📜 Spoiler – Ten ustedes razón, doña Petra, que está todo perdido
En medio de un día gris y ventoso, doña Petra observa el cielo y afirma con pesar que, efectivamente, todo parece perdido. Advierte que, cuando aparecen en el horizonte esas nubes grises y pesadas, hay que estar muy atentas y cerrar de inmediato las ventanas. María asiente, pues sabe que, cuando el viento arrecia, los postigos se golpean entre sí con fuerza, provocando un ruido ensordecedor. Lo peor no es el estrépito, comenta doña Petra, sino que los cristales terminan hechos añicos.
María suspira profundamente, lo que provoca que doña Petra le pregunte el motivo. Ella explica que simplemente recordaba tiempos pasados, cuando las tormentas no las sorprendían. Antes, dice, estaba Hana, quien siempre se adelantaba a los acontecimientos: en cuanto veía indicios de mal tiempo, corría a avisar a todas las doncellas para que cerraran las ventanas. Pero esos días quedaron atrás.
Doña Petra interrumpe las nostalgias para recordarle a María que no debe distraerse: su tarea es limpiar todo el barro. María le asegura que las ventanas quedarán tan limpias como el agua de un arroyo. Doña Petra le recuerda también que no olvide repasar los cristales de las puertas, a lo que María responde con un “descuide” que suena obediente pero distraído.
En ese momento, la voz de alguien en la entrada interrumpe la conversación: es don Samuel. Doña Petra y María se vuelven hacia él, sorprendidas. Samuel, con un gesto a medio camino entre la expectativa y la decepción, comenta que esperaba otro recibimiento, quizá más cálido. María, con cierta frialdad, le responde que no sabe muy bien qué quiere que digan.
Doña Petra toma la palabra para explicarle que lo han pasado mal en su ausencia. Lo han tenido con el alma en vilo, preocupadas por no saber dónde estaba ni qué le había sucedido. María añade que su silencio prolongado les ha hecho imaginar todo tipo de desgracias, pensamientos oscuros que, una vez instalados en la mente, resultan imposibles de apartar.
Samuel escucha y, con un tono sincero, asegura que no quiso inquietarlas. Les pide perdón y admite que tienen razones de sobra para estar molestas con él. Doña Petra, sin embargo, considera que no basta con una disculpa; quieren saber por qué lo hizo, qué le llevó a desaparecer sin dar señales.
Él asiente y dice que, precisamente, ha venido para explicarles todo. Cuenta que su amigo, el padre Carlina, le informó de que don Manuel había estado preguntando por él, y eso le hizo apresurarse para regresar lo antes posible. María, con cierto reproche, apunta que, de no ser por don Manuel y su insistencia en buscarlo, quizá a Samuel ni siquiera se le habría ocurrido volver.
Doña Petra, intentando suavizar el momento, sugiere que no sigan discutiendo y que, mejor, se siente y les cuente con calma lo sucedido. Mientras Samuel se acomoda, el ambiente se relaja un poco. Sin embargo, bajo la aparente calma, persiste la tensión de todo lo que queda por aclarar.
La conversación, aunque momentáneamente desviada hacia temas triviales, está cargada de expectativas. Doña Petra y María esperan explicaciones detalladas; Samuel, por su parte, parece debatirse entre el deseo de contar la verdad y el temor a las consecuencias de hacerlo.
El sonido del viento contra las ventanas acompaña la escena, recordando a todas que, al igual que con las tormentas, es mejor anticiparse a los problemas antes de que se conviertan en un desastre. Pero ya es tarde para prevenir lo que ha pasado. Samuel está allí, y ahora no queda más remedio que escuchar su relato, esperando que sus palabras logren despejar las dudas y reparar, al menos en parte, la confianza perdida.