The Promise: Ricardo wants to marry Pía! La Promesa 653 | RTVE Series

LA PROMESA AVANCE: Entre Uniformes, Secretos y Decisiones Irreversibles

En La Promesa, la tensión se palpa desde el primer instante, no solo en los grandes salones o en las intrigas palaciegas, sino también en los pequeños rincones donde se cruzan miradas y se intercambian palabras cargadas de significado. Todo comienza con una revelación que sorprende a todos: ni siquiera el capitán estaba al tanto de la visita del coronel. La noticia corre de boca en boca, y quienes han presenciado el encuentro aseguran que, al ver al alto mando, el capitán se quedó completamente pálido, como si el pasado hubiera regresado para ajustarle cuentas.

En medio de ese clima de incertidumbre, llegan a la estancia unas camisas pertenecientes al coronel Fuentes. La orden es clara: deben ser lavadas, planchadas y almidonadas con sumo cuidado para estar listas al día siguiente. Santos, por encargo personal de don Cristóbal, se encargará de atender al militar. Algunos, medio en broma medio en serio, esperan que el coronel tenga un carácter más amable que el capitán, aunque la experiencia dice que el mal humor no siempre aumenta con el rango, pero sí la exigencia.

Un fantasma del pasado podría provocar la huida de Pía en 'La Promesa'

El propio señor Ballesteros ha solicitado que las prendas del coronel se traten con especial atención. Santos, con cierta dignidad, responde que en La Promesa se cuida la ropa de todos por igual, sin distinciones. Sin embargo, la conversación deriva hacia un asunto más personal y espinoso: la relación entre Ricardo y su hijo Santos.

Ricardo no puede evitar dejar escapar su frustración. Después de todo lo que ha hecho para que Santos esté allí, siente que su propio hijo lo trata con frialdad, como a un extraño, o peor aún, con la indiferencia y la distancia que ni siquiera se tiene con un desconocido. Las palabras pesan, y aunque le aconsejan que le dé tiempo, él siente que la cuerda entre ambos se va tensando poco a poco, acercándose peligrosamente al punto de ruptura.

Con un tono sombrío, Ricardo confiesa un pensamiento que lleva tiempo rondándole la cabeza: está considerando pedir a Ana la anulación de su matrimonio. Sabe que es un proceso complicado, casi imposible, incluso para familias nobles con recursos. Sin embargo, alberga la esperanza de que si ambos declaran haberse casado bajo coacción, quizá logren que el vínculo sea disuelto.

El problema es que, como bien le recuerdan, en su caso no ha existido una verdadera coacción, y cualquier alegato en ese sentido sería una mentira. Eso lo obligaría no solo a defender una versión ficticia, sino también a convencer a Ana para que se una a su relato, lo que no será tarea fácil. Hasta ahora, ella solo ha puesto obstáculos, pero Ricardo intuye que tal vez también se haya dado cuenta de que su matrimonio es un barco a la deriva, sin rumbo ni futuro.

Aun así, incluso en el mejor de los casos, el camino para lograr la anulación será largo, costoso y lleno de trámites. Ricardo lo sabe, pero no puede dejar de pensar en lo que hay al final de ese camino: la posibilidad de casarse algún día con la mujer a la que realmente ama. La idea lo impulsa, lo motiva y le recuerda que, para que eso sea posible, primero debe recuperar su libertad.

Mientras tanto, el ambiente en La Promesa sigue cargado de miradas cruzadas, rumores sobre el coronel y conversaciones a media voz. Nadie sabe a ciencia cierta qué ha traído al militar hasta allí ni qué impacto tendrá su presencia, pero todos intuyen que su llegada no es casual. Entre los sirvientes, hay una mezcla de respeto y cautela, sabiendo que cualquier mínimo error con alguien de tan alto rango puede costar caro.

Santos, por su parte, cumple con su deber, aunque el encargo le añade una presión extra. No solo por la responsabilidad de atender a un coronel, sino por la tensión latente con su padre. Ricardo observa desde la distancia, atrapado entre el orgullo herido y el deseo de recomponer la relación. Sin embargo, la frialdad de Santos parece infranqueable, como si hubiera decidido mantener un muro entre ambos.

Las horas pasan, y mientras el personal se afana en cumplir con las órdenes, las conversaciones privadas van dejando entrever el trasfondo de la historia. El malestar de Ricardo no es solo por el distanciamiento con su hijo, sino también por la sensación de estar atrapado en una vida que no eligió. El matrimonio con Ana, lejos de darle estabilidad, se ha convertido en una cadena que limita sus movimientos y sus sueños.

En sus pensamientos más sinceros, Ricardo se ve a sí mismo viviendo otra vida, lejos de obligaciones impuestas, compartiendo sus días con la mujer que de verdad ama. Pero ese futuro solo será posible si toma decisiones drásticas en el presente, aunque eso signifique desafiar convenciones sociales y enfrentarse a un proceso legal lleno de obstáculos.

En el aire queda la incógnita de si Ana aceptará su propuesta de anulación. Quizá ella también esté cansada de mantener una unión sin afecto, o quizá vea en la situación una oportunidad para obtener ventajas. En cualquier caso, la conversación pendiente entre ellos será decisiva.

Y mientras en las altas esferas se juegan los destinos matrimoniales, en el mundo militar la presencia del coronel sigue levantando preguntas. ¿Ha venido para quedarse? ¿Trae consigo órdenes que afectarán a La Promesa? El capitán, todavía desconcertado por su llegada, parece tener algo que ocultar, y su reacción inicial no ha pasado desapercibida.

Ricardo besa a Pía en 'La Promesa' ¡y estas son las consecuencias!

El episodio se convierte así en un delicado juego de apariencias: trajes que deben estar impecables, sonrisas que esconden resentimientos, y decisiones que, una vez tomadas, no tendrán vuelta atrás. Entre la rigidez del protocolo y la fuerza de los sentimientos personales, cada personaje se mueve como puede, tratando de evitar errores que puedan costar caro.

En esta atmósfera, todo parece apuntar a que la calma es solo un espejismo antes de que algo mayor sacuda los cimientos de La Promesa. El hilo entre padre e hijo, cada vez más tenso; un matrimonio que se tambalea en silencio; y la sombra del coronel, cuya sola presencia amenaza con reordenar alianzas y desvelar secretos cuidadosamente guardados.

Ricardo, con la determinación de un hombre que ha tomado una decisión de la que no piensa echarse atrás, se prepara para dar el primer paso hacia una libertad que ansía. Lo que no sabe es que en La Promesa, nada se resuelve sin consecuencias, y cada movimiento, por pequeño que parezca, puede desencadenar una reacción en cadena capaz de arrastrar a todos.

El telón aún no ha caído, pero las cartas están sobre la mesa. Y en esta partida, el precio de la verdad —o de la mentira bien construida— puede ser más alto de lo que nadie está dispuesto a pagar.

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