THE PROMISE – URGENT: Episode 700 | ‘The Promise’ Series Finale – 3 Shocking Twists

⚠️ Spoiler

Atención, algo estremecedor está a punto de suceder en La Promesa

En los próximos capítulos, un nuevo elemento irrumpirá en escena de manera casi imperceptible, pero su efecto será devastador.

Todo comienza con la llegada de un misterioso paquete al Palacio. Nadie conoce su origen ni su contenido, hasta que el mayordomo, con manos temblorosas, lo abre frente a la servidumbre. Lo que aparece deja a todos sin aliento: un retrato majestuoso e inquietante de la marquesa Cruz, enviado directamente desde la prisión. Sin carta, sin explicación, solo su rostro regresando para hacerse presente.

El cuadro es colocado en el salón principal, en el mismo sitio donde años atrás había colgado el retrato familiar que la propia Cruz mandó retirar. Pero no se trata de un simple reemplazo decorativo: es un acto de guerra, un regreso silencioso pero profundamente amenazador.

La pintura parece observar a cualquiera que cruce la estancia. No es solo una ilusión: algunos criados juran ver cómo los ojos se mueven, otros dicen haber escuchado un murmullo. El ambiente se vuelve asfixiante, cargado de tensión. Sin embargo, el más afectado es Manuel. Para él, cada mirada al retrato es una herida abierta, un recordatorio cruel del ataque a Jana, de noches interminables de dolor, de preguntas sin respuesta y de la rabia que lo consume. Saber que su madre, incluso tras las rejas, sigue teniendo poder sobre su vida lo atormenta. Una noche, incapaz de soportarlo más, estalla: entra al salón y destroza el cuadro en mil pedazos.

Ese arrebato, que parece un gesto de liberación, se convierte en una revelación inesperada. Tras los restos de la tela aparece oculto un objeto insospechado: una carta sellada con cera roja, escrita por la propia Cruz. El hallazgo cambia todo. Desde ese instante, nada volverá a ser igual. Secretos antiguos caen, nuevas acusaciones emergen y un nombre inesperado sale a la luz, señalando a alguien que hasta entonces parecía inofensivo, pero que podría ser aún más peligroso que la propia marquesa.

La confesión escrita sacude a Manuel. En la carta, su madre admite que durante años fue víctima de chantajes por parte de Leocadia, quien amenazaba con revelar un oscuro secreto de su pasado. Cruz llegó incluso a pedir a Rómulo que la eliminara, pero él se negó y optó por protegerla. Más tarde, Leocadia volvió fingiendo amistad, pero en realidad buscaba dinero, poder y posición, manipulando cada circunstancia para obtener lo que deseaba. Su ambición: convertirse en marquesa. Y para lograrlo, utilizó el amor de Manuel por Jana como un arma en su contra.

La revelación más escalofriante es la siguiente: fue Leocadia, con la complicidad de Lorenzo, quien saboteó el tratamiento médico de Jana. Las sustancias escondidas en los objetos usados durante el atentado, el silencio forzado de Cruz y las intrigas a su alrededor formaban parte de un plan meticuloso para destruirla y, al mismo tiempo, arruinar la vida de Manuel.

“Perdóname, hijo mío —escribe Cruz—, nunca quise que sufrieras así, pero la verdad debía salir a la luz. Lleva esta carta al capitán Burdina. Solo él podrá ayudarte”.

Mientras tanto, en el palacio, la presencia del retrato desencadena todo tipo de reacciones. Las doncellas lo observan con temor: “No parece un cuadro, parece que nos vigila”, murmuran. Incluso el joven jardinero asegura, entre risas nerviosas, que la figura le guiñó un ojo. Sin embargo, la inquietud crece cuando hasta los más racionales empiezan a percibir algo extraño. Pia, al pasar con un cesto de ropa, se detiene ante la pintura y afirma: “Esto no es un gesto de vanidad, es un mensaje. Cruz quiere recordarnos que sigue aquí”.

El mayordomo confirma que el envío llegó con la autorización de la duquesa y que solo Alonso tiene poder para retirarlo. Manuel, enfurecido, siente que su madre sigue dominando cada rincón de La Promesa, y su desesperación lo lleva a confrontar directamente a su padre. Frente al retrato, entre lágrimas de rabia, le suplica que lo quite: “¿No ves que me está destruyendo?”. Pero Alonso se niega. “Cruel o no, este cuadro también es parte de lo que ella fue: la marquesa de esta casa. No lo retiraré, al menos no todavía”.

Las palabras hieren a Manuel como cuchillos. Se siente traicionado. “Entonces, ¿estás de su lado?”, le reprocha con voz quebrada. Alonso, con calma, responde: “No estoy de parte de nadie, hijo. Estoy del lado de la verdad. Y aún no la conocemos toda”.

La discusión termina con Manuel marchándose furioso, mientras la sombra del retrato sigue proyectándose en cada rincón del palacio. Esa misma noche, en secreto, Leocadia y Lorenzo se reúnen. El miedo en sus rostros es evidente: “No podemos permitir que este cuadro tenga poder sobre nosotros”, dice ella. Lorenzo sugiere destruirlo, pero Leocadia, más calculadora, se niega. “Sería demasiado arriesgado. Lo que debemos hacer es descubrir qué pretende Cruz desde prisión, porque si vuelve, lo perderemos todo”.

La amenaza es real: aunque encarcelada, Cruz sigue moviendo los hilos desde la distancia.

Manuel, por su parte, no encuentra paz. Los pasillos oscuros parecen murmurarle recuerdos. Cada reflejo en los espejos devuelve los ojos pintados de su madre. Hasta que una madrugada, dominado por la rabia y el dolor, arranca el retrato de la pared y lo hace pedazos. Es en ese momento cuando descubre la carta escondida: la confesión que lo sacudirá hasta lo más profundo.

Lo que más lo destroza no es solo la traición de Leocadia y Lorenzo, sino la sospecha que nace en su corazón: ¿es posible que Jana siga viva? ¿Ha sido todo parte de una red de mentiras urdida con precisión para mantenerlo lejos de la verdad?

A partir de ahora, Manuel emprenderá un camino lleno de revelaciones dolorosas. Buscará desenmascarar a los verdaderos responsables del atentado y cuestionará todo lo que creía saber sobre su madre. El secreto contenido en esa carta es apenas el inicio de un giro radical en la historia.

El destino de todos en La Promesa está a punto de cambiar. Y lo más inquietante: nadie, absolutamente nadie, está a salvo.


⚠️ Atencion, algo impactante está a punto de suceder en La Promesa

En los próximos episodios, un giro inesperado cambiará para siempre la vida de los protagonistas. Todo comienza cuando, en completo silencio, llega un misterioso paquete al Palacio. Nadie sabe qué contiene, hasta que el mayordomo, con las manos temblorosas, decide abrirlo frente a los criados expectantes. Lo que aparece dentro deja a todos atónitos: un retrato majestuoso pero inquietante de la marquesa Cruz, enviado directamente desde la prisión. No hay cartas, ni explicación alguna, solo esa imagen imponente que vuelve para recordarle a todos su presencia.

El cuadro es colocado en el corazón del salón principal, justamente en el lugar donde años atrás colgaba el viejo retrato familiar que la misma Cruz había ordenado retirar. Pero no se trata de un simple reemplazo decorativo: es un desafío, un acto calculado de poder, una advertencia. La mirada pintada de la marquesa parece seguir a cualquiera que cruce la sala, y los murmullos entre los sirvientes crecen. Algunos aseguran que los ojos se mueven, otros juran escuchar susurros provenientes de la pintura. La atmósfera en el palacio se vuelve opresiva y asfixiante.

Nadie resulta más afectado que Manuel. Para él, ese retrato es una herida abierta. Cada vez que lo observa, recuerda la agresión a Jana, las noches de angustia, el dolor que aún lo atormenta. Lo más insoportable es comprobar que, incluso tras las rejas, su madre sigue teniendo poder sobre él. Hasta que, una noche, algo dentro de Manuel se rompe: cegado por la furia y el sufrimiento, entra en el salón y destruye el retrato en mil pedazos. Un gesto violento, liberador, pero que revela algo inesperado: tras la tela destrozada aparece un objeto oculto, una pista secreta, un fragmento de verdad escondida demasiado tiempo. A partir de ese instante nada volverá a ser igual. Viejas certezas caerán y nuevas acusaciones saldrán a la luz. Un nombre inesperado surgirá y alguien que parecía inofensivo podría resultar aún más letal que la propia Cruz.

La Promesa' says enough and urgently reveals what's going on with Arturo  Sancho: it's over

Desde entonces, Manuel se embarcará en un camino lleno de revelaciones dolorosas. No solo descubrirá quiénes son los verdaderos responsables del atentado, sino que también se verá obligado a cuestionar todo lo que creía saber sobre su madre. El golpe emocional será devastador: la idea de que Cruz jugó un papel crucial en la tragedia lo derrumbará, pero lo que más lo atormentará será la sospecha de que su amada Jana podría no estar muerta y que alguien, con fría precisión, tejió una red de mentiras para alejarlo de la verdad.

Mientras tanto, en el palacio, los criados no dejan de comentar lo sucedido. Al amanecer, el retrato se convierte en el centro de miradas furtivas y susurros inquietos. Las doncellas intercambian gestos nerviosos: “¿Lo habéis visto? No parece un simple retrato, parece que nos observa”. Incluso el joven jardinero, al entrar en el ala noble, se queda petrificado. Más tarde confiesa entre risas nerviosas: “Juro que me guiñó un ojo”. Pero el miedo crece cuando hasta los más escépticos comienzan a percibir algo extraño.

Pía, al cruzar el salón con un cesto de ropa, se detiene frente al retrato y murmura: “Esto no es vanidad, es un mensaje. Cruz quiere recordarnos que sigue aquí”. A su lado, Lope siente un escalofrío. Poco después, Lorenzo también se planta ante la pintura, la observa con detenimiento y comenta: “No lo habría hecho sin un motivo”. Leocadia, que lo escucha, susurra con dureza: “Es una provocación. Un recordatorio de que nunca ha perdido el poder”. Ambos discuten, conscientes de que esa obra podría ser la antesala de una nueva jugada de la marquesa, incluso desde la cárcel.

Manuel, en tanto, evita cruzar la mirada con el retrato, pero un reflejo en un espejo lo traiciona: los ojos pintados parecen observarlo desde allí. Su corazón late con fuerza, los recuerdos regresan con brutalidad. Finalmente, confronta el cuadro, como si su madre pudiera escucharlo: “¿Aún desde la prisión me persigues?”. Pía lo encuentra en ese estado y, preocupada, intenta calmarlo, pero Manuel responde con amargura: “No entiende nada. Debería estar arrepentida, y en cambio se burla de nosotros”.

Decidido, ordena al mayordomo que retire la pintura. Sin embargo, Cristóbal se niega: la obra llegó autorizada por la duquesa, y solo Alonso puede decidir. La impotencia de Manuel crece. Enfurecido, enfrenta a su padre: “Este cuadro es un insulto, padre. Me recuerda todos los días lo que pasó con Jana. ¿Puedes detenerla?”. Pero Alonso, con frialdad, responde: “Cruz ya no está aquí. Ese retrato, por doloroso que sea, también es parte de lo que fue. No lo quitaré, no aún”. Para Manuel, estas palabras son una traición. “Entonces, ¿estás de su lado?”, grita, antes de marcharse furioso.

Esa misma noche, en secreto, Leocadia y Lorenzo se reúnen. Con miedo y rabia, hablan del peligro que representa ese retrato. Lorenzo propone destruirlo, pero ella se niega: sería demasiado arriesgado. En cambio, insiste en que alguien debe visitar a Cruz en prisión para descubrir qué pretende, aunque el solo pensarlo aterra a su cómplice. Ambos saben que la marquesa, aun entre rejas, sigue siendo una amenaza real.

Avance de 'La Promesa', capítulo de hoy viernes 27 de junio: La última  petición de Alonso paraliza la marcha de Rómulo | Series

Sin poder soportarlo más, Manuel regresa al salón en medio de la madrugada. La pintura lo espera en el mismo sitio, imponente. Con un susurro apenas audible dice: “Basta”. Sube a una silla, arranca el cuadro de la pared y, con un cuchillo, lo rasga con furia. Cada corte es una herida en su alma. Pero entre los restos de la tela y la madera, descubre lo impensado: una carta sellada con cera roja, escrita con la caligrafía inconfundible de su madre. Al abrirla, sus manos tiemblan. “Si esta carta ha llegado a ti, Manuel, es porque algo muy grave está por suceder, y solo la verdad podrá salvarte”.

La confesión lo deja devastado. Cruz revela haber sido chantajeada durante años por Leocadia, que la amenazaba con exponer un oscuro secreto de su pasado. En su desesperación, Cruz llegó a pedirle a Rómulo que eliminara a su enemiga, pero él se negó y la protegió. Con el tiempo, Leocadia regresó fingiendo amistad, pero en realidad buscaba poder y manipulación, usando incluso el amor de Manuel por Jana como arma. Lo más perturbador es la revelación final: fue Leocadia, con la complicidad de Lorenzo, quien saboteó el tratamiento de Jana. El envenenamiento, el silencio impuesto a Cruz, todo formaba parte de un plan meticuloso para acabar con ella y arruinar la vida de su hijo.

“Perdóname, hijo mío —escribe Cruz—, no quise que sufrieras así, pero ya no puedo callar. Lleva esta carta al capitán Burdina. Solo así se sabrá toda la verdad”.

La sombra de Cruz, incluso desde la cárcel, sigue marcando el destino de todos en La Promesa. Pero ahora, con la verdad en sus manos, Manuel deberá decidir: enfrentarse a su propio dolor o destapar la red de traiciones que podría destruirlos a todos.

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