación. La protagonista, emocionada, pregunta si eso significa lo que cree. Manuel la mira y asiente: “Sí, tenías razón. Bueno, tenéis razón. Si alguien tiene que probar este motor, soy yo”.
El acto impulsivo que parecía un error se transforma, finalmente, en la chispa que enciende el motor de una nueva etapa. Las decisiones tomadas por coraje o desesperación terminan trazando el camino hacia un futuro prometedor. En medio de errores, confesiones, culpas y valentía, La Promesa sigue siendo escenario de giros que sacuden el alma, donde cada impulso puede ser tanto una caída como un renacimiento.